Fuente: mpr21.info
Las vacunas contra el coronavirus causaron el 93 por cien de las muertes de las personas a las que les practicaron la autopsia. Inicialmente se examinaron quince cuerpos, con edades comprendidas entre los 28 y los 95 años. Habían muerto entre 7 días y 6 meses después de recibir la vacuna.
El examen reveló que la inyección indujo la formación de coágulos que causaron la muerte de 14 de los 15 pacientes. El órgano más afectado fue el corazón, pero también se vieron afectados otros órganos como los pulmones y el hígado.
Los fallecidos eran personas que habían muerto en casa, en eventos deportivos, en el coche o en el trabajo. Los familiares pidieron que se examinaran los cuerpos de las víctimas, lo que llevaron a cabo la doctora Arne Burkhardt y el doctor Sucharit Bhakdi.
El doctor Bhakdi ha dedicado toda su vida a la práctica, la enseñanza y la investigación de la microbiología y las enfermedades infecciosas. La doctora Burkhardt es patóloga y viróloga, un campo en el que ha publicado más de 300 artículos científicos.
A los primeros 15 cadáveres, Burkhardt añadió posteriormente 55 pacientes más, con lo que el número total de autopsias ascendió a 70. En más del 90 por cien de los fallecidos, Burkhardt encontró un ataque autoinmune en los tejidos de estos órganos por parte de las células T, en el rango de edad de 28 a 90 años.
En todas las muertes encontraron los mismos hallazgos patológicos. El único denominador común en todos ellos fue la vacuna. Cuatro de las víctimas de las vacunas sólo recibieron una dosis, pero con cada inyección el sistema inmunitario empeora progresivamente.
Bhakdi asegura que las vacunas producen proteínas de superficie que preparan a los órganos para el ataque de los linfocitos T. Hay “una explosión de tumores y cánceres entre los vacunados que nadie puede explicar”, dice Bhakdi.
A principios de este año el doctor Hoffe descubrió que el 60 por cien de los pacientes que recibieron las vacunas tenían niveles elevados del dímero D, que es un indicador de la coagulación en las paredes de los vasos sanguíneos pequeños.
El doctor Ryan Cole, otro patólogo, señala que el cáncer de útero se ha multiplicado por veinte, así como otros tumores. Cole señala que las vacunas no estimulan a los pacientes a producir suficiente IgA secretora, que es la primera línea de defensa que mantiene una respuesta inmune equilibrada.
Cole sostiene que los infiltrados de células T en la población vacunada son destructivos para el tejido y trabaja en un estudio para comprobar cómo se deposita la proteína de superficie en los órganos en el lugar de las inyeccciones.
En los tejidos que rodean los vasos sanguíneos hay una importante acumulación de células T. Los eventos inflamatorios en los vasos sanguíneos pequeños se caracterizan por la abundancia de células T y de células endoteliales muertas, lo que a su vez da lugar a coágulos sanguíneos.
Además, se produce una infiltración masiva de órganos y tejidos con estas células del sistema inmune. El corazón es el principal órgano implicado, pero la coagulación puede producirse en cualquier parte, desde el cerebro hasta los vasos sanguíneos.