Por Raúl Tortolero – Panampost.com

Gustavo Petro, el ex guerrillero del M-19 —agrupación comunista de Colombia que causó en el asalto a Palacio de Justicia en 1985 cerca de un centenar de muertos— y quien está en plena campaña a la presidencia, fue recibido nada menos que por el papa Francisco en el Vaticano, en un evento que no puede dejar de considerarse como un franco apoyo al socialismo en América Latina, por parte del líder de los católicos. Algo que no sorprende, pero que causa gran inconformidad en sectores conservadores.

La reunión entre ambos personajes habría durado unos 45 minutos, en que dicen haber hablado sobre medio ambiente y la paz. Pero indudablemente el interés político del comunista amigo de Hugo Chávez, quien llegó con regalos, es poder difundir el apoyo del Pontífice a su candidatura.

En tanto, las reacciones no se hicieron esperar, y en Colombia, tanto como en otros países del mundo de habla hispana, llovieron críticas a Francisco, porque suma una vez más, apoyo al socialismo latinoamericano.

El papa Francisco no es bien visto por amplios sectores conservadores y de derecha en general, ya que ha ofrecido un apoyo bastante explícito a los tiranos socialistas, enemigos de la democracia, la propiedad privada y los derechos humanos, en América Latina.

Ya se ha reunido antes —en febrero de 2020—, con Lula Da Silva, quien acababa de salir de la cárcel donde estuvo preso por corrupto durante 19 meses. Pero desde ese momento inició también su campaña por la presidencia de Brasil, donde se celebran elecciones el 2 de octubre de 2022.

El encuentro logrado por Petro con el papa, le sirve al socialista colombiano para lavar su imagen, para hacer creer a los electores que la violencia que siempre apoyó desde la guerrilla se justifica porque tendría un sentido social, y que su inclinación por la Teología de la liberación –ese movimiento nefasto del marxismo que instrumentaliza la religión con fines dictatoriales- es bendecida por la máxima autoridad de la Iglesia Católica.

Petro ya hace unas semanas se fue a tomar fotografías rezando en un templo católico y ante la Virgen, buscando por supuesto manipular el voto, atrayendo conservadores, tratando de aparecer como “devoto”, alejándose del estigma de la guerrilla en la que militó, confundiendo al electorado, cuando lo que quiere es imponer un régimen bolivariano y convertir a Colombia en otra Venezuela.

Petro inició su campaña a la presidencia de Colombia fuera de Colombia. Lo hizo en España, donde recibió el apoyo de otro socialista, el presidente de España, Pedro Sánchez, quien lo acogió como si se tratara de un jefe de Estado, y no de un simple aspirante bolivariano a imponer el comunismo en su país.

El papa, por su parte, en su viaje a Colombia iniciado el 6 de septiembre de 2017, ha metido su cuchara en temas políticos, apoyando el Acuerdo de Paz, que ha resultado todo un fraude, un fracaso. Incluso se mostró a favor del voto por el “sí” en el plebiscito.

El Pontífice, incluso ha reconocido, como lo hizo en una entrevista en 2010, que en su juventud se sintió atraído por el comunismo. Tal vez esas viejas simpatías no se le hayan desarraigado para nada, en vista de su cercanía con todo el bloque rojo latinoamericano, con muchos miembros del Foro de Sao Paulo.

Tan es así que viajó a Cuba del 20 al 22 de septiembre de 2015, e incluso visitó en su casa en privado —en un encuentro muy amistoso— al decadente dictador Fidel Castro, comunista y ateo exportador de revoluciones que reunió 900 millones de dólares de fortuna personal, según Forbes.

Castro fue un dictador sangriento e impresentable con quien es inadmisible que se pueda reunir la cabeza del catolicismo, que debería defender la libertad, la democracia y los derechos humanos, en lugar de convalidar tiranías que sólo producen sufrimiento y exilio.

El papa también recibió —en tiempos de plenas campañas— a la argentina Cristina Kirchner el 7 de junio de 2015 y estuvo con ella dos horas.

Días después viajó a Bolivia, donde se reunió con el pillo cocalero, supremacista indigenista, y comunista Evo Morales, cabecilla en Bolivia, quien le regaló un “crucifijo comunista”, un Cristo crucificado en un martillo con una hoz. El papa dijo que no le ofendía tal regalo, que entendía el contexto.

También se reunió Francisco con el hoy prófugo de la justicia, Rafael Correa, quien fuera presidente de Ecuador, miembro del Grupo de Puebla, y quien ni tardo ni perezoso usó frases del propio religioso para buscarles cercanía con el socialismo blando que promueve el eje rojo latinoamericano, que también tiene tripulada a la CELAC.

Correa dijo cosas muy serias ese 6 de julio de 2015. Por ejemplo, que “el gran pecado social de nuestra América es la injusticia», y que: «La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada«.

Luego el 24 de octubre de 2016, Francisco recibió a Nicolás Maduro, el sátrapa que mantiene sumergido en un grito de hambre, dolor y persecución a los venezolanos. Y por quien la DEA ofrece 15 millones de dólares, acusado de narcoterrorismo. Pese a todo, no se ha visto que el papa reciba a la oposición de Venezuela.

Francisco ya se reunió también con Yolanda Díaz, la vicepresidenta segunda de España y cabeza de Unidas Podemos, una comunista globalista que no ha tenido empacho en mostrar su apoyo a la dictadura castrista de Cuba, que mantiene en la miseria y la persecución más atroz a la gente, en especial a los disidentes de tan aberrante régimen.

Habría que ver si el papa también hubiera recibido a María Fernanda Cabal en caso que ella hubiera sido la candidata de su partido, el Centro Democrático, o si va a recibir igual que al comunista Petro, a Óscar Iván Zuluaga, el candidato uribista.

Para rematar, el papa Francisco en octubre de 2021 ha también dado la bendición a Joe Biden, el presidente norteamericano que se dice católico pero financia e impulsa el aborto, y se molesta ante la “ley latido” de Texas. El Pontífice ha animado a Biden a comulgar.

De esta manera, las izquierdas a nivel continental reciben el respaldo espiritual y político del máximo representante de los católicos en el mundo, que desde hace años luce muy inclinado hacia el socialismo globalista.

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