Por Oriana Rivas – PanAm Post

Los Juegos Olímpicos de Invierno quedaron inaugurados en China este 4 de febrero. La ceremonia duró casi dos horas y media con exhibición de luces y de bailarines quienes enviaron un mensaje de unión entre países. Las delegaciones deportivas también desfilaron mientras que a Xi Jinping lo acompañaban presidentes de otros países, como Vladimir Putin de Rusia.

Pero tal unidad no parece ser más que un mensaje superficial. El vacío en las butacas de algunos líderes mundiales lo evidenció. Tal como habían anunciado, no hubo representación diplomática de Estados Unidos. Lo mismo habían comunicado Canadá, Australia, Lituania, Kosovo, Reino Unido y Alemania. Aún así China siguió adelante con la puesta en escena y llegó a tal grado de propaganda que puso a una atleta china de la comunidad uigur a encender la tradicional llama olímpica.

Así comenzó China su aparato mediático y parece que lo mantendrá hasta que los Juegos de Invierno finalicen el 20 de febrero. Pero probablemente el régimen comunista de Xi Jinping no reciba atención en su evento iniciado con bombos y platillos. Una encuesta de Morning Consult reveló que 65 % de los consultados no verá los Juegos de Invierno por falta de interés en el evento, el 57 % por falta de interés en los atletas y otro 40 % se opone a que China sea el país anfitrión.

No es de extrañar que 57 % de los demócratas dijeran que planean ver al menos algunos de los Juegos de Pekín, en comparación con el 40 % de los republicanos y el 35 % de los independientes. Es una conducta que va en consonancia con la actitud del presidente Joe Biden, quien apela a una diplomacia más blanda contra potencias enemigas a través de diálogos que hasta ahora han sido estériles en términos geopolíticos.

Una uigur con la llama olímpica

Dinigeer Yilamujiang, esquiadora de 20 años nacida en Xinjiang, fue la última que sostuvo la llama olímpica antes de colocarla en el podio con forma de copo de nieve. Lo hizo en compañía de Zhao Jiawen, otro de los atletas chinos.

No es casualidad que el régimen la haya seleccionado luego de todas las críticas y sanciones que ha recibido por abusar, encarcelar y esterilizar a integrantes de la minoría musulmana uigur. Se calcula que hay dos millones de uigures detenidos en los centros de tortura, aunque Xi Jinping los llama «centros de reeducación» supuestamente destinados a prevenir el extremismo y la radicalización. Investigaciones con imágenes satélites y testimonios de sobrevivientes demuestran la crueldad que ocurre dentro de esas instalaciones.

«Ser uigur es un crimen”, “no te ves como un ser humano”. Son las frases que repiten algunas víctimas en un informe elaborado por Newlines Institute for Strategy and Policy con sede en Washington, DC. Muchas de esas frases las habrían recibido de parte de agentes policiales luego de ser violadas.

Bien se sabía, el totalitarismo chino iba a aprovechar la oportunidad de las Olimpíadas para lavar su imagen. Pero entre los juegos de luces y los bailes hay deportistas y periodistas que están siendo vigilados.

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Transmisión interrumpida

Estuvieron junto a Xi Jinping el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, y el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom. Uno dirige un organismo lleno que contradicciones que premia con posiciones privilegiadas a regímenes totalitarios, el otro encubre la negligencia china respecto al origen del COVID-19.

A todas estas la prensa que cubrió la apertura de los Juegos Olímpicos no ha recibido el mejor de los tratos. Era algo previsible considerando que mucho antes de llegar considerando las advertencias sobre el espionaje del Partido Comunista.

Una muestra de tal desprecio la vivió en carne propia Sjoerd den Daas, corresponsal en Asia de la emisora ​​holandesa NOS. Quedó registrado en video cómo un agente chino interrumpió su transmisión apartándolo de la cámara. El editor en jefe de ese medio aseguró a Algemeen Dagblad que el gesto fue una «ilustración dolorosa» de cómo los medios de comunicación internacionales estaban siendo tratados en China. Se desconoce hasta ahora qué pasó exactamente para que esto pasara.

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