Por Gabriela Moreno – Panampost.com
Los pinchazos para protegerse del coronavirus parece que no terminarán ni a corto ni a largo plazo porque “es probable que en el futuro tengamos una vacuna anual de COVID-19, al igual que para la influenza”, asegura el ministro de Salud de Colombia, Fernando Ruiz, en entrevista concedida a la W Radio.
Para ello, la industria farmacéutica mejorará la efectividad de las fórmulas para alcanzar una mayor duración de la inmunidad, considerando que “el virus llegó para quedarse” y “probablemente se transforme en un virus respiratorio más, que genere enfermedad dos o tres veces en asociación con los brotes bianuales de gripe”.
Es el mismo pronóstico que maneja Chile, país que desde agosto evalúa junto a Sinovac la creación de una dosis única que contrarreste ambas patologías.
El CEO de Moderna, Stephane Bancel, ya advirtió que las vacunas podrían necesitar un reajuste el próximo año contra la variante omicron, mientras que el CEO de Pfizer, Albert Bourla, propone un curso de refuerzos cada año para mantener un “nivel muy alto de protección” a lo largo del tiempo.
En el caso de Colombia, la inmunidad de rebaño quedó fuera de las metas sanitarias. Ahora, el objetivo es una protección híbrida, compuesta por la inmunidad generada del contacto natural con el virus como por la protección de la vacuna.
Para el ministro de Salud colombiano, un nuevo cierre no es la solución. Así lo enfatizó en la entrevista en la que se enfocó mayormente en la vacunación.
«Soy enfático en tres temas: primero, era imposible evitar la llegada de ómicron al país, hay circulación en más de 80 países. Segundo, los cierres no tienen un efecto importante porque es imposible contener la presencia de los virus; y tercero, los cierres sí nos generan una afectación tremenda sobre la economía, que determinan problemas muy graves para la propia salud de las personas, sin contar los factores asociados a la pobreza, desempleo femenino y el confinamiento».
Un desafío
Según un equipo de investigadores de BarcelonaTech, citado por Bloomberg, este escenario obliga a crear un nuevo marco de planificación para las vacunas contra el COVID-19 que considera administrar las dosis a un ritmo lo suficientemente rápido como para generar protección, pero no tan rápido como para requerir un nuevo despliegue nacional cada pocos meses.
Además, hay naciones sin capacidad para ello. Rumanía y Bulgaria sirven de muestra con menos de 30 % de la población vacunada y una tasa de mortalidad ocho veces superior a la del conjunto de la Unión Europea (UE).
Por otro lado está la obligatoriedad de la vacuna por parte de los Estados. Ecuador llegó a este punto y determinó que la vacunación es un mandato gubernamental. El argumento del gobierno de Guillermo Lasso es el aumento de contagios y la circulación de nuevas variantescomo omicron.
Descenso de casos en Sudáfrica
En paralelo, el suministro parece ser otro problema en el mundo en desarrollo. En Sudáfrica, donde omicron es ahora la variante dominante, el país no se acerca a una tasa semanal de 2 %.
Sin embargo, esta nación, la primera en detectar un caso de esta cepa, ha registrado un importante descenso en los contagios de 37000 a menos de la mitad (15424) entre el 12 y el 21 de diciembre.
Y también existe el riesgo de que las futuras variantes, ya sea omicron u otras, escapen a los planes de vacunación mejor elaborados de los funcionarios de salud pública. En este escenario no se vislumbra el fin de la inoculación.
Producción en alza
«Con este virus tendremos nuevas terapias antivirales específicas que nos echarán una mano también de ese lado para que vivamos con el virus, como vivimos con el virus de la gripe”, anticipó el CEO de Pfizer, quien también vislumbra que las vacunas contra el coronavirus estarán disponibles para los más frágiles y expuestos y terminará como la vacuna contra la gripe: quien quiera protegerse, la comprará en la farmacia.
Los fabricantes afinan su negocio. Al mes producen 1500 millones de dosis y se espera que para junio de 2022 la producción total alcanzará los 24000 millones.
Un informe de la Federación Internacional de la Industria Farmacéutica (IFPMA) precisa que las 1000 millones de dosis tardaron en administrarse 140 días, mientras que las últimas 1000 millones demoraron solo 26 días con las operaciones ininterrumpidas de las 83 plantas de producción situadas en 70 países.