Fuente: gaceta.es
Rara vez ha llegado el momento de un discurso presidencial sobre el Estado de la Unión en Estados Unidos en una circunstancia tan transcendental, con una invasión rusa contra un aliado de Washington en marcha. Así que es natural que América y el mundo entero estuvieran pendientes de cada palabra del presidente Joe Biden, palabras que podrían traer la impensable guerra nuclear o la paz, un compromiso o un aviso, pero en cualquier caso una decisión con transcendencia mundial.
Por eso resultó algo desconcertante cuando, en el clímax de su intervención, el presunto presidente pronunció esta fatídica frase: «Putin puede rodear Kiev con tanques, pero nunca ganará los corazones y las almas del pueblo iraní«.
Vivimos días en los que la tragedia se mezcla abundantemente con la comedia de ‘sketch’ televisivo, pero el lapsus presidencial en una ocasión tan de vida o muerte para el mundo debería ser más motivo de alarma que de risas. Lo último que necesita la comunidad internacional en un «duelo al sol» del que todos podemos salir muy malparados es que al presunto «líder del mundo libre» se le vaya la cabeza y no parezca saber bien con qué enemigo tiene que habérselas ahora.
La capacidad cognitiva del presidente es un tema que se ha venido tratando desde su selección para la candidatura presidencial demócrata, y desde entonces acá ha dado sobradas muestras de no estar en las mejores condiciones mentales. Su posible principio de demencia senil se ha reflejado en silencios repentinos en mitad de frases, en frases balbuceadas e inconexas, confusiones flagrantes y olvidos clamorosos. No es exactamente la agudeza mental que uno desea en la persona al cargo del botón nuclear. De nada han servido los obsequiosos servicios de una prensa convencional que ha asumido para sí la tarea de disimular cada metedura de pata y tratar de explicar cada referencia oscura del anciano presidente.
No fue el único momento desconcertante del discurso, en el que insistió en que Estados Unidos está mejor que nunca. «A pesar de lo difíciles que han sido esos tiempos, soy hoy más optimista con respecto a Estados Unidos de lo que lo he sido toda mi vida, porque veo el futuro a nuestro alcance, porque sé que simplemente no hay nada que supere nuestra capacidad«, dijo. «Somos la única nación en la tierra que siempre ha convertido cada crisis en una oportunidad. La única nación que se puede definir con una sola palabra: posibilidades».
“Y así, en esta noche en nuestro año 245 como nación, he venido a informar sobre el estado de la nación. El estado de la unión”, siguió. «Y mi informe es este: el estado de la unión es fuerte porque ustedes, los estadounidenses, son fuertes. Hoy somos más fuertes».
«Somos más fuertes hoy que hace un año», afirmó Biden. «Y dentro de un año seremos más fuertes de lo que somos hoy. Este es nuestro momento para enfrentar y superar los desafíos… y lo haremos, como un solo pueblo, una América, los Estados Unidos de América”.
Hasta ahí, puro wishful thinking retórico con cero sustancia, pero no muy distinto a cualquiera arenga propagandista al uso. Lo más alarmante y misterioso llegó al final: «Dios los bendiga a todos», dijo. «Y que Dios proteja a nuestras tropas. Gracias. «¡Id a por él!», gritó Biden al finalizar.
¿Quién es «él»? ¿Putin, quizá Sadam Hussein? ¿Cree el presidente que el país está ya en guerra? ¿Está anunciando un violento cambio de régimen en Moscú? Que en Rusia llevan años tratando de montar una «revolución de colores» a las que tanto se ha aficionado la CIA en las últimas décadas no es exactamente un secreto, pero ese «¡id a por él!» se dirigía a las «tropas». ¿Se puede ser más irresponsable?