Fuente: Fee.org
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En este boletín, a menudo hablamos de cómo las empresas de redes sociales deciden qué contenidos están permitidos y cuáles no, basándose únicamente en las opiniones subjetivas de las personas que dirigen las plataformas. Y esta semana nos han regalado dos gloriosos ejemplos.
The Intercept informó que Facebook permitirá a los usuarios alabar al Batallón Azov, un grupo paramilitar nacionalista blanco ucraniano, en contradicción con la política de la red social que prohíbe el apoyo a “individuos y organizaciones peligrosas”. Según las Naciones Unidas, el Batallón Azov violó y torturó a civiles en 2014.
Facebook dijo que hizo el cambio para “permitirle a los usuarios de Facebook obtener información sobre la actividad militar de las fuerzas” y “garantizar que la cobertura de noticias del conflicto pueda seguir siendo compartida en la plataforma”, según Insider. No está claro por qué era necesario este cambio para permitirlo, pero eso puede hablar de problemas mayores en cuanto a cómo las normas de Facebook entran en conflicto con la capacidad de los usuarios de compartir información libremente.
Facebook también ha hecho una excepción a su política de incitación al odio al permitir declaraciones como “muerte a los invasores rusos” y llamados a la violencia contra el presidente ruso Vladimir Putin y su aliado, el presidente bielorruso Aleksandr Lukashenko.
El cambio sólo se aplica en varios países del Cáucaso y de Europa Central y Oriental, incluida Rusia, donde Facebook está actualmente prohibido.
La gente debería condenar con razón la invasión rusa a Ucrania. Pero estas acciones de Facebook, junto con las decisiones de prohibir la propaganda de un solo bando en la guerra, demuestran que las decisiones, que deberían tomarse sobre la base de algún tipo de principio objetivo, se están tomando en cambio sobre la base del deporte de equipo. Las políticas se eligen sobre la base de intentar ayudar a “los buenos” y perjudicar a “los malos”. ¿Cuál es la razón objetiva por la que se debería permitirle a la gente pedir la muerte de Putin y Lukashenko pero no de cualquiera de las docenas de otros dictadores del mundo?
Esto demuestra que, aunque prohibir “información falsa” o “incitación al odio” suena bien en teoría, en la práctica no es tan sencillo y la ejecución es propensa al sesgo político.