Por Magdalena del Amo – Alerta Digital

El bombardeo y los gases lacrimógenos no cesan de atacar a una sociedad sin coraje, con el instinto de supervivencia invertido, hecha un guiñapo andante y completamente entregada a sus maltratadores que, libres de toda resistencia, se ensañan sin tregua mientras la conducen al suicidio. Poco más hay que decir sobre los torturadores de esta granja humana esclavizada, y sus pretensiones de control total de cuerpos, mentes y almas. Nada que no estuviera previsto, programado, anunciado y escrito. Pero nos pasó inadvertido, quizá por ese misterioso velo de Isis, ese “vaho” que tan bien describe el Popol Vuh –libro sagrado de los mayas quiché— en la alegoría de la creación del hombre. Nos han engañado con mil trampas. Han cambiado nuestros valores y nuestra ética. Ahora no hacemos sino cosechar los frutos de nuestra dejadez y nuestro silencio.

Hace décadas que el exsecretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Mc Namara, pronunciaba estas escalofriantes palabras: “Hay que tomar las medidas para la reducción demográfica del globo terráqueo, aun en contra de la voluntad de sus respectivas poblaciones. La reducción del índice de natalidad ha sido un fracaso. Por eso tenemos que aumentar la tasa de mortalidad por medios naturales, por el hambre y por la inoculación de todo tipo de enfermedades”.

No son de extrañar las palabras de este individuo que, entre otros turbios asuntos, falsificó las pruebas para justificar que Estados Unidos se implicara a fondo en la guerra de Vietnam, con todo lo que ello supuso. Otra de las suyas fue la presión que ejerció el Banco Mundial, siendo él presidente, sobre los países subdesarrollados –las élites prefieren utilizar el eufemismo “en vías de desarrollo”— para obligarlos a aceptar las políticas de eugenesia de la International Planned Parenthood Foundation (IPPF), a cambio de que sus préstamos no fuesen ejecutados. Fueron tácticas vergonzosas que condujeron a la esterilización forzosa de miles de mujeres y la muerte de miles de niños.

Inoculación de todo tipo de enfermedades, como sugiere Mc Namara, es lo que se ha estado practicando en las últimas décadas. Recordemos el ántrax, las gripes aviar y porcina, el virus del Nilo Occidental, el sida, la gripe A, el ébola, el zika y otras plagas más locales, como la chikunguña o la fiebre del dengue; y ahora la covid. Una detrás de otra, que se traduce en miedo, agitprop mediático y mentiras, que derivan en pánico y en psicosis colectiva. Por no hablar del gran negocio en torno al cáncer y la persecución a los profesionales que se atreven a aplicar métodos alternativos, o la invención de nuevos síndromes, como la hiperactividad infantil. Virus, pandemias, vacunas, intereses económicos, bigpharma, magnates, fundaciones y falsos filántropos son conceptos que, desgraciadamente, suelen ir asociados.

Nada está ocurriendo que los mismos ejecutores no hayan anunciado desde sus think tanks y oficinas gubernamentales. Es cierto que los programas eran secretos, pero han ido soltando pequeñas pistas para testar la reacción de las masas. Por desgracia, nuestros radares no estaban operativos.

Hemos escrito hasta la saciedad sobre la manipulación y el control de la humanidad. Sobre esto, el que fuera consejero para la Seguridad Nacional de Carter, Zbigniew Brzenzinsky, predijo hace más de medio siglo “un modelo de sociedad mucho más controlada, dirigida por una nueva élite de poder que no escatimaría recursos técnicos para planificar los resultados electorales; eso sí, haciendo creer a los ciudadanos, que viven en libertad”. Ya hemos visto que los pucherazos están siendo la dinámica en los comicios de todo el mundo, incluyendo España. Sin embargo, el propósito de control abarca cualquier ámbito imaginable, incluso la inserción de memorias no vividas.

Basándose en las palabras de Gordon Mac Donald, especialista en sistemas bélicos y asesor de Nixon, Brzenzinsky da un paso más y adelanta acontecimientos impensables en esa época: “A los estrategas políticos les tienta explotar la investigación sobre el cerebro y la conducta humana. La utilización de impulsos con exacta sincronía puede conducir a un modelo de oscilaciones que concentran niveles relativamente altos de energía sobre ciertas regiones de la Tierra. Así, se puede desarrollar un sistema capaz de afectar seriamente a la actividad cerebral de grandes poblaciones en regiones seleccionadas y durante un prolongado periodo”. […] Esta élite no dudará en lograr sus fines políticos utilizando las últimas técnicas modernas para influir en el comportamiento público, manteniendo a la sociedad bajo una estrecha vigilancia y control. El momento técnico y científico les proporcionará los medios para explotarla”.

¡Calcado! A las élites no solo les ha tentado la investigación sobre el cerebro y la conducta humana, como apunta Brzenzinsky, sino que se han rodeado de lo más granado de la biología, la fisiología, la sociología, la psicología, la psiquiatría y la neurología, además de incorporar a sus filas a expertos en folklore, tradiciones, profecías, numerología, símbolos y otras ramas de la metafísica, el esoterismo y el ocultismo, amén de especialistas en la aplicación de hipnosis y drogas.

Pero, además, interpretamos que en el párrafo de Brzenzinsky se está hablando del HAARP y de la tecnología 5G, como métodos de control. Recordemos los discursos del presidente de Chile, Sebastián Piñera, en su presentación de la licitación de la red 5G hace unos meses:

“… es la posibilidad de que las máquinas puedan leer nuestro pensamiento, e incluso puedan insertar pensamientos, insertar sentimientos. Algunos dicen que la mejor forma de predecir el futuro es inventándolo. Bueno…eso es a lo que todos aspiramos. 5G es un tremendo salto adelante, es un salto cósmico, copernicano, porque realmente lo que va a significar la tecnología 5G es un cambio aún mayor en nuestras vidas que lo que han significado todas las tecnologías anteriores en esta materia: la posibilidad de que las máquinas puedan leer nuestros pensamientos e incluso puedan insertar pensamientos, insertar sentimientos. Y eso nos va a cambiar la vida y va a transformarse la 5G en el verdadero sistema nervioso de nuestra sociedad”.

El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, se expresó de manera similar, ponderando la red 5G, que nos transformará en colmena, sin individualidad, con un alma grupal que ni siquiera obedecerá a instintos naturales, sino a caprichos de los psicópatas. Ambos políticos se refieren claramente a una comunicación entre nuestro cuerpo y algo externo, es decir, no por voluntad propia o de manera natural, sino mediante un estímulo foráneo. El resto de mandatarios, sin duda, deben tener el mismo mensaje escrito, aunque no se hayan pronunciado. Quizá quieran llevarlo en secreto hasta que les explosione en la cara. ¡Algo espantoso! No nos cabe duda de la relación entre esto y determinados componentes de la vacuna, como el óxido de grafeno y la circuitería descubierta en los viales.

Insisto en estas referencias del pasado para evidenciar que este presente tan distópico no surgió de la noche a la mañana, en la era Internet, sino que se viene gestando desde hace décadas. El plan para dominar el mundo es quizá tan viejo como el ser humano, pero ahora estamos muy cerca de tocar fondo, porque las armas del sistema para mantener al rebaño atontado y aletargado van mucho más allá del “pan y circo” romano.

Los controladores saben muy bien que el miedo es el arma más poderosa, porque anonada y paraliza, aparte de debilitar el sistema inmunitario. Por eso nos inoculan megadosis de miedo y nos hacen segregar cortisol en abundancia, que nos inflama y enferma, tanto física como psicológicamente. Es un bucle crónico del que hay que aprender a salir. Pero antes, es necesario conocer sus armas y estrategias. Estos días, los caballeros de mohatra están demostrando su oposición a que esta crisis política –que no sanitaria— termine. Les viene bien tener al pueblo prisionero, sin capacidad de reacción, sin comunicación, maniatado. Nuestra sumisión de seres sin información ni criterio es una alfombra roja por la que circular en ambas direcciones. El pobre ser humano, huérfano de todo, tiene tanto miedo a la enfermedad y a la muerte que ni siquiera es capaz de protestar por temas cotidianos como el precio de la luz, la gasolina, los productos informáticos o la cesta de la compra. Nunca la sociedad había sido ordeñada tan a las claras. La pandemia justifica cualquier sinsentido. ¡Es de vergüenza! Sin embargo, la masa continúa fiel al enemigo, haciéndose test de manera compulsiva y empleando el léxico covidiano de positivos, contagios y variantes.

No quiero finalizar este artículo sin hacer un apunte sobre la mascarilla. En las cúpulas de las élites discrepan sobre su eliminación en este paréntesis anunciado. Sin embargo, creemos que aquí continuarán estirando su uso hasta que la orden sea tajante. Es importante el simbolismo subliminal del barbijo, sin duda, la más extrema de las medidas, a la par con la vacuna en el ámbito físico. El bozal es puro atrezo para fingir un peligro que no existe. Nos roba la identidad, la expresión, la sonrisa, nos hace anónimos, recelosos, desconfiados, nos obliga a ser desconocidos para nuestros semejantes, a la vez que enemigos y un peligro potencial. Todo esto está causando secuelas psíquicas de difícil solución. Pero lo afrontaremos. No debemos olvidar que estamos aquí, en este preciso momento, por algo importante. Muy probablemente, estemos cumpliendo un propósito de nuestro plan de vida.

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