Por Andrés Vacca – BLes.com

Durante los últimos años, la política exterior del régimen comunista chino se ha vuelto más confrontativa, tanto en sus discursos como en sus acciones objetivas. El estilo cada vez más agresivo de sus líderes y diplomáticos ha sido descrito como la diplomacia del “lobo guerrero”. 

El término “Wolf Warrior” (lobo guerrero) deriva de una película ultranacionalista de acción producida en China en 2015 que muestra una mítica unidad de fuerzas especiales del Ejército Popular de Liberación, llamada Wolf Warriors, que persigue a un capo de la droga que es defendido por mercenarios extranjeros liderados por un estadounidense.

Con la estrategia confrontativa el régimen chino pareciera pretender reflejar al mundo la imagen de que su país definitivamente ha penetrado en el mundo capitalista occidental y ya es demasiado fuerte como para admitir críticas y mucho menos intentos de manipulación. 

El giro hacia una diplomacia más conflictiva comenzó a sentirse con la crisis financiera mundial de 2008, y se potenció con la llegada al poder de Xi Jinping como nuevo líder del Partido Comunista Chino (PCCh) en 2012. El proceso pareció acentuarse durante la pandemia provocada por el coronavirus de Wuhan, sobre todo con la respuesta de funcionarios chinos tras las acusaciones de occidente sobre la responsabilidad del régimen en la catástrofe sanitaria.

También es cierto que desde que el PCCh tomó el poder en China en 1949, hubo varios períodos de alternancia entre esfuerzos diplomáticos por encantar al mundo y períodos de asertividad en los que funcionarios chinos sorprendieron con ataques verbales violentos. 

Pero la principal diferencia en la actualidad es que la retórica violenta y amenazante que propone el PCCh, hoy está respaldada por su enorme aparato económico que ha generado la dependencia de la mayoría de los países del mundo, dificultando que los gobiernos (sobre todo los menos poderosos) siquiera intentan condenar las acciones del PCCh y los discursos violentos de sus representantes.

No sucedió lo mismo con algunas potencias mundiales, con las que a raíz de esta política diplomática se han generado fuertes confrontaciones que no siempre han terminado en buen puerto. Tal es así que pareciera que ahora los líderes del PCCh pretenden moderar, aunque no abandonar, el tono asertivo de sus funcionarios.

El comunismo es en esencia violento

El comunismo, tanto en su ideología como en la práctica, lleva arraigado el concepto violento de “lobo guerrero”. No existe comunismo sin violencia. Esto no es una crítica subjetiva, es una realidad admitida por sus propios padres fundadores como Karl Marx y Friedrich Engels, quienes llamaron al pueblo a realizar una “revolución violenta”, tomar el poder del estado por la fuerza y desde allí eliminar la tradición, la creencia en Dios y luego imponer las leyes del socialismo. 

Los partidos comunistas del mundo entero admiten y proclaman abiertamente que la violencia es su principal herramienta para conquistar y gobernar. La máxima prueba de esta afirmación es que desde la aparición de la Unión Soviética hasta el día de hoy, las dictaduras comunistas han provocado la muerte de al menos 100 millones de personas.

El propio Lenin escribió en El Estado y la Revolución“La teoría de Marx y Engels de la inevitabilidad de una revolución violenta se refiere al estado burgués. Este último no puede ser superado por el estado proletario (la dictadura del proletariado) a través del proceso de ‘desvanecimiento’, sino como regla general, sólo a través de una revolución violenta”.

Durante todos los procesos en que el comunismo llegó al poder, desde la Comuna de París, pasando por la revolución rusa, el ascenso del PCCh en China hasta la revolución castrista en Cuba y tantas otras, siempre y sin excepción los medios utilizados fueron extremadamente violentos.

Mediante el uso de la violencia, el comunismo ha logrado imponer un discurso cargado de odio y rencor que se dispersó por todo el mundo. El llamado espectro comunista promueve la lucha de clases como dogma fundamental de su teoría, al mismo tiempo que atribuye la raíz de todos los problemas a las estructuras sociales tradicionales.

De este modo logró imponer la idea de que los ricos son los culpables de la existencia de los pobres y así promover el odio hacia los sectores más pudientes y el deseo de generar la revolución violenta para lograr un mundo supuestamente más “justo e igualitario”.

Teniendo en cuenta la raíces del comunismo y la historia desde su nacimiento, resulta comprensible que el PCCh presente períodos en que desarrolle posturas diplomáticas rígidas y confrontativas, después de todo la violencia y el conflicto se encuentra en su propio ADN.

Como se manifiesta la diplomacia del “lobo guerrero”

Desde que comenzó la pandemia por el coronavirus de Wuhan, los ojos de la comunidad internacional se centraron en China tras las contundentes acusaciones que indicaban que el virus se había fugado de un laboratorio, sumado a que el régimen comunista escondió la existencia del virus mientras este se diseminaba por el mundo y las autoridades del régimen mandaban a perseguir y encarcelar a aquellos profesionales de la salud y periodistas que intentaban denunciar lo que estaba sucediendo.

Ante las críticas que recibió en ese primer momento el régimen chino, sus funcionarios respondieron mostrando los dientes e intentando amedrentar al mundo con su poderío político, militar y económico, profundizando la tendencia del “lobo guerrero”.

Como lo expresó un grupo de analistas de China de la consultora SinoInsider en un boletín del 30 de noviembre: “Cuando el PCCh cree estar en una posición débil o menos ventajosa, entra en modo de ‘supervivencia’ al evitar o mitigar la controversia, pero pasa a modo de ‘dominación’ cuando se encuentra en una posición de fuerza y ​​percibe debilidad en sus adversarios. 

Así es como durante la pandemia, en un contexto de parálisis mundial dónde incluso las mayores potencias del mundo vieron debilitadas sus economías y paralizados sus sistemas productivos, la táctica del lobo guerrero ha sido adoptada firmemente por la diplomacia del régimen chino tanto dentro del país como en el exterior.

La falta de moderación por parte de Beijing refleja una nueva confianza en la dirección del PCCh que se ve claramente en ejemplos como cuando el 18 de marzo de 2021, Yang Jiechi, miembro del Politburó del PCCh y director de la Oficina de Asuntos Exteriores, “denunció” a Estados Unidos en su propio territorio, más precisamente en Alaska, elevando la táctica del lobo guerrero a un alto nivel diplomático.

Durante las conversaciones entre el secretario de estado de los Estados Unidos, Antony Blinken y Yang Jiechi aquel 18 de marzo, Blinken mencionó que le interesaría discutir respecto a sus “profundas preocupaciones por las acciones de China, incluidos Xinjiang, Hong Kong, Taiwán, los ataques cibernéticos a Estados Unidos y la coerción económica hacia nuestros aliados”.

Pero la respuesta tajante de Yang Jiechi a los comentarios de Blinken sorprendió a todos.

“No creo que la gran mayoría de los países del mundo reconozcan que los valores universales defendidos por los Estados Unidos o que la opinión de los Estados Unidos pueda representar la opinión pública internacional, y esos países no reconocerían que las reglas hechas por un pequeño número de personas serviría como base para el orden internacional”, dijo Yang.

Las palabras de Yang Jiechi parecen advertir a las autoridades estadounidenses de manera inequívoca que el PCCh ya no cumplirá con los estándares internacionales de Estados Unidos, sino que implementará sus propias reglas.

El líder del PCCh Xi Jinping emitió una advertencia desafiante al mejor estilo “lobo guerrero” a finales de junio del 2021, cuando el partido festejaba los 100 años de existencia: 

“El pueblo chino no permitirá en absoluto que ninguna fuerza extranjera nos intimide, oprima o esclavice, y cualquiera que intente hacerlo así enfrentarán cabezas rotas y derramamiento de sangre frente a la Gran Muralla de hierro de los 1.400 millones de chinos”

Unos meses después, el 6 de octubre de 2021, un grupo de senadores franceses aterrizó en Taiwán para entablar negociaciones con la presidenta de la República de China (ROC) en Taiwán, Tsai Ing-wen, ignorando las advertencias del PCCh.

El ex ministro de defensa francés Alain Richard, quien encabezó la comitiva, se refirió a Taiwán como un “país” antes de reunirse con su presidenta, despertando la ira del PCCh en China Continental.

El PCCh no tardó en desaprobar los planes para que los diplomáticos franceses visiten territorio chino, y el embajador chino en Francia advirtió que la visita de la delegación a Taiwán “violaría claramente el principio de una sola China y enviaría una señal equivocada a las fuerzas independentistas en Taiwán”

La embajada también pidió a los senadores franceses que “piensen dos veces” y “reconsideren” la decisión de visitar la isla, afirmando que tal medida dañaría los “intereses fundamentales” del gobierno continental con Taiwán.

Según los críticos del comunismo, estos períodos de conflictividad tales como las demostraciones mencionadas anteriormente, tienden a coincidir con represiones políticas internas por parte de los líderes del PCCh. 

Bajo Xi Jinping, el Partido ha castigado a cerca de 1,5 millones de funcionarios en una amplia campaña contra la corrupción. También vieron cómo el gobierno estableció campos de “reeducación” en Xinjiang y tuvieron que defender estas políticas ante el mundo. Por lo que podría ser que eso esté sucediendo ahora mismo: una combinación de una nueva ola de confianza en los líderes del partido, mezclado con una profunda inseguridad por parte de algunos sectores respecto de sus funcionarios.

En este contexto complejo, utilizar la diplomacia del lobo  guerrero también le sirve a la casta política china como prueba de fe hacia el Partido Comunista y sus principales líderes.

Además, con el desarrollo de internet y sobre todo la implementación de redes sociales como Twitter como herramienta de comunicación política, en el presente los diplomáticos chinos que cumplen funciones en países menos desarrollados y alejados de la cúpula comunista, tienen la posibilidad de mostrar sus “credenciales de fidelidad” a sus jefes en China.

La política de confrontación llevó a la guerra comercial con EE.UU.

Estados Unidos y China son las dos economías más grandes del mundo, aunque cabe destacar que el crecimiento chino se debe en gran parte gracias a que Estados Unidos logró que China ingrese en la Organización Mundial del Comercio en el año 2001, abriéndole las puertas al mundo y permitiendo su crecimiento histórico y sostenido hasta hoy. 

Las relaciones comerciales entre ambas potencias crecieron al ritmo de la economía china, aunque de modo desigual para Estados Unidos. Cientos de enormes empresas dejaron de producir en América para radicarse en China tentados por los bajos costos de mano de obra, en gran parte explicados por la explotación del régimen comunista contra sus propios ciudadanos. 

El déficit comercial de Estados Unidos llegó a los 375.600 millones de dólares en 2017 y el entonces presidente Donald Trump se propuso hacer algo al respecto, tal como lo había prometido en su campaña ante la preocupante situación de pérdida de empleo y empresas locales. 

Pero la respuesta de los funcionarios chinos desde el primer momento, lejos de pretender colaborar para llegar a algún tipo de acuerdo que beneficie a ambas partes, fue simplemente la de criticar a Estados Unidos aumentando la tensión diplomática entre ambas naciones.

Tras una serie de negociaciones históricas entre los líderes de ambos países, en enero de 2020 lograron firmar un acuerdo parcial destinado a aliviar el panorama de guerra comercial que ya había alterado los mercados de todo el mundo. 

En lo que se conoció como el acuerdo comercial de fase uno, el régimen chino se comprometió a impulsar las importaciones estadounidenses en 200.000 millones de dólares por encima de los niveles de 2017 y fortalecer las normas de propiedad intelectual al aumentar los controles sobre la gran cantidad de productos falsificados de firmas estadounidenses.

Mientras que Estados Unidos acordó reducir a la mitad algunos de los nuevos aranceles que impuso a los productos chinos ante el preocupante aumento de déficit comercial con China.

El acuerdo calmó a los mercados y durante un tiempo parecía que se había logrado un punto de equilibrio que permitiría profundizar las negociaciones para llegar a una situación de estabilidad y conveniencia mutua. 

Pero con el pasar de los meses, la política del lobo guerrero, que se potenció con la llegada de la pandemia por el coronavirus de Wuhan, llevó a que el régimen incumpla constantemente con sus compromisos asumidos en la fase uno del acuerdo tirando por la borda los esfuerzos invertidos hasta el momento.

La idea del acuerdo planificado y negociado por la administración Trump, era dar por terminada la guerra comercial y desarrollar una nueva relación bajo los principios de “comercio justo y recíproco”.

Pero mientras Estados Unidos rebajó a la mitad, hasta el 7,5%, los aranceles impuestos a importaciones chinas por valor de 120.000 millones de dólares y canceló gravámenes adicionales, un año después de haber firmado la fase uno del acuerdo, el régimen chino no cumplió con sus compromisos de compra y el déficit comercial de Estados Unidos con la potencia asiática se incrementó.

Según reportó el South China Morning Post (SCMP), las compras chinas de productos incluidos en el acuerdo alcanzaron solo el 58 por ciento de sus metas. Particularmente las importaciones de productos energéticos por parte de china fueron extremadamente bajas, alcanzando solo el 35 por ciento del objetivo pactado.

Continuando con sus políticas diplomáticas de confrontación, lejos de demostrar interés en continuar con las negociaciones y los acuerdos, ante las críticas de los Estados Unidos por su incumplimiento, solo atinaron a responder cuestiones absurdas como que los exportadores estadounidenses no cumplían con normas de seguridad pandémicas lo que supuestamente llevó a la cancelación de muchas transacciones.

Autoridades chinas llegaron a afirmar que el COVID podría ser transmitido por los alimentos y que por este motivo deseaban no importar productos alimenticios, lo que aumentó el enojo de funcionarios estadounidenses quienes se vieron obligados a desmentir los argumentos incomprobables.  

En resumen, a pesar de los esfuerzos por parte de la administración Trump para lograr poner un fin a la guerra comercial, a través de la implementación de un sistema económico justo en el que ambas partes obtengan beneficios, el régimen chino continuó incumpliendo sus compromisos y sus funcionarios siguieron con la línea confrontativa lo que imposibilitó la firma de la segunda fase del acuerdo, perpetuando la guerra comercial.

Con la llegada de Joe Biden a la presidencia, la línea dura de Estados Unidos contra los atropellos del régimen continuó aunque no tan explícitamente como durante la era anterior. Mientras tanto, la política diplomática agresiva del régimen chino continuó.

El mejor ejemplo tal vez lo brindó Qin Gang, el nuevo embajador del régimen chino en Estados Unidos, quien pronunció una serie de palabras muy duras contra Washington en su discurso de presentación a finales del año 2021, criticando duramente las acciones del gobierno y exigiendo a los líderes estadounidenses que no crucen las líneas rojas de Beijing. Advirtiendo que habrá “consecuencias desastrosas” en caso de intentar  reprimir a la China comunista, amenazó.

¿El PCCh cambia de estrategia?

La política agresiva del lobo guerrero le permitió al régimen chino imponerse durante los últimos años frente a una gran cantidad de países dependientes y en vías de desarrollo, tal como sucede con la mayoría de las democracias de América Latina donde el régimen está expandiendo su base geopolítica.

Sin embargo, no parece estar funcionando tan bien con sus principales socios comerciales, tales como Estados Unidos y los países miembro de la comunidad europea donde la imagen del régimen ha caído estrepitosamente durante la pandemia.

Señales recientes podrían estar indicando que Beijing pretende moderar, aunque no abandonar, el tono asertivo de sus diplomáticos. Todo indicaría que dentro del PCCh existe una nueva grieta que divide a quienes pretenden mantener un discurso violento y quienes plantean la necesidad de moderar las palabras y acciones para mejorar la imagen en decadencia del régimen comunista.

El 20 de diciembre de 2021, el exembajador chino en los Estados Unidos, Cui Tiankai, hizo una aparición repentina en Beijing pronunciando un contundente discurso, el cual dio mucho que hablar sobre la postura belicista de los funcionarios del régimen. 

Frente a los dignatarios reunidos, incluido Wang Yi, ministro de Relaciones Exteriores y consejero de Estado de China, Cui criticó el estado actual de la diplomacia de China y advirtió sobre las graves consecuencias que podría traer esto en el campo internacional.

Otras figuras de alto perfil dentro de los círculos diplomáticos y políticos de China, incluido el veterano diplomático Fu Ying y el destacado erudito en relaciones internacionales Yan Xuetong, también han criticado la diplomacia combativa de China de los últimos años.

Pero sin duda, entre las señales más claras de que Beijing podría estar replanteándose las formas de su diplomacia internacional, se encuentran los comentarios del líder Xi Jinping en una sesión de estudio grupal del Buró Político del Comité Central del PCCh en el 2021. 

En la sesión, Xi manifestó la urgencia de que China mejore su comunicación internacional, con el objetivo de “ampliar el círculo de amigos que entienden China”. Con este propósito, solicitó a los funcionarios que crearan una imagen de China “confiable, adorable y respetable” en el exterior. 

Según algunos especialistas, luego del discurso de Xi se dio una serie de cambios notables en el personal diplomático de China y los mensajes al exterior estarían, en general, limitando los excesos de confrontación.

Si bien no hemos visto un alejamiento total del discurso violento utilizado por parte de ciertos diplomáticos y funcionarios del régimen chino, tal como el discurso del embajador Qin Gang el año pasado, la evidencia presentada apunta a que existe una desviación del comportamiento más escandaloso de los lobo guerreros, mutando a discursos más suaves y no tan confrontativos. 

Algunos ya venían señalando que la diplomacia del lobo guerrero no ha servido a los intereses estratégicos de Beijing y por este motivo se plantea un cambio de rumbo, esa es una posibilidad. Otra, no menos factible, es que el régimen chino ha ingresado en una nueva fase en la que puede predominar la cordialidad en su diplomacia internacional, debido a un nuevo proceso de debilitamiento político producto de su posible decadencia económica y la caída de su imagen internacional.

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