Por la Dra. Mª José Martínez Albarracín – Ciencia y Salud Natural
A lo largo de estos dos años, desde que se hiciera la declaración de pandemia por Covid, se han hecho diversos análisis sobre los protocolos de tratamiento hospitalarios y en residencias de la tercera edad, llegando algunos expertos a la conclusión de que parecieran haber sido diseñados más para matar que para curar a los enfermos y ya es bien sabido cómo se abandonó a los mayores denegándoles atención hospitalaria y administrándoles fármacos que se han bautizado como Cócteles de Eutanasia : Fentanilo o morfina y midazolam.
A raíz de conocer mejor la fisiopatología del síndrome covid, desde que se hicieran autopsias de los fallecidos (recordemos que contraviniendo el “consejo” de la OMS y la negativa de los gobiernos), se supo que se habían cometido graves errores en el tratamiento, pues si bien, el síndrome covid suele cursar con neumonía bilateral, esta no es siempre grave y son los problemas hemodinámicos (trombos) y hematológicos ( anoxia tisular) los que pueden complicar y agravar el cuadro clínico. Por esta razón, el uso indiscriminado y temprano de la ventilación mecánica, especialmente si era invasiva con intubación y traqueotomía, supuso un grave perjuicio y propició muchas muertes evitables. Por otra parte se ensayó con los enfermos una serie de fármacos antivirales como el remdesivir o el tocilizumab, eso sí, autorizados por la vía de emergencia (nunca se hicieron ensayos clínicos adecuados con los mismos), cuando no se administraron combinados antirretovirales para tratar el VIH como Kaletra. Todos ellos inmunodepresores y con reconocida toxicidad hepatorenal.
También asistimos con estupefacción a la manera de contabilizar las muertes Covid, ¿por Covid? ¿con Covid? Lo cierto es que se clasificaron en base a un test PCR positivo a 40 ciclos mínimo y realizado en un periodo de tiempo impreciso, a veces varios meses antes del fallecimiento. Algo completamente anticientífico y completamente aberrante.
Más aberrante aún parece el “incentivo económico” dado a los hospitales por diagnóstico, ingreso en UCI, Intubación mediante traqueostomía, y fallecimiento covid. Todo ello publicado en el Boletín Oficial del Estado, BOE. Y no es solo en España, esto es una constante a nivel mundial decidida por ¿Quién o quiénes? pero seguida a rajatabla por los estados. El abogado estadounidense, defensor de los derechos humanos Thomas Renz, estima que un paciente Covid “adecuadamente” tratado y fallecido en un hospital de USA puede suponer un incentivo de 100.000 dólares.
Pasada la primera ola y tras hacerse numerosas publicaciones que denunciaban estos errores, el común de los mortales pensaría que muchos de ellos se habrán corregido y que durante este otoño invierno las gripes-covid se han tratado ya “correctamente”. Pues por desgracia nada más equivocado: se han seguido y se siguen aplicando protocolos de tratamiento que más bien parecieran diseñados para perjudicar a los enfermos que para sanarlos.
Siendo ya bien conocido, o al menos, debiera conocerse, por los médicos de atención primaria, que el Covid es un síndrome inflamatorio que cursa como complicación de un proceso vírico generalmente tras una semana de evolución del mismo y cuando ya no hay replicación viral. A pesar de ello, lo primero que hacen es recetar paracetamol a los enfermos ambulatorios. Esto es un grave error, puesto que el paracetamol agota el glutatión hepático que es un potente antioxidante endógeno, imprescindible para combatir la inflamación, por lo que estaría mucho más indicada la aspirina que además de antiinflamatoria y antipirética es antitrombótica y es sabido que los enfermos Covid presentan una gran tendencia a la hipercoagulación. Y también por esta misma razón, la administración de tóxicos y carísimos antivirales no está justificada.
Pero eso no es lo más grave, ya que el verdadero calvario de los diagnosticados Covid empieza con el ingreso hospitalario. Me consta por información directa de muchos familiares de enfermos, así como por los informes clínicos de pacientes Covid que obran en mi poder (tras el alta hospitalaria por exitus o por recuperación) que en cuanto una placa Rx es significativa de neumonía con test PCR positivo, aunque el paciente esté clínicamente estable, respire con normalidad y pueda hacer vida prácticamente normal, es ingresado en un hospital y en un par de días trasladado a UCI. Ya durante el primer ingreso se le aplica ventilación asistida mediante Bipap, para lo cual se le seda de forma salvaje administrándole fentanilo por vía intravenosa además de sedantes orales benzodiacepínicos (loracepam, midazolam…). El fentanilo es un narcótico sintético más fuerte que la morfina y produce una marcada depresión del centro respiratorio, por lo que, el posible beneficio de la oxigenoterapia por ventilación asistida puede ser completamente neutralizado y el motivo por el que se aplica esta sedación es para que “acepte mejor” la máscara, algo completamente injustificado.
Es muy importante remarcar que la anoxia del enfermo covid es principalmente metabólica (como lo demuestra la marcada elevación del enzima LDH) y no tanto respiratoria, por lo que es imprescindible valorar el modo en que se administra el oxígeno al paciente y por esta misma razón las terapias oxidativas, especialmente la autohemoozonoterapia, son mucho más eficientes y deberían ser el tratamiento de elección en casos graves. Hay bibliografía científica que lo justifica, precisamente en el tratamiento de Covid, por mucho que la complicidad con farmaindustria tache la ozonoterapia de pseudoterapia.
Por otra parte la ventilación mecánica no invasiva tipo bipap, no está exenta de complicaciones entre las que destacan daños por aplicación de una presión inadecuada (atelectasias e incluso neumotórax), sequedad de mucosas y acúmulo de secreciones que pueden favorecer una infección bacteriana que complique la neumonía. Además de úlceras cutáneas, si la máscara se mantiene demasiado tiempo en la misma posición, por lo que es preciso valorar adecuadamente el riesgo/beneficio de su aplicación en una neumonía basal y leve en la que no existe un claro compromiso respiratorio.
Además del cóctel de sedantes, al ingresado por Covid se le priva de alimento, al menos inicialmente y se le “secuestra” aislándolo de sus familiares, especialmente si no están inoculados con la terapia génica experimental, con lo que se incapacita al paciente para tomar decisiones sobre la evolución de su propio tratamiento, no siendo capaces, en muchos casos, ni siquiera de telefonear a sus familiares. Estos familiares se encuentran que, de la noche a la mañana y sin que nadie les haya informado ni pedido autorización mediante el preceptivo consentimiento informado, a su familiar se le ha practicado una traqueostomía con intubación para aplicación de ventilación mecánica mediante respirador. Procedimiento invasivo que no suele mejorar en nada la evolución del cuadro y que, en muchas ocasiones precipita una complicación por bacterias resistentes produciéndose una infección nosocomial que puede terminar en el fallecimiento del paciente o, en el mejor de los casos alargar durante mucho tiempo la estancia en UCI y la administración de antibióticos en dosis muy altas. Algunos informes de denunciantes estiman que el porcentaje de fallecimientos tras la intubación está en torno al 85%.
Evidentemente la intubación requiere aumentar aún más la sedación y administrar alimentación enteral que frecuentemente produce estreñimiento. También se producen hemorragias traqueales por el procedimiento quirúrgico que deben ser cuidadosamente aspiradas, de lo contrario, se forma un trombo que tapona la vía traqueobronquial, de difícil extracción, como es el caso de uno de los informes clínicos que obra en mi poder y que precipitó la muerte de la persona en cuestión.
Cuando el enfermo se encuentra en la UCI, es frecuente que se le administren fármacos inmunodepresores como corticoides y antivirales. Los primeros, debido a su elevada eficacia antiinflamatoria pueden estar indicados según su evolución, pero los segundos (kaletra, remdesivir , tocilizumab) no solo no aportan ningún beneficio sino que favorecen la evolución hacia infecciones hospitalarias y en no pocas ocasiones el enfermo refiere que la administración de alguno de ellos (especialmente tocilizumab que está solamente autorizado para uso de emergencia) supuso un antes y un después en el empeoramiento de su evolución clínica.
Para concluir, quiero expresar que me produce un gran estupor y preocupación comprobar que la medicina ha sido protocolizada hasta tal extremo que poco importa que la atención médica sea dispensada por un ser humano o por una máquina y que, es muy conveniente ser capaz de autogestionar la propia salud evitando acudir a los hospitales si no es imprescindible, cosa que hoy día parece impensable, ya que el sistema nos ha acostumbrado sibilinamente a querer tratarlo todo de manera inmediata y farmacológica.