Por Carlos Esteban – La Gaceta de la Bioesfera
¿Se acuerdan mis lectores españoles de la ‘Ley Mordaza’ del PP? Por supuesto, nunca existió una ley con ese nombre. Se trataba de una simple ley que, con mayor o menor fortuna, pretendía regular la seguridad ciudadana. Pero la entonces oposición socialista y la izquierda radical tuvieron tal éxito al denominarla Ley Mordaza que ese pasó a ser su nombre oficioso en todas partes, hasta el punto de que los medios se referían invariablemente a ella con ese apelativo, con los resultados de imagen que se pueden imaginar.
Algo similar están intentándole hacer a Ron DeSantis, gobernador de Florida, con la última y audaz medida legislativa que ha tomado para que no se adoctrine a los niños de primaria con cuestiones de género que no tienen edad para entender ni corresponde a su desarrollo, la Ley de Derechos de los Padres en la Educación. Sus opositores -políticos, comentaristas y medios- han venido a denominar esta ley con el nombre de ‘Don’t Say Gay’ (No Digas Gay) con éxito abrumador, sin que importe mucho ni poco que la palabra ‘gay’ no aparezca una sola vez en el texto legislativo. Y entre los enemigos de la ley ha destacado una gigantesca corporación de enorme influencia mundial y especialmente clave para el estado de Florida: Disney.
La formidable corporación, que se ha sumergido de bruces en la propaganda LGBI en todos sus productos, especialmente en los enfocados a niños, está lejos de ser el único enemigo de DeSantis en la guerra cultural planteada por el gobernador, pero sí es uno de los que más daño puede hacerle. El estado alberga en Orlando Disney World, el parque de atracciones más famoso del mundo, y la propia corporación ha contribuido generosamente en el pasado a la campaña del ahora gobernador.
El director general de Disney, Bob Chapek, no solo ha criticado duramente la ley públicamente, sino que se ha dirigido a sus accionistas para transmitirles la «decepción y preocupación» de la empresa por la aprobación de esta ley que, dijo, «puede usarse para discriminar injustamente a los niños gays, lesbianas y no binarios y a sus familias». Por su parte, el personal LGTBI de Disney ha convocado una serie de huelgas contra esta legislación.
Cualquier gobernador hubiera echado marcha atrás. Pero Ron DeSantis está hecho de otra pasta, más dura y correosa, como ha demostrado al oponerse al gobierno federal en el régimen de medidas contra la pandemia o en la enseñanza en los colegios de la corrosiva Teoría Racial Crítica.
Durante un acto en la propia Orlando, sede de Disney World, DeSantis dejó meridianamente claro que el estado no va a basar sus decisiones en «las elucubraciones de las corporaciones ‘woke‘, en incluso contraatacó criticando a Disney por sus cuestionables lazos con la brutal tiranía china.
«La posibilidad de que dé marcha atrás en mi compromiso con los alumnos, de que ceda en mi compromiso con los derechos de los padres, solo por las narrativas tramposas de los medios por la presión de las corporaciones ‘woke’, esa posibilidad es cero», manifestó, tajante, en su intervención.
Y siguió disparando: «Y esas empresas que han amasado fortunas presentándose como creadoras de productos para la familia y la infancia tienen que entender que los padres con hijos pequeños no quieran que se les inocule eso en la guardería de sus hijos. Que no quieren que los maestros les digan a los niños pequeños que pueden elegir pertenecer al sexo opuesto. Eso no es apropiado por niños. Si usted se presenta como una empresa ideal para las familias, entienda lo que demandan los padres que están sacando adelante esas familias y respeten sus derechos”.
Pero DeSantis no dejó su diatriba en el terreno de lo abstracto, sino que citó a la empresa por su nombre al decir: «Y ahora veo empresas como Disney criticando los derechos de los padres, criticando que no quieran que se incluya la transexualidad en las guarderías y en primaria. Y si están dispuestos a luchar a muerte por esa causa, ¿cómo es posible que se forren con sus negocios con el Partido Comunista Chino? Porque es lo que están haciendo, se están enriqueciendo con ellos y no dicen esta boca es mía sobre las prácticas absolutamente brutales del PCC. Así que en Florida nuestras políticas se van a seguir basando en lo que más convenga a los ciudadanos de Florida y no en las elucubraciones de empresas ‘woke’”.