Fuente: Ciencia y Salud
El brote de fiebre aftosa (La enfermedad de manos, pies y boca), que comenzó en 2001, provocó la matanza de 6,5 millones de animales, devastó muchas granjas y negocios rurales, y se estima que le costó al Reino Unido hasta 8.000 millones de libras esterlinas.
Las vacunas de la viruela siempre han sido un caldo desconocido de cientos o miles de microbios ajenos a la viruela de las vacas. La pureza no estaba garantizada, ni siquiera cuando se anunciaban como «linfa pura». El doctor Bayly habla de la terminología.
Cabe suponer que se llama «pura» porque, según la Ley de Sustancias Terapéuticas (1943), no debe contener más de 20.000 microorganismos superfluos por centímetro cúbico… según el British Medical Journal (4 de noviembre de 1950)1 … que «aun con el mayor de los cuidados, es inevitable una fuerte contaminación bacteriana durante su preparación, en la que puede llegar a haber nada menos que 500 millones de organismos por milímetro cuadrado, especialmente en los trópicos. La gran mayoría de ellos pertenece al grupo de los cocos, pero algunos otros pueden ser Bacillus subtilis, Bact. Coli, Pseudomones pyocyanea, levaduras y hongos; con menor frecuencia, también puede haber organismos anaeróbicos».2
El doctor Bayly hablaba en 1952, cuando ya era posible la identificación de virus y bacterias. En el siglo XIX no se contemplaba la contaminación de la vacuna, de la que no se hizo ningún análisis en laboratorio hasta que la teoría del germen fue ampliamente aceptada.
Cuando se empezó a administrar la vacuna de la viruela, se produjeron infecciones graves y muertes. A finales del siglo XVIII, no existía ningún tipo de cadena de frío. Se usaban las mismas agujas con muchas personas, y existía muy poca, o ninguna, conciencia de la esterilización. Las ampollas y frascos que contenían el material de la vacuna no estaban sellados como lo están hoy.
La vacunación se inició a finales del siglo XVIII, en unos tiempos relativamente con muy poca higiene, utilizando el sistema que se empleaba para la inoculación de la viruela (la variolación). La vacuna se administraba sin ninguna preparación de la piel, o tal vez se pasaba por esta un paño no demasiado limpio, posiblemente mojado en agua también contaminada o quizás alcohol.3
Qué era lo que realmente contaminaba las primeras vacunas es una incógnita. Sin embargo, existen muchos documentos e informes sobre problemas de salud graves posteriores a la vacunación.
La enfermedad de manos, pies y boca
La enfermedad de manos, pies y boca (aftosa) es una afección vírica aguda y muy contagiosa que afecta sobre todo a los animales de pezuña hendida. Se caracteriza por erupciones de ampollas en las membranas mucosas de la boca y en la piel de los intersticios de los dedos de los pies y de encima de las pezuñas. La enfermedad plantea un gran problema, porque ataca a las reses, cerdos y ovejas, animales domesticados por los humanos. La enfermedad de manos, pies y boca es muy contagiosa, y su virus se puede transmitir antes de que aparezcan signos clínicos, por lo que fue una de las enfermedades de los mamíferos más temidas de Norteamérica. Las epidemias se traducían en el sacrificio de millones de animales infectados y no infectados, para evitar que el virus se extendiera. Las pérdidas económicas de los granjeros eran muy elevadas. Las restricciones comerciales derivadas de los brotes de la enfermedad han producido importantes efectos en las economías tanto locales como nacionales. En Estados Unidos no ha habido ningún brote de la enfermedad desde 1929, pero esta se sigue considerando una grave amenaza. La enfermedad se propaga con el traslado de animales infectados, como cerdos y reses, y por los objetos contaminados de las personas. Los primeros brotes se produjeron en 1870, 1880 y 1884, y fueron relativamente menores. Las epidemias de 1902 y 1908 fueron graves, y hubo otra más grave aún en 1914. Es interesante observar que las epidemias de 1902 y 1908 se iniciaron durante el proceso de fabricación de vacunas. En ese momento, la única que se fabricaba era la de la viruela.
En noviembre de 1902, se descubrió la enfermedad en Massachusetts y Rhode Island, y después en New Hampshire y Vermont. El origen de la infección fue probablemente el virus importado de la vacuna de la viruela de las vacas, contaminado con el virus de la enfermedad de manos, pies y boca… A continuación, la enfermedad apareció a principios de noviembre de 1908 en las reses próximas a Danville, Pensilvania. Se inició en los corrales de Búfalo Oriental (Nueva York) y en Detroit (Michigan) y se extendió a otros puntos de Michigan, Nueva York y Pensilvania, y a Maryland. Las investigaciones demostraron que el brote comenzó en terneros utilizados para propagar el virus de la vacuna en unas instalaciones próximas a Detroit, y que el origen de la infección fue el virus contaminado de vacunas japonesas.4
Los animales que contraían la enfermedad sufrían todos sus síntomas, y algunos morían.
En cuanto la enfermedad está bien arraigada, el paciente sufre dolores cuando intenta comer; de hecho, a menudo afecta tanto al apetito, que el animal rechaza todo tipo de comida y abre y cierra la boca con un característico sonido intenso, mientras de los labios le cuelgan hilos de saliva compacta y viscosa. Con el avance de la enfermedad, las pústulas se ensanchan y agrandan, y pueden alcanzar un diámetro de entre el de un centavo al de un de dólar de plata. Poco después de su aparición, revientan… En los pies, la enfermedad suele aparecer en los cuatro a la vez… El dolor o las llagas obligan al animal a estar siempre tumbado, y se ha observado que en todos estos casos se producen llagas debidas a esa posición, para las que no hay tratamiento efectivo, hasta que el animal se puede poner otra vez de pie. La enfermedad puede atacar algunos de los órganos internos antes de que se manifieste en los tejidos exteriores. Estos casos suelen ser mucho más letales. El animal muere de parálisis del corazón, debido a la formación de principios tóxicos en el sistema, o se puede ahogar debido a la acción de esas toxinas en los tejidos de los pulmones, o puede morir por parálisis de la garganta.5
La tasa de mortalidad era de en torno al 3 % en los casos leves, pero en los graves podía llegar al 30 % o 40 %. La epidemia de 1902 duró seis meses e infectó a 244 rebaños, incluidas 4.712 reses. Se aplicaron medidas drásticas, y al final se consiguió contener la enfermedad. Los animales eran sacrificados, y después quemados o enterrados.
De ellos, se sacrificaron 205 manadas con un total de 3.872 reses, además de 360 cerdos y 220 ovejas y cabras. Los animales que no se sacrificaban eran los que morían o se recuperaban por completo antes de que se procediera a sacrificarlos… «Modo de sacrificar y enterrar la reses». La zanja ha de ser lo bastante profunda para que pueda contener al menos cinco pies de tierra. Los animales son llevados a la zanja, y allí se los sacrifica, normalmente de un tiro. Se los desuella para impedir que alguien exhume los cadáveres para hacerse con la piel, y los cadáveres se abren y se cubren con cal viva.6
Durante una epidemia de 1908, los inspectores hicieron más de cien mil visitas a granjas, corrales y otras instalaciones, inspeccionando una y otra vez aproximadamente un millón y medio de animales. Se aplicaron de nuevo medidas drásticas, y en unos meses se acabó con la epidemia.
Se encontraron 157 instalaciones infectadas, y se sacrificaron 3.636 animales (2.025 reses, 1.329 cerdos y 282 ovejas y cabras), valorados en 90.033,18 dólares.7
Fabricación del virus de la vacuna
Se investigó minuciosamente el origen de aquella epidemia, y la conclusión fue que se debió a la fabricación del virus de la vacuna. El virus se cultivaba en un ternero o una vaquilla vivos. Se llevaba el animal a una mesa, donde se le rasuraba el vientre. Después, se le hacían múltiples cortes, en los que se implantaba el virus para que se desarrollara. Se soltaba el animal, y se dejaba que las infecciones de la viruela incubaran. Al cabo de más o menos una semana, se extraía el pus infectado de las heridas, y se utilizaba para la vacuna humana. Se dejaba que el animal enfermo se mezclara de nuevo con el rebaño. Al final, se lo sacrificaba, y su carne se consumía o se destruía.
… los brotes de enfermedad de manos, pies y boca de 1902 y 1903 estuvieron estrechamente relacionados con las reses vacunadas de las instalaciones de la New England Vaccine Company y el trabajo experimental del doctor E. E. Tyzzer con la vacuna en una granja de Wakefield Mass… se pensaba que los brotes se originaron en la granja del señor Owen Clark, que tenía con el doctor C., de la New England Vaccine Company, un contrato de alquiler de terneros para la reproducción del virus de la vacuna. Estas reses eran devueltas posteriormente al señor Clark, después de haber obtenido el virus.8
… el virus de la vacuna obtenido por el Fabricante B en abril y mayo de 1908 estaba contaminado con el virus de la enfermedad de manos, pies y boca.
La historia de esta particular vacuna demuestra que era una cepa japonesa, importada con el fin de mejorar la vacuna estándar fabricada por esa empresa.
El hecho de que la infección de la enfermedad de manos, pies y boca estuviera presente en el virus de la vacuna del Fabricante B durante tanto tiempo, pero no se transmitiera fuera del rebaño, sin duda se debió en parte a esta costumbre de la empresa de sacrificar sus terneros después de obtener el virus de la vacuna. El Fabricante A, en cambio, alquilaba sus terneros y los llevaba de nuevo al mercado poco después de obtener de ellos el material de la vacuna.9
Aunque en los brotes de la enfermedad de manos, pies y boca de 1870, 1880 y 1884 nunca se estableció una relación directa entre ella y la fabricación de vacunas, el hecho es que el inicio de esas epidemias coincidió con la producción de vacunas que comenzó en Estados Unidos en 1870.
En 1870, se empezó a utilizar la linfa de ternero en Estados Unidos; la linfa original se obtuvo de Francia, y se inoculó al rebaño vacuno de una granja cercana a Boston (Massachusetts).10
Se sospechó que el brote de 1870 se inició en reses infectadas de Canadá.
En 1870 se produjo un brote muy extenso, con origen en Canadá, cuya infección se debió a ganado importado de Escocia. Se extendió por los estados de Nueva Inglaterra y Nueva York, y parece que se detuvo al cabo de pocos
meses.11
En la epidemia de 1902, al principio se pensó que el origen eran envíos llegados del extranjero, y solo después de una investigación a fondo se determinó que la verdadera causa era la producción de virus de la vacuna de la viruela. Nunca se hicieron investigaciones detalladas de los brotes de enfermedad de manos, pies y boca anteriores a 1902. No está demostrado, pero parece que estas epidemias anteriores podían haber sido perfectamente consecuencia de la fabricación de vacunas.
El doctor Peters concluye que, dado que la enfermedad de manos, pies y boca prevalece en muy alto grado en Francia, Austria, Italia, Suiza y, en menor grado, también en otros países europeos, no parece imposible que la enfermedad haya sido importada de Europa en algún virus nuevo llevado a alguna empresa de vacunas de Estados Unidos para renovar un producto que estaba perdiendo su vitalidad.12
Una de las cepas del virus de la vacuna que provocó dos epidemias de enfermedad de manos, pies y boca se originó en Japón, que hacía años que contaminaba las vacunas. Aunque las vacunas estaban contaminadas, se daba por supuesto que los virus responsables no suponían ningún riesgo de infección para las personas, porque la vacuna solo se introducía a través de inoculación cutánea.
No se sabe si la infección se puede transmitir al hombre por inoculación cutánea o subcutánea, pero es probable que pueda hacerlo si el virus entra directamente en la sangre a través de cualquier tipo de herida.13
… no hay constancia de ninguna transmisión de la enfermedad de manos, pies y boca al hombre a través del virus de la vacuna, y, vistas las pruebas aportadas, cabe dudar de la posibilidad de que la enfermedad se reproduzca en el hombre por la inoculación cutánea que se suele emplear en el proceso de la vacunación.14
No tenía sentido, en especial si se sabe que la viruela de las vacas provoca como mínimo una infección subclínica. ¿Por qué, pues, otros virus no podían hacer lo mismo? Bastaban conocimientos básicos de anatomía para saber que la sangre circula constantemente por la piel a través de los capilares.
Históricamente, el contagio de los seres humanos ha sido por la vía natural de la enfermedad de manos, pies y boca, pero era algo raro, incluso con un contacto muy estrecho con animales infectados. La enfermedad humana, cuando se producía, pocas veces era letal y lo habitual era que se manifestara con síntomas leves. Sin embargo, están documentados casos más graves.
Los síntomas del hombre se parecen a los que se observan en los animales. Hay fiebre, a veces vómitos, dolor al tragar, sequedad u ardor de boca, seguido de una erupción de pústulas en la membrana mucosa de la boca y muy raramente de otras similares en los dedos. Las pústulas aparecen en los labios, la mejilla y el extremo de la lengua, y son más o menos del tamaño de un guisante.15
La exposición natural a los animales y sus virus causa síntomas iguales que los de la inyección directa de virus animales durante el proceso de la vacunación. Los médicos observaron que en unos casos la enfermedad de manos, pies y boca se transmitía a las personas a través de la vacunación de la viruela, y en esos casos la enfermedad no era leve. El senador Money de Misisipí, en su discurso del día 25 de febrero de 1909, en el debate sobre la epidemia de enfermedad de manos, pies y boca de 1908, exponía esta verdad:
Es un problema importante para el ganado, pero lo es mucho más para los seres humanos. Con este material vacunamos a los niños de este país contra la viruela. Se ha observado que a veces les hace inmunes a la viruela, pero les contagia la enfermedad de manos, pies y boca, que es igual de mala.16
En un encuentro de la Asociación Dermatológica Americana celebrado en 1902, el doctor James Howe de Boston expuso 10 casos de una enfermedad grave que se habían producido entre el 1 de julio de 1901 y el 1 de julio de 1902. En ese tiempo, el Consejo de Sanidad Municipal administró aproximadamente 230.000 vacunas.
… mientras la ola de vacunaciones, que así la podríamos llamar, estaba en su punto más alto, en el Hospital de la Ciudad de Boston fueron ingresados para su tratamiento una cantidad considerable de casos de dermatitis bullosa (ampollas). Todos ellos eran de personas vacunadas hacía poco, salvo un caso adicional no incluido en los mencionados…
Todos eran de tipo grave, algunos resultaron letales, y tengo muchas dudas sobre cómo clasificarlos… En los diez casos que siguieron a la vacunación hubo seis muertes, una tasa de mortalidad elevadísima.17
El doctor Howe explicaba con detalle los diez casos: El «Caso 1» era el de un hombre de 43 años:
Dos semanas después de la vacunación, se le ulceró el brazo izquierdo, y alrededor del punto de la vacuna aparecieron dos grandes manchas rojizas.
Uno o dos días después, en estas zonas enrojecidas apareció una ampolla del tamaño de una moneda de diez centavos…poco más de cuatro semanas después de que el paciente fuera vacunado, un tiempo en el que todas las llagas de los brazos habían desaparecido, empezó a aparecer en la cara y el cuero cabelludo, en las axilas, la parte interior de los muslos y en la espalda y el abdomen, multitud de grandes ampollas del tamaño de entre un guisante y un cuarto de dólar… El cuero cabelludo está cubierto de costras sangrantes, ambos ojos están cerrados, hinchados y agrietados, y una secreción purulenta impregna los párpados. No había dolor ni picor. Había algunas ampollas, del tamaño de una moneda de cuarto o de medio dólar, repartidas aquí y allá por todas las extremidades inferiores. En ese momento, la temperatura era de 103º F… (39.44° Celsius.) El día 22… respiraba con rapidez y dificultad, y, como no podía tragar ni siquiera líquidos, se le alimentaba por vía rectal. Falleció de forma repentina a las once de la noche.18
El doctor Howe detallaba otros nueve casos similares, de los que unos se recuperaron después de una larga enfermedad, y otros fallecieron. Preguntaba si podía ser consecuencia de la vacunación o del material contagioso introducido en el momento de la vacuna o alguna otra causa. No podía saber que las vacunas podían estar contaminadas con el virus de la enfermedad de manos, pies y boca, porque este no se identificó de forma definitiva en las vacunas hasta varios años después de esa conferencia.
Por lo que se pudo averiguar, en todos estos casos se utilizó linfa animal, que sin duda procedía de una fuente fiable, y, salvo una o dos posibles excepciones, las vacunas fueron administradas por médicos nombrados por el Consejo de Sanidad de Boston.19
El doctor Bowen informó de más casos de dermatitis bullosa en niños que habían recibido la vacuna. En un caso señaló que el «tipo de enfermedad en este caso es grave, y ha persistido cinco años».20 Durante el debate, el doctor Stelwagon expuso su sospecha de una relación entre la enfermedad observada en personas que manipulaban productos animales, y los casos que describía el doctor Howe.
Hace poco vi un artículo de Bulloch y Pernet, en el British Journal of Dermatology, en el que los autores hablaban de una serie de casos de pénfigo agudo en personas que manipulaban productos animales, y se me ocurre que en estos casos de que habla el doctor Howe el material contagioso pudo proceder de forma accidental de los animales de los que se obtuvo la vacuna.21
En otro artículo, el doctor Bowen analizaba el caso de una enfermedad de la piel que afectó a un carnicero en forma de grandes ampollas durante la epidemia de la enfermedad de manos, pies y boca de 1902. Se determinó que era pénfigo. Hoy se sabe que el pénfigo es una enfermedad autoinmune22 cuya causa se desconoce. Aquel carnicero se hizo en las manos varios cortes que se le inflamaron e infectaron. Tres semanas después, ingresaba en el Hospital General de Massachusetts.
… las lesiones aparecieron en las manos, empezó a tener una afección en la nariz, que se inflamó y agrietó, de modo que se le ocluyeron por completo las aletas. Hace unos ocho días, aparecieron múltiples «ampollas» amarillentas, primero en la cabeza y las orejas, y poco a poco se han ido extendiendo por todo el cuerpo… estaba cubierto de ampollas grandes y pequeñas sobre una base no inflamada, en muchos casos agudas y tensas, distribuidas por el tronco, las extremidades, el cuello y el cuero cabelludo. En este último, muchas lesiones se habían secado y habían formado costras, bastantes de ellas hemorrágicas. En ambas orejas había costras hemorrágicas de considerable tamaño, junto a lesiones puramente bullosas. A los dos lados del cuello, en el abdomen, la espalda y los muslos, había numerosas ampollas de entre media y una pulgada de diámetro.23
El carnicero fue mejorando poco a poco, se recuperó y fue dado de alta del hospital tres semanas después de su ingreso. En su artículo, el doctor Bowen relacionaba la epidemia de la enfermedad de manos, pies y boca de 1902, la vacuna y el pénfigo. Señalaba que justo antes del brote de 1902, personas que se habían vacunado hacía muy poco desarrollaron esta enfermedad de la piel grave y a veces letal.
El doctor Tyzzer demuestra de forma concluyente que la enfermedad de manos, pies y boca se puede propagar por la vacuna, y que esto fue lo que realmente pasó en el verano de 1903. Sabemos de una bien definida afección bullosa que se produce en carniceros y personas que tiene relación con productos animales, y que en muchos casos es fatal. Conocemos otra serie de casos con síntomas similares producidos en Boston de enero a junio de 1902, justo antes del brote de la enfermedad de manos, pies y boca, en personas de distintas profesiones, pero todas ellas vacunadas… Parece que existe suficiente similitud entre la enfermedad de manos, pies y boca y el pénfigo para aceptar la creencia de que pertenecen al mismo grupo de afecciones, y que posiblemente estén relacionadas.24
El doctor Bowen describe una serie de casos similares en personas de diferentes profesiones, entre ellas las de carnicero, curtidor, herrero y granjero. Todos tenían contacto con animales o productos animales. La mayoría tenía heridas en los dedos o las manos. Algunos se recuperaron después de una larga enfermedad, y algunos murieron.
En diversas publicaciones médicas aparecían de forma regular informes sobre pénfigo agudo posterior a la vacunación. Eran casos severos y a veces incluso fatales.
En Nueva Orleans, había habido un reciente brote de viruela, y después de la vacunación necesariamente extensiva, se han producido numerosas erupciones debidas a la vacuna. La primera de este tipo de que se supo fue en un niño pequeño…
La mayoría de las lesiones eran bullosas. Pocos días después, observó que las manchas se habían hecho hemorrágicas. Al cabo de varios días en el hospital, el niño entró casi en coma… El caso había estado
en observación dos años… Había visto otros tres casos de este tipo…25
La mayoría de estos casos cursaron de forma benigna, pero vi uno de erupción bullosa que acabó con la paciente. Era una niña de cinco años, y la erupción comenzó dos semanas después de la vacunación. También he visto otros cuatro casos de erupción bullosa generalizada del tipo antes descrito, que se produjeron poco después de la vacunación.26
Un carpintero negro, de 60 años, fue vacunado… el 9 de junio de 1910… Esa noche, el paciente sufrió dolor de cabeza, y a la mañana siguiente, cuatro semanas después de la vacunación, apareció en su brazo izquierdo una erupción bullosa… Al principio las ampollas variaban de tamaño, desde el de un guisante hasta otras cuya base era del tamaño de un centavo. Enseguida aumentaron de tamaño, y muchas llegaron a ser como una nuez, incluso mayores. Al segundo día, las pústulas habían aparecido en piernas y tronco, especialmente en la axila izquierda. Durante el tercer y cuarto días, todo el cuerpo se cubrió de esas pústulas, del tamaño de entre un guisante y una nuez… Hacia el final de la primera semana se desarrollaron varias ampollas en la boca, una pequeña en la lengua, y una grande en la parte de la faringe. La última, al reventar, «casi lo ahogó», según su esposa… Durante dos días, mientras tuvo ampollas en la garganta, solo pudo tomar alimentos líquidos. La fiebre oscilaba entre 96º F y 99,8º F… Entre dos y tres semanas después de que desapareciera el primer grupo de ampollas, comenzaron a aparecer otras por las mismas zonas, y la espalda se cubrió de un segundo grupo de ampollas, grandes y pequeñas, algunas confluyentes como antes… 9 de septiembre.— El paciente mejora de forma sistemática con el tratamiento…
Aparecieron unas pocas pústulas más en el brazo izquierdo, la espalda y las nalgas. Eran más pequeñas que antes y cursaron de forma parecida… sin embargo, la posibilidad de que la enfermedad se deba a un contagio se basa en lo expuesto por Pernet y Bulloch: los tres casos de pénfigo agudo en carniceros, todos los cuales tenían heridas que seguían supurando hasta el momento del brote de pénfigo.27
La producción de vacunas, utilizando animales que también se consumían, fue el origen de al menos dos epidemias de enfermedad de manos, pies y boca en Estados Unidos, y posiblemente la causa de otras. Los animales infectados contagiaron la enfermedad a un número desconocido de carniceros, curtidores, herreros y otros que trabajaban con productos animales.
Las vacunas contaminadas se utilizaban también para vacunar a gran cantidad de personas. La consecuencia no prevista eran fuertes dolores y sufrimientos, que a veces provocaban la muerte. La figura 5.1 muestra la conexión de la vacuna entre animales y personas.
Lamentablemente, es difícil determinar cuántas otras epidemias de enfermedad de manos, pies y boca pudo haber en el mundo debido a cepas de vacunas contaminadas. Si carniceros y personas que manipulaban productos animales desarrollaban la enfermedad solo con tocar a estos animales o respirar el aire en que se encontraban, ¿cuántos efectos secundarios de esta contaminación de las vacunas de la viruela pudieron pasar desapercibidos? Sabemos que hubo muchas muertes relacionadas con las vacunas, y que muchas personas enfermaron por la misma causa. ¿Cuántas muertes se debieron a esa particular adulteración?
Lo más incomprensible es que se haya atribuido a esta vacuna todo el mérito de la erradicación de una enfermedad del planeta. Sabiendo cuál era el proceso de fabricación de la vacuna, y lo que esta contenía, ¿es realmente posible que esta vacuna erradicara alguna enfermedad?
Se han producido muchos casos bien documentados de contaminación de las vacunas. Aún hoy, no se puede aislar un contaminante a menos que los científicos sospechen de su existencia, se diseñe una prueba específica, y se aplique esta de forma adecuada. Se sabe que en la actualidad, en el interior de diversas vacunas, existen infecciones ocultas (reconocidas primero por manifestaciones secundarias).28 El virus SV40 es un conocido contaminante de las vacunas contra la polio desarrolladas en células del riñón de los monos hasta la década de 1980.
Mientras se utilicen animales y células animales para fabricar vacunas, seguirá existiendo la posibilidad de infección. No hay previsión alguna de acabar con el uso de animales para la fabricación de vacunas.
La ‘enfermedad de manos, pies y boca: imágenes impactantes de su hijo pequeño luchando contra la infección que los médicos descartaron como varicela ver info
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Toda la información ha sido extractada de Desvaneciendo Ilusiones sobre sus autores: La doctora Suzanne Humphries obtuvo el título de graduada en Medicina en 1993 en la Temple University de Filadelfia (Pensilvania), y posteriormente se especializó en medicina interna y nefrología. Ha impartido clases a estudiantes, residentes y posgraduados de medicina, y ha sido profesora adjunta del campus clínico de la Robert Wood Johnson Medical School de Camden (Nueva Jersey). Además, ha tenido consulta privada en un gran hospital universitario de Maine durante 10 años. En 2011, decidió dar un giro a su profesión, y hoy se dedica a asesorar sobre medicina holística, sigue investigando muchos aspectos de la práctica médica, y escribe sobre los problemas de la vacunación. Su web es https://dissolvingillusions.com/ – Roman Bystrianyk lleva más de 15 años estudiando la historia de las enfermedades y las vacunas. Posee amplios conocimientos sobre salud y nutrición, y es diplomado en Ingeniería y graduado en Ciencias Informáticas.
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- Transactions of the American Dermatological Association at Its Twenty-Sixth Meeting Held in Boston, Massachusetts, September 18-20, 1902, P. F. Pettibone & Co., Chicago, 1903, pp. 24-25.
- Íbid.,p. 36.
- Transactions of the American Dermatological Association at Its Twenty-Sixth Meeting Held in Boston, Massachusetts, September 18-20, 1902, P. F. Pettibone & Co., Chicago, 1903, p. 39.
- Íbid., p. 40.
- Normalmente, el sistema inmunitario produce anticuerpos que atacan a los virus y las bacterias dañinas. Sin embargo, en el caso de las personas con pénfigo, el sistema inmunitario ataca equivocadamente las células de la epidermis, o capa superior de la piel, y las membranas mucosas. En la piel se producen anticuerpos que atacan a unas proteínas llamadas desmogleínas, que, al ser atacadas, hacen que la piel se separe y penetre fluido entre sus diversas capas, formando ampollas de difícil curación.
- John T. Bowen, MD, «Acute Infectious Pemphigus in a Butcher, During an Epizotic of Foot and Mouth Disease, with a Consideration of the Possible Relationship of the Two Affections », Journal of Cutaneous Diseases Including Syphilis, vol. XXII, n.º 6, junio 1904, p. 254.
- Íbid., pp. 263-264.
- «The Relation of Dermatitis Hepertiformis to Erythema Multiforme and to Pemphigus, Transactions of the American Dermatological Association, septiembre 1896, p. 39.
- Jay Frank Schamberg, MD, Diseases of the Skin and the Eruptive Fevers, W. B. SaundersCompany, 1908, p. 439.
- Reynolds Hayden, «Acute Pemphigus Following Vaccination», United States NavalMedical Bulletin, octubre 1911, pp. 482-485.
- En 2009, se descubrió un virus porcino en las dos marcas de vacuna rotavirus infantil fabricada a partir de virus presentes en la barriga de los monos. El PCV-2 (circovirus porcino 2) procedía de una proteasa de uso común extraída del cerdo llamada tripsina. Este virus es una causa conocida de la enfermedad debilitadora y la inmunosupresión de los cerdos.