Por José Hermosa – BLes.com

No solo es que la natalidad en China está disminuyendo aceleradamente, sino que ahora los jóvenes eligen ‘vivir tumbados’ y trabajar solo lo mínimo, en protesta por la carencia de opciones para construir una vida atractiva y accesible, en el seno de la sociedad que determinan el régimen chino y las grandes empresas contratantes. Este desafiante movimiento plantea una gran incógnita sobre el futuro del Partido Comunista de China (PCCh).

De acentuarse estas dos tendencias en China, el mundo podría estar observando en poco tiempo un fenómeno inusual en el que, además de disminuir la población, la generación llamada a asegurar el futuro del sistema imperante se resiste a hacerlo y se niega a seguir los parámetros estandarizados, empeorando la situación. 

 Pero, ¿En qué consiste el movimiento ‘lying flat’ o de los ‘tumbados’, que atrae tanto a los ‘millennials’ y a los jóvenes de la generación ‘Z’? 

Un sistema carente de equidad

Aquellos jóvenes que recién superan los 20 años han captado la inequidad de un sistema que los exprime durante toda su niñez y adolescencia para que obtengan las notas académicas más altas, que los calificarán para enfrentarse en una lucha sin cuartel en los temidos exámenes “gaokao”. 

Estas pruebas nacionales convocan a 11 millones de aspirantes a un cupo universitario que les podría abrir la opción a una vida de supuesto éxito. Es de tener en cuenta que esta lucha involucra sacrificios de toda la familia durante décadas, que se esfuerza para que su descendiente obtenga lo mejor.

De terminar satisfactoriamente la etapa universitaria final, los ganadores pasan a buscar trabajo en las grandes empresas como Alibaba, Tencent y otros gigantescos conglomerados económicos, pero no todos obtienen el puesto anhelado.

Los afortunados que lo logran, tienen que cumplir con la maratónica jornada laboral que ha llegado a conocerse como la 9-9-6, porque involucra un horario desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche durante 6 días a la semana, lo que implica una carga laboral de 72 horas semanales, que en casos aún más extremos puede llegar a las 126 horas. 

Como si fuera poco, aparte de las largas horas en la oficina, los correos electrónicos y la mensajería instantánea hacen que los empleadores siempre puedan estar en contacto, proyectando su imagen más allá del ámbito laboral.

Si bien los empleados podrían retirarse a descansar y atender a sus familias a las 6 de la tarde, la competencia contra sus colegas de oficina y contra las gigantescas empresas competidoras es tal que tanto los jefes como los empleados empiezan a aumentar las horas de trabajo una a una hasta las 9 de la noche, de lo contrario, quien no lo haga podría ser expulsado del sistema por los resultados que presentan quienes sí se quedan durante esa extenuante jornada. 

Frustración y protesta

Esta forzada ‘cultura del trabajo’ se ha incorporado de tal manera en la sociedad china que incluso uno de los lemas que suelen utilizarse en las empresas es: “No comas, no duermas, no vayas a casa – así que quédate en la oficina – tienes que comprometerte, tienes que jurar que vamos a aplastar a los competidores”.

El lema lo captó el autor y conferencista Pascal Coopers en China de una pancarta en una de las tiendas del competidor de Alibaba en China, JD.com, durante un festival de compras del 2019. El mismo multimillonario chino Jack Ma, fundador de Alibaba, ha sido uno de los que elogia e impulsa la jornada 9-9-6.

En este contexto, para la nueva generación de chinos el panorama de vida no resulta nada halagador, más aún cuando analizan que las opciones de superación tratando de independizarse de esa forma de trabajo son prácticamente nulas. 

Los veinteañeros consideran que en la sociedad regulada por el régimen chino ya no encontrarán las posibilidades de mejoramiento de sus vidas como las que tuvieron sus padres, y optan por la tendencia a ‘vivir tumbados’, o en “Tang ping”, en chino mandarín.

En la práctica este movimiento se extiende como pólvora entre los de su generación, y los lleva a “no hacer nada”, eligiendo vivir de manera sencilla, barata y sin estrés. En este sentido, Lin, un trabajador de recursos humanos de 24 años, expresó el Tang ping como la alternativa de vida que les queda porque: “los jóvenes no pueden convertirse en ‘ganadores en la vida’ que compran coches, apartamentos, se casan y tienen hijos”.

Wang, un técnico de laboratorio también de 24 años, dijo que el “acostarse” le pareció bien, porque: “Enviar currículos era como pescar una aguja en el océano”, agregando: “Estás machacado por la sociedad y solo quieres una vida más relajada. ‘Estar tumbado’ no es esperar a morir. Sigo trabajando, pero no me extiendo demasiado”.

El internauta identificado como ‘A Kind Traveler’ fue quien marcó el punto de partida del movimiento con un artículo publicado en internet, y en su proyecto de vida intenta mantener sus gastos mensuales en el equivalente de 31 dólares. 

Obtiene su dinero trabajando únicamente uno o dos meses al año, dispone del resto del tiempo para sí y el dinero hasta le alcanza para viajar gastando el mínimo, como fiel ejemplo de este naciente estilo chino de vida. 

Otro de los seguidores del movimiento de los ‘acostados’, de 35 años, señaló: “Así que ahora que he resuelto la vida, me limitaré a ser un joven despreocupado que no lucha, ni grita, ni se queja; no me casaré, ni tendré hijos, ni compraré un apartamento. Lo que haré será tumbarme tranquilamente”.

Por su parte, el emprendedor universitario Sun Ke, quien tras graduarse en 2017 luchó al ‘viejo estilo’ intentando establecer un restaurante en Shanghai, luego de perder 155.000 dólares de su familia compartió la experiencia:

“Para competir con otros con aplicaciones de servicio a domicilio, mi socio y yo tuvimos que sacar dinero de nuestros propios bolsillos, no cobrar la tarifa de la entrega y darles descuentos a los clientes. Y los que siguen haciendo dinero son esas grandes franquicias”, expresó frustrado Sun. 

Para Sun, su fracaso es una típica manifestación de ninjuan, un término chino que literalmente significa enroscar y que se ha extendido con la acepción de “involución”, y también como agotamiento, decepción y desánimo, interpretado en el sentido social de que  el aumento de la población no resulta en mayor productividad ni en mejoras de innovación. También designa a los que se rinden, a los que se encierran en sí mismos.

Otro de los ejemplos lo presenta Emma Rao, quien gastó tres años esforzándose con la jornada 9-9-6 después de trasladarse de Nanjing para trabajar en un centro financiero de Shanghái. Solo le quedaba tiempo para comer, ducharse e irse a la cama, por lo que sintetizó su experiencia laboral manifestando: “Estuve casi deprimida. Me privaron de toda mi vida personal”.

A menudo, Rao navegaba por internet, leía las noticias y miraba videos en línea hasta bien pasada la medianoche, entrando en otro desorden conocido como “desvelo en venganza”, que también impacta a quienes ya han desordenado sus vidas con las jornadas 9-9-6.

Asimismo, un trabajador de la provincia de Guangdong compartió el impacto de su vida laboral expresando que él  sentía que “le pertenecía a otra persona” y que solo podía “encontrarse a sí mismo” cuando llegaba a casa y se refugiaba en su cama al acostarse.

La “involución” con esta acepción se constituye en una denuncia de los jóvenes que son llevados al extremo en su esfuerzo por responder eficientemente a los requerimientos y presiones de los grupos empresariales vinculados al Partido Comunista de China (PCCh) cada vez más exigentes. 

Por su parte, el profesor Biao Xiang, de la Universidad de Oxford, manifiesta al respecto: “Los jóvenes siguen sintiendo que si no trabajan duro o participan en competencias serán rechazados por la sociedad, pero no ven un avance a pesar de sus repetidos esfuerzos”. 

Los universitarios que analizan el contexto social más amplio deducen que este nada más les ha deparado una perspectiva estrecha para su vida futura, se sienten frustrados y miran con resentimiento a los multimillonarios que una vez pudieron haberles estimulado a seguir su camino.

El tono de los comentarios que aún se encuentran en las redes sociales permiten percibir ese disgusto acumulado, tal como se desprende de la nota publicada por uno de los internautas, quien expresó:  “Si los jefes pudieran solidarizarse con la gente que trabaja para ellos, el ‘996’ no existiría y tampoco la involución”. Otros de ellos dijeron:  “Los capitalistas deberían cerrar la boca”.

En cierto sentido, podría captarse que el ambiente social en China está generando otro núcleo de protesta social; en este caso, son justamente los universitarios los que constituyen el fermento, de manera similar a como ocurrió con el movimiento estudiantil que concluyó trágicamente en la Plaza de Tiananmén en 1986. 

Se calcula que en esa triste fecha, la noche entre el 3 y 4 de junio, fueron masacrados alrededor de 10.000 estudiantes que reclamaban libertades políticas y democracia, tras ser aplastados por el ejército a cargo del PCCh, cuyos líderes impartieron la orden de hacerlo negándose a escuchar las solicitudes de los manifestantes.   

En concepto de la doctora Fang Xu, catedrática de la Universidad de California en Berkeley, el movimiento de ‘los acostados’, persistirá, por lo que declaró: “Tristemente, diría que en los próximos cinco a diez años será así, porque no hay grandes evoluciones tecnológicas en el ámbito industrial, de manera que no hay nuevos campos que puedan explorar”.

El régimen chino reacciona

El ‘relajarse’ de la manera que plantean cada vez más jóvenes en China se convierte en un golpe bajo para los planes de expansionismo mundial con los que se ha comprometido durante décadas la más alta cúpula del PCCh, desafiando abiertamente a muchos países desarrollados a los que considera sus rivales en la arena geopolítica. 

De hecho, esa actitud de los jóvenes ante la vida va por completo en contra de los estándares de esfuerzo máximo que han caracterizado a las generaciones anteriores, presionadas por la necesidad de sobrevivir y sostener a sus familias.

Por otro lado, se suma a la actitud de rechazo que millones de chinos han manifestado hacia los diferentes grupos de afiliación al PCCh, tal como lo informa el medio independiente internacional especializado en noticias sobre China, Minghui.org., planteando un interrogante: “380 millones de chinos han visto a través del PCCh y han elegido abandonar el Partido Comunista, la Unión de la Juventud Comunista y los Jóvenes Pioneros. ¿Qué significa que muchos más jóvenes hayan decidido no cooperar con el PCCh?”.

En este contexto, el líder del PCCh, Xi Jinping, ha sostenido el lema de “arremangarse y trabajar duro”. En un discurso de 2018, Xi, reforzó el mensaje diciendo que el futuro “pertenece a aquellos que trabajan duro” y que “la felicidad solo se puede lograr a través de grandes emprendimientos”.

Asimismo, el profesor de la Universidad de Tsinghua, Li Fengliang, expresa una de las apreciaciones que el movimiento de los ‘relajados’ le merece a él, un destacado intérprete del sistema establecido por el PCCh: “El concepto de ‘acostarse’ es “una actitud extremadamente irresponsable que no solo decepciona a los padres, sino también a cientos y millones de contribuyentes”. 

Por su parte, los medios también se han manifestado en ese sentido, calificando el movimiento de los ‘acostados’ como “injusto y vergonzoso”, o destacando los perjuicios que le causan a la economía y a la sociedad en general. Es de prever que si los jóvenes no producen ni gastan, el crecimiento económico se verá seriamente afectado.

La misma agencia oficial de noticias, Xinhua, promocionó la versión de ciudadano que espera el PCCh, publicando un vídeo de la jornada laboral de 12 horas de un científico, acompañado de un hashtag, ahora retirado, diciendo: “el científico de 86 años que rechaza estar tumbado”.

¿Una bomba de tiempo?

Un análisis que hace el profesor de Investigación de Ciencias Políticas en el Departamento de Gobierno y Estudios Internacionales de la Universidad Baptista de Hong Kong, Jean-Pierre Cabestan, señala varios aspectos del comportamiento de la juventud que le preocupan al PCCh, y que podrían implicar un insospechado efecto social muy diferente al que fue aplastado en la Plaza de Tiananmén, pero quizás aún más impactante,  tal como lo expresó en una entrevista concedida el 20 de enero.

Ante la pregunta de si el PCCh tiene miedo de la juventud, Cabestan contestó: “No solo a los peinados o las faldas cortas… ¡Las autoridades están ahora a la caza frenética de los tatuajes! Esto demuestra que sienten que la juventud se les escapa, sobre todo la urbana, pero no solamente esta”, agregando: “Los jóvenes han crecido en una China en la que dominaba el consumismo. Su mundo actual gira en torno a Internet, el entretenimiento en línea y el dinero que se ha vuelto inmaterial”. 

Y continuó diciendo: “Observe a diez jóvenes cenando juntos. Todos pasan el tiempo encorvados sobre sus teléfonos móviles. Sus intercambios son rudimentarios. Esta forma de retraimiento individualista preocupa obviamente a las autoridades, que ven que los jóvenes solo se interesan por los juegos y las páginas de citas. Pero lo que más asusta al régimen es que tienen acceso a información que no siempre es oficial”.

Cabestan comenta con respecto al “acostarse” o Tang ping, que es uno de los fenómenos que más les preocupa a los líderes del PCCh: “Es el individualismo rampante, muy marcado entre ellos. En general, hay poco espíritu cívico en China. Se podría decir que es la bolsa la que establece la jerarquía de valores”.

Y agrega: “Esto genera una juventud que a menudo parece cínica. Y también genera actitudes que no son del agrado del Partido. Por ejemplo, los seguidores del Tang ping, los que levantan el pie del acelerador y rechazan el trabajo duro”.

Asimismo, se refirió a las medidas que toma el PCCh en favor de la juventud que consisten únicamente en que “ha aumentado el número de órdenes”. Entre ellas las prohibiciones, en particular las de videojuegos para los menores de 18 años, quienes, sin embargo, las eluden utilizando las VPN o las cuentas de sus padres. 

Por otra parte, el ‘vivir acostado’ de los jóvenes es una nueva manifestación de un fenómeno más amplio que ya se venía gestando desde y el pasado y que afecta a otras esferas de la población china, y en particular a los burócratas. 

Esto se podría inferir de las protestas y reclamos del premier del PCCh, Li Keqiang, quien ha expresado frustración ante la negligencia de su burocracia en los últimos años, según el medio de comunicación en lengua china Da Ji Yuan.

En este caso, la actitud de los funcionarios revela: “pasividad o falta de iniciativa. Deciden no hacer nada para evitar conflictos y responsabilidades”; sobre esto en el 2014 Li expresó: “Es necesario tomar medidas contra los cuadros mediocres”, agregando: “Estar en una posición para no actuar, tomar el salario para no actuar, la mediocridad y la pereza, ¡Son también un tipo de corrupción!”.

Ahora, siete años después, la situación no ha mejorado, de acuerdo con un informe del “Anhui Daily” de China en febrero, según el cual el secretario del comité municipal del PCCh, Ling Yun, criticó a algunos funcionarios por su confusión, la espera de arreglos, el traslado y la jubilación.

Estas manifestaciones de Tang ping serían también una muestra de la corrupción que impregna la cultura del trabajo bajo las regulaciones del PCCh. La corrupción, a su vez, se ha convertido en uno de sus problemas constantes durante muchos años, y ha empeorado con el tiempo. 

Es de considerar que, paralelamente, algunos funcionarios creen que no hay oportunidades ni futuro en su carrera, además de ser acusados de no querer asumir las responsabilidades que se derivan de sus cargos. 

Al volver la vista hacia atrás en el pasado del PCCh, se observa que este partido fue creado y alimentado con base en el terror que impartieron sus precursores desde 1920. Durante el periodo transcurrido entre 1950 y 1952  lograron: “destruir a los terratenientes y funcionarios del campo, y sustituirlos por gente del PCCh, robar a la gente que había sido asesinada, llevándose una gran cantidad de bienes públicos, y  sembrar el miedo al PCCh, una obsesión que nunca desaparecerá del corazón del pueblo chino”, reseñó la autora Emma Watson en octubre.

Y agregó: “Más tarde, el Partido Comunista Chino utilizó este miedo y esta obsesión del pueblo para disuadirlo y reprimirlo”, por lo que no es de extrañar que se haya desintegrado casi por completo la milenaria cultura que permitió a la gran nación china prosperar y convertirse en un referente de la civilización humana durante los milenios previos a la aparición del PCCh.

Ahora el escenario resultante presenta una sociedad desmoralizada y apática por un lado, y a una élite dominante por el otro lado, que padece los mismo síntomas y que se ve en dificultades para mantener y dar continuidad a un doloroso experimento social que ata precariamente a más de 1.400 millones de personas. 

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