Fuente: Panampost.com

Omitiendo la palabra mujer y negando su naturaleza humana, la cual la convierte científica y biológicamente en la única con capacidad para sangrar cada mes, la izquierda del Congreso chileno aprobó un proyecto que la reduce solo a “persona menstruante”.

La iniciativa —que ahora está en manos del Senado para lograr su sanción definitiva— representa la imposición en el parlamento de la “neolengua progre” por parte de la coalición del presidente Gabriel Boric, para intentar manipular el concepto de mujeres con su detrimento en favor de los hombres trans, no binarios, queer y de otras variantes de géneros que nacieron con sexo femenino, mantienen su anatomía de mujer y su ciclo menstrual pero no se consideran como tal.  Así lo defiende su diputada, Emilia Schneider.

Sin embargo, “es un proyecto ideológico. Controlando el lenguaje controlas el pensamiento”, señaló la diputada republicana Chiara Barchiesi durante su intervención en el debate sobre la menstruación de la mujer. A su vez, la funcionaria alegó que las mujeres “han sido borradas e invisibilizadas cuando son las únicas que atravesamos el proceso biológico de la menstruación”.

Como Orwell

La maniobra de negar la menstruación en la mujer es parte de la “higiene bucal” que en nombre de la inclusión despliega la izquierda en los espacios donde ostenta el poder. De esa forma lo interpreta Ricardo Dudda, editor de Letras Libres, quien en la revista Ethic asegura que “para hablar de neolengua contemporánea hay que hablar de poder. En la política de izquierdas contemporánea todo es política, desde lo que desayunamos hasta lo que nos excita en la cama. Y la política siempre ha sido una cuestión de poder. Sin embargo, la concepción del poder que está detrás de esta politización no es la clásica, la maquiavélica; es una concepción foucaultiana. Es decir,todo es política y todo está atravesado por pugnas de poder a menudo invisibles”.

Con esa visión está de acuerdo Barchiesi. En su derecho de palabra en el parlamento sostuvo que desde la bancada oficialista “emplearon la neolengua orwelliana, un sistema de términos para crear un nuevo relato donde no existe el sexo como categoría bilógica. Esa realidad se sustituye por identidad de género, para incluir subjetividades”.

Y no se detendrán. Recién tomaron sus cargos en marzo y los activistas por un lenguaje inclusivo o políticamente correcto con frecuencia sólo buscan reconocimiento público para capitalizarlo políticamente dejando a un lado su aparente interés por resolver un problema lingüístico.

“No es que haya una palabra que ha dejado de evocar lo que tenía que evocar o de definir con exactitud una realidad, sino que de pronto nos hemos dado cuenta de que quizá no estábamos todos incluidos en ella. No importan tanto la morfología, la pragmática o los usos y reglas de lenguaje, sino si la reforma lingüística es capaz de evocar la pugna política que se desea visibilizar”, apuntó Dudda.

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