Fuente: es.clearharmony.net

En el lejano y misterioso Oriente, el lugar que hoy es China era el hogar legendario de los dioses, y por eso llevaba el nombre de “tierra divina”. Desde los tiempos antiguos, los chinos antiguos han creído que son descendientes de los dioses y que habitan una tierra que está en el centro del mundo.

Por lo tanto, llamaron –y aún llaman– a China “Zhong Guo”, “el reino central” (en mandarín ‘zhong’: centro, y ‘guo’: nación). Tal como una obra de teatro diseñada para dar un ejemplo al mundo, la larga historia antigua de este país central ha dado vida a una gran cultura, profunda y prodigiosa.

El pueblo chino se diferencia de aquellos de otras naciones y trasfondos en lo que respecta a su tradición de venerar al Cielo y adorar a los ancestros. ¿Cómo definen los chinos el “Cielo”? ¿Por qué creen que sus ancestros pueden bendecirlos y protegerlos como los dioses? ¿Qué significa exactamente la “cultura china semi-divina”? En este artículo hallaremos algunas respuestas.

Los primeros tres emperadores divinos

Un detallado estudio de la historia china revela que en las leyendas chinas más antiguas, después de los relatos sobre Pangu –creador del Cielo y la Tierra– , aparecen tres emperadores divinos: Nü Wa, Fu Xi y Shen Nong. Los historiadores modernos han considerado ese período de la historia china como mitología, porque todos los personajes históricos de entonces son descritos como omnipotentes, como dioses. Pero hasta principios del siglo pasado, los chinos estudiaban estas reseñas en los textos escolares como su historia, y no como mitos; en Taiwán aún lo estudian de esa manera, ya que allí se ha conservado la cultura tradicional.

Los primeros dos emperadores divinos, la diosa Nü Wa y el dios Fu Xi, llegaron juntos nada menos que para crear de la nada a la raza china y darle su primeras formas.

A tono con los más diversos relatos en las distintas culturas y épocas sobre la creación del hombre, Nü Wa creó a los chinos del barro y los moldeó a su propia imagen; en este caso, se dice que usó tierra de color amarillo. Por eso, ella es venerada como la madre del pueblo chino.

Nü Wa también se ocupó de crear a todas las criaturas en China para proveer de recursos al pueblo. Ella usó siete días para crear a todas las vidas, pero a diferencia del suceso bíblico, no se guardó el séptimo día para descansar sino para su obra maestra. El primer día creó al gallo; el segundo, al perro; el tercero, a la oveja; el cuarto, al cerdo; el quinto, a la vaca; el sexto, al caballo; y el séptimo, a los hombres destinados a aquella tierra de Oriente.

De los ‘nious’ a los primeros seres humanos
Se dice que los ‘nious’, figuras de barro creadas por Nü Wa, eran como muñecos sin vida, sin pensamientos ni movimientos. Como Nü Wa no estaba satisfecha con eso, exhaló su aliento mágico dentro de los nious y les dio un alma, e inmediatamente se transformaron en seres humanos con vida.
Pero a los primeros seres humanos les faltaba sabiduría y la capacidad para soportar los cambios externos. No sabían cómo controlar sus emociones y no comprendían lo que sucedía en sus entornos. No tenían un razonamiento lógico y eran muy vulnerables.

En los primeros tiempos, el pensamiento humano era muy primitivo. No había moral ni orden social. Aquellos seres se unían con familiares cercanos, y los niños vivían con sus madres, sin conocer a sus padres. Simplemente buscaban comida cuando tenían hambre y tiraban lo que quedaba cuando estaban satisfechos.

Según el libro Ban Gu, Baihu tongyi, entonces “Fu Xi miró arriba y contempló las imágenes en los Cielos, miró abajo y contempló los sucesos en la Tierra”, y tomó acción.

Como los humanos tenían la imagen de los dioses, no podían comportarse como otras criaturas. Entonces, Fu Xi estableció el sistema del matrimonio y la etiqueta en la primera sociedad china. Así, Nü Wa y Fu Xi dispusieron una manera de procreación apropiada para el hombre en la Tierra, y para que hombres y mujeres vivieran juntos y criaran a las generaciones siguientes.

Nü Wa dio algo de sabiduría a los seres humanos y creó instrumentos musicales para ellos. Así se desarrolló la música, el canto y la danza, con los cuales los seres humanos podían expresar sus sentimientos. Desde entonces, tuvieron las primeras dotes culturales para gobernar y enriquecer sus vidas.

Gradualmente, la gente supo cómo disciplinarse y manejar los acontecimientos en el ambiente que los rodeaba. La historia humana, cultura y otros aspectos comenzaron a ser desarrollados y se difundieron poco a poco. Progresivamente, la vida simple se volvió abundante, y fue adquiriendo significado.

Fu xi: civilizando a los humanos

Al igual que Nü Wa, Fu Xi era omnipotente. Se dice que llegó a la Tierra para enriquecer las cualidades humanas enseñándole a la gente comportamientos básicos y modos de vida.

Fu Xi enseñó a estos chinos primitivos cómo hacer redes para atrapar peces y cómo domesticar animales, dando origen a la crianza de ganado. De esta manera, la gente mejoró su productividad y desarrolló nuevos hábitos de trabajo y alimentación.

Avanzando en el nivel de civilización, Fu Xi creó el sistema “Shu Qi” para contar, reemplazando al anterior “Quipu”, que utilizaba nudos. También estableció un sistema de leyes y nombró funcionarios para que estuvieran a cargo de la administración pública y el gobierno. Este ha sido el modelo de referencia para futuras generaciones.

Pero el legado más importante que dejó Fu Xi a la descendencia china fue el “Diagrama de Río”, la versión más primitiva de los Ocho Diagramas (Ba Gua). A través del Diagrama de Río, los chinos pudieron identificar los decretos celestiales y seguirlos. Más tarde, sobre esa base, el emperador Wen, de la dinastía Zhou, escribió el Libro de los Cambios, también conocido como I Ching.

Los Ocho Diagramas son una herramienta de comunicación entre el Cielo y el pueblo chino. Durante todas las dinastías, los emperadores siguieron los fenómenos astronómicos observados –las disposiciones del Cielo– para gobernar a sus súbditos y al país.

Shen Nong: el padre de la medicina

El tercer monarca divino que bajó a tierras chinas fue Shen Nong. Según la leyenda, Shen Nong nació con un cuerpo transparente como el cristal, a través del cual se podía ver sus órganos claramente. Al tercer día de su nacimiento podía hablar, al quinto día podía caminar, y al séptimo día ya tenía todos los dientes.

Después de establecerse el sistema de matrimonio, la población en la antigua China aumentó gradualmente y se encontró con nuevos problemas. Primero, no sabía qué comer y qué no comer; tampoco sabía cómo curar las enfermedades. Se dice que una plaga causó la muerte de mucha gente en aquel tiempo.

Para encontrar soluciones a los problemas de la alimentación y las enfermedades, Shen Nong se adentró en las montañas para buscar comida y hierbas. Ya que necesitaba identificar qué hierbas eran comestibles, él las probaba y, como consecuencia, habitualmente se intoxicaba. Se dice que incluso llegó a intoxicarse setenta veces al día. Como su cuerpo era transparente, él podía ver a través de su cuerpo cómo reaccionaban las hierbas; así se daba cuenta qué especies eran comestibles y cuáles no, y la propiedad curativa de cada una.

Shen Nong encontró 365 hierbas con propiedades curativas. Este conocimiento fue recogido más tarde en un libro: el ‘Compendio de materia médica’, considerado la “biblia” de la medicina china. Es un libro que enumera todos los animales, vegetales y otros productos naturales a los cuales se les atribuye propiedades medicinales. Todo el desarrollo médico subsiguiente está basado en este compendio. Por eso Shen Nong fue honrado como padre de la medicina china.

Este emperador divino también enseñó a producir herramientas para la agricultura y a cultivar alimentos, llevando a los chinos a una sociedad tribal agrícola.

También enseñó cómo hacer cerámica, cómo cocinar sobre las brasas. Y a las mujeres les enseñó cómo hacer seda a partir de los gusanos.

También estableció un mercado de trueque de productos, donde la gente podía intercambiar mercancías y así mejorar sus vidas considerablemente.

Por todo ello, generaciones de agricultores, farmacéuticos y médicos han venerado a Shen Nong como su deidad.

Con la asistencia de los dioses, la calidad de vida de la antigua gente china mejoró y fueron capaces de lidiar con la naturaleza y establecer normas básicas de comportamiento humano. De esta forma, los chinos se volvieron gradualmente más fuertes y la sociedad se transformó hacia una civilización primigenia.

La etapa histórica china de los tres emperadores divinos demarca un período especial en el que los dioses vivieron entre los chinos comunes y les impartieron la civilización en forma directa. Esta es la razón por la cual los chinos han tenido un enorme respeto por el Cielo. El concepto compartido del “respeto por el Cielo” no sólo se manifiesta como una base fundamental de la civilización china, sino que es el núcleo de una cultura que fue legada directamente por dioses.

El comienzo de la cultura ‘semi-divina’

Fue recién hace cinco mil años cuando el evento más importante de la historia de la humanidad tomó lugar en China: el advenimiento de la Era de Huang Di, el Emperador Amarillo. De acuerdo con la leyenda, a partir de este momento, la gente fue separada de los dioses o, dicho de otra forma, los dioses no convivieron más con los chinos en la Tierra. En resumen, los dioses fundaron la civilización china, pero el hombre gobernó y fue responsable por la cultura desde el tiempo del Emperador Amarillo.

Con la llegada de Huang Di, se desarrolló el lenguaje chino escrito. A partir de entonces, el pueblo chino fue creando y desarrollando invenciones que enriquecieron la cultura del hombre.
El Emperador Amarillo estableció la ley y el orden, reclutó gente virtuosa y sabia para gobernar, adoró al Cielo y a la Tierra en las cumbres y pies de las altas montañas, y así gobernó China. Durante este tiempo brotaron además el compás, medicinas, calendarios lunares, matemáticas, instrumentos musicales, la cerámica y la seda, entre otros desarrollos.

En el reinado de cien años del Emperador Amarillo, desde el año 2.698 a.C., según archivos históricos, no había robos o peleas en las calles. Las personas eran amables, contenidas y muy consideradas con los otros. El tiempo era favorable para los cultivos, y el pueblo tenía buenas cosechas cada año. Incluso los tigres y leopardos no dañarían a la gente. Todo, hasta los pájaros y las bestias, estaba bajo la influencia de los valores del Emperador Amarillo. Era el pináculo de una era próspera en la que “el Dao (el Camino) gobernaba China y la gente vivía en un mundo semi-divino”. Esta es la razón por la cual las generaciones posteriores de chinos reverenciaron al Emperador Amarillo como el primer antepasado de la humanidad.

En el año 2.598 a.C., el Emperador Amarillo construyó una gran embarcación al pie del Monte Qiao. Ni bien concluyó la construcción, con el Emperador Amarillo y más de setenta funcionarios de la corte real a bordo, el cielo se agrietó y un dragón dorado descendió para llevarse la embarcación.

Montados sobre el dragón dorado, Huang Di y sus séquitos se elevaron al Cielo a plena luz del día, después de alcanzar la perfección espiritual sobre la Tierra y cumplir sus misiones. Decenas de miles de personas vieron esta escena sagrada y magnífica con sus propios ojos. Con gran sobrecogimiento y anhelo, los funcionarios y demás residentes sepultaron las ropas del Emperador Amarillo en el Monte Qiao, que hoy es el monumento al Emperador Amarillo en la provincia de Shanxi.

El Emperador Amarillo mostró al pueblo chino que el hombre puede retornar al Cielo por medio de la cultivación espiritual. A partir de esta experiencia y de los relatos sobre la historia previa, el pueblo chino siempre creyó que los dioses crearon al hombre, que el hombre viene del Cielo y que debe buscar el Dao (el camino) para retornar, como hizo Huang Di.

Volver al origen
El pueblo chino cree que, invariablemente, la única vía de conexión entre el hombre y la divinidad es mejorarse cultivando el corazón de acuerdo con el Dao. Con enseñanzas como, “El hombre sigue a la Tierra, la Tierra sigue al Cielo, el Cielo sigue al Dao, y el Dao sigue lo que es natural”, la sabiduría que surge de la unidad entre el Cielo y la humanidad corre por las venas de la cultura china.

Ya que el ser humano se integra con el Cielo y la Tierra, existe en mutua dependencia con ambos. El Dao del universo nunca cambia, el universo marcha de acuerdo con el Dao en un orden natural, y la Tierra sigue los cambios del Cielo. Al seguir el orden natural del Cielo y la Tierra, la humanidad disfruta de una vida llena de gratitud y bendiciones. Por eso, para los chinos, la astronomía, la geografía, el calendario, la medicina, la literatura y hasta las estructuras sociales siguen este principio.

Al seguir el orden natural del Cielo y la Tierra, la humanidad disfruta de una vida llena de gratitud y bendiciones

Aunque el pueblo chino ha sufrido numerosas invasiones, ataques, tribulaciones y sufrimientos a lo largo de su historia, su cultura tradicional siempre ha manifestado gran resistencia y energía.

A lo largo de los siglos, las distintas dinastías se rigieron por el Dao, y siempre hubo personas que buscaron el Dao. El hombre es considerado la más sabia y preciosa criatura sobre la Tierra porque posee una naturaleza divina innata.Es a través de la cultivación del Dao que esta naturaleza brota.

Y es así que en la historia china aparecen muchos cultivadores con grandes poderes psíquicos, capacidades sobrenaturales o expresiones de sabiduría únicas, tales como los legendarios estrategas militares y daoístas que sirvieron como los “hijos del Cielo”: Jiang Ziya, Zhuge Liang y Liu Bowen.

También pasó Damo (o Boddiharma), quien atravesó un río sobre un tallo de bambú; o el monje Jigong, quien podía arrojar pesadas maderas sentado en la Montaña Emei con sus capacidades sobrenaturales; o Zhang Sanfen, quien creó el Taichi; y los Ocho Inmortales, incluido Lü Dongbin, quien eliminó la maldad y contuvo al demonio.

El hombre es considerado la más sabia y preciosa criatura sobre la Tierra porque posee una naturaleza divina innata
Todas estas famosas figuras históricas chinas eran cultivadores del Dao o el Fa (la Ley). La historia además cuenta sobre muchos grandes literarios como Su Shi, Wang Wei, Li Bai, Tao Yuanming, Meng Haoran y Bai Juyi, que eran también cultivadores. El concepto de la ‘cultivación’ espiritual prevaleció, no sólo en las filosofías o religiones –como el confucianismo, el budismo y el daoísmo– sino también en la vida cotidiana hasta la dinastía Qin.

Con ese principio rector, la cultura china encarnó la honestidad, la amabilidad, la armonía y la tolerancia.

Es así que, a lo largo de la historia antigua, incluso al estudiar o trabajar, los chinos ponían gran atención en sentarse con las piernas cruzadas en forma de loto, ajustar la respiración y limpiar su corazón; toda la gente de todas las edades y profesiones estaba en ese estado.

En conclusión, la historia nos revela que la cultura antigua china, hoy desarraigada en su tierra pero aún viva esperando renacer, es una prolongación de aquella de los dioses y guarda el sentido de la vida humana. Esta cultura llena de respuestas nos dice que el cuerpo humano fue creado en la Tierra como un vehículo para cultivarse y regresar a la naturaleza divina original, que los cultivadores chinos han llamado ‘naturaleza Fo’ (naturaleza ‘Buda’ o de un ‘ser iluminado’) o naturaleza innata. Este es el gran mensaje que se trasluce de los registros de la historia china, un mensaje que no es solo para chinos sino para todos los pueblos del mundo: el profundo significado de la vida humana.

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