Fuente: Infobae
“Virginia Roberts me dijo que se había acostado con Andrés en Londres”. Así, directa y precisa fue Carolyn Andriano, testigo clave del juicio por tráfico de menores, abuso sexual a Ghislaine Maxwell, mano derecha del fallecido pedófilo Jeffrey Epstein, y ahora también la persona que puede complicar aún más el futuro del Duque de York.
En una entrevista exclusiva con el Daily Mail, Andriano reveló que Roberts le envió un mensaje de texto desde Londres en marzo de 2001 para decir que iba a cenar con Andrés, Maxwell y Epstein. Luego de ese encuentro, de vuelta en Florida, Roberts le confesó a Andriano que iba a tener sexo con el Duque. “Tengo que acostarme con él, le dijo.
El testimonio de Carolyn Andriano no es uno más, ella misma fue esclava sexual de Maxwell y contó detalles escalofriantes de su calvario en las mansiones del pedófilo cuando aún no era menor.
Andriano, ahora de 35 años, dio un testimonio desgarrador contra Maxwell en su juicio del mes pasado. De hecho, cuatro de los cinco veredictos de culpabilidad contra ella se basaron en las pruebas que ella presentó, incluido el cargo más grave de tráfico sexual de menores, que conlleva una pena máxima de 40 años de cárcel.
En esta primera entrevista, Andriano renunció a su derecho legal al anonimato y cuenta la historia completa de su horrible experiencia en la “Casa del Pecado” de Epstein en Palm Beach, Florida, cuando tenía entre 14 y 17 años, y su amistad con Roberts, principal denunciante del Príncipe Andrés.
Su relato de las conversaciones con Roberts son la primera prueba de la supuesta reunión con el Duque de York.
“Renuncio a mi derecho al anonimato. Lo hago porque quiero que todas las mujeres jóvenes sepan lo que me pasó cuando era adolescente y cómo ha afectado a mi vida. Quiero ser la voz de todas las supervivientes de abusos sexuales, para que no tengan miedo de denunciar, aunque sea años después del suceso, y decir lo que les pasó. Esta es mi historia y quiero contarla”, afirmó.
Andriano cuenta que en marzo de 2001 estaba limpiando su habitación, escuchando música y discutiendo con su madre -siendo la típica niña de 14 años, de hecho- cuando le llegó un mensaje. Era de su amiga Virginia, a miles de kilómetros de distancia, en Londres.
“Nunca adivinarás con quién estoy”, decía. Carolyn sabía que iba a ser un chisme jugoso y se apresuró a responder. ¿Quién?”, respondió con entusiasmo.
Inmediatamente le llegó otro mensaje.
“Estoy en Londres con Jeffrey, Maxwell y el Príncipe Andrés”, recuerda. Dijo que iban a cenar. No le creí. Pensé que era exagerado, pero, por otra parte, ella conocía a gente rica y había estado en fiestas elegantes y cosas así”.
Los “Jeffrey y Maxwell’ a los que se refería el mensaje eran el financista y agresor sexual Jeffrey Epstein, que se suicidó en la cárcel en 2019, y su entonces novia Ghislaine Maxwell, que fue condenada por cargos de tráfico de menores y abuso sexual en Nueva York el mes pasado.
Carolyn y Virginia -entonces Roberts, ahora Giuffre- eran miembros del harén de la depravada pareja formado por adolescentes y mujeres jóvenes, reclutadas por Maxwell para proporcionar favores sexuales a Epstein.
En 2001, para las dos jóvenes, todo parecía un juego peligroso -y lucrativo-. Una semana después del intercambio de mensajes, fiel a su palabra, Virginia, de 17 años, volvió del Reino Unido y fue a buscar a Carolyn al colegio, con ganas de contarlo todo. Le dije: “¿Y dónde está su foto, señorita Princesa?”, dijo Carolyn.
En ese momento su amiga le mostró la imagen, esa que muestra a Virginia sonriendo, con el Príncipe Andrés a su lado, su mano alrededor de la cintura, y Ghislaine mirando con orgullo en el fondo.
“Le pregunté si había estado en el Palacio. Y me dijo: ‘Me acosté con él’. Yo le dije: ‘¿Qué? Estás jugando conmigo’, y ella dijo ‘no, me acosté con él’. No parecía molesta por ello. Le pareció muy bien”.
Esta es la primera vez que existe un relato independiente del supuesto recuerdo de Virginia de su encuentro con el Duque de York aquella noche de marzo de 2001, que él niega enérgicamente que haya ocurrido.
“No hay ninguna cantidad de dinero en este mundo que pueda reparar lo que me robaron: mi inocencia de niña por parte de Maxwell y Epstein. Tengo hijos y sé que como madre, y como mujer, no hay manera de que pueda hacer algo parecido a lo que Maxwell ha hecho”, afirmó.
Carolyn culpa Virginia de haberla arrastrado al mundo del financista.
“A los 14 años, tenía grandes pechos y definitivamente podía pasar por 21 cuando estaba maquillada. Me maquillaba yo misma, pero Virginia me daba la ropa. Me dio unos pantalones cortos muy ajustados con un top de tirantes con todo mi escote al aire”, cuenta y agrega: “Me dijo que hiciera lo que hiciera, no dijera la edad. Y ni siquiera le pregunté por qué. Le seguí la corriente”.
En esa primera visita a la villa de Epstein en 2001, Carolyn se encontró con Maxwell, quien le dijo a Virginia que “la llevara arriba y le mostrara lo que tenía que hacer”. Fueron al cuarto de baño de Epstein, donde Virginia preparó una mesa de masaje.
“Epstein entró. Dijo que acababa de volver de correr. Se lavó los dientes, le dio un beso en la mejilla a Virginia, me miró, se presentó, se quitó los pantalones cortos y la camiseta y quedó desnudo y se tumbó encima de la camilla de masaje boca abajo. Miré a Virginia y me hizo un gesto con los ojos para decirme ‘no te preocupes, todo irá bien’. A los 45 minutos del masaje, se dio la vuelta. Me aparté y Virginia se subió encima de él y comenzaron a tener sexo”.
Carolyn cuenta que en ese momento no supo qué hacer. “Me senté en el sofá y miré hasta que terminó. Volvimos a bajar las escaleras y Maxwell me preguntó: ‘¿Cómo ha ido todo? Virginia le dirigió una mirada para decirle que había sido una sesión estupenda y fue entonces cuando Maxwell me pidió mi número de teléfono”.
Le entregaron tres billetes de 100 dólares como pago por su tiempo.
Carolyn volvió a la mansión unas “cien veces” durante los cuatro años siguientes, a veces tres o cuatro veces por semana. El dinero en efectivo se depositaba en el lavabo del cuarto de baño.
Los “masajes” seguían siempre la misma rutina: varias chicas -algunas conocidas, otras no, todas jóvenes- frotaban la espalda y las nalgas de Epstein antes de que éste se diera la vuelta.
Aunque ella y Epstein nunca tuvieron relaciones sexuales completas, asegura que fue agredida sexualmente varias veces.