Fuente: Vision Times
La alimentación es una parte esencial de nuestra vida diaria. Ya sea que disfrutemos conscientemente cada bocado o simplemente consumamos nuestros alimentos distraídamente, esta actividad básica asegura que nuestro cuerpo tenga la energía que necesita para funcionar correctamente.
Hoy rara vez pensamos más allá del sabor, el contenido nutricional o el valor calórico de los alimentos; sin embargo, en las culturas antiguas, la comida a menudo se consideraba sagrada. El hecho mismo de que el catolicismo crea que el pan de la comunión se transforma en el Cuerpo de Cristo, sugiere un significado más profundo de la comida que supera la concepción predominante de la comida como mera materia y fuente de energía.
Descubrimientos recientes han revelado formas notables en las que los alimentos afectan y modifican nuestros cuerpos. Los alimentos no solo pueden cambiar nuestro ADN, sino que también pueden ampliar nuestras capacidades genéticas. Esto sugiere que los humanos no estamos genéticamente aislados del medio ambiente, sino que estamos elegantemente interconectados con la biosfera y toda la existencia.
La noción reduccionista de la comida
Nuestro concepto erróneo de la comida se basa en gran medida en una comprensión mecanicista de nuestro cuerpo. Cuando el cuerpo humano es visto como una máquina compuesta por huesos y músculos que se pueden “arreglar” cuando se rompen o “afinar” en una cita médica, nuestra comida adquiere inevitablemente el papel de “combustible” para mantener el mecanismo en funcionamiento.
Por un lado, se piensa en la comida como materia. Cuando los alimentos se describen en términos de presencia o ausencia de nutrientes esenciales como vitaminas, grasas, carbohidratos, minerales y proteínas; el alimento se convierte en un elemento que se puede descomponer en sus constituyentes.
Aunque la noción de los alimentos como materia y energía se ve reforzada por las etiquetas de nutrición, se ha descubierto que los alimentos son un portador biológico de información que influye en la forma en que funciona nuestro cuerpo.
Los componentes de los alimentos “hablan” con nuestras células
Nuestro alimento transporta y entrega información a nuestro organismo a través de los exosomas, su morfología y algunos de sus componentes básicos.
Los exosomas son microvesículas del tamaño de un virus que son producidas por células animales, vegetales y fúngicas; y transportan ARN no codificantes, es decir, moléculas que regulan la expresión de nuestros genes. Dado que estas estructuras sobreviven a la ingestión, la información contenida en ellas puede alterar nuestra expresión génica.
Un estudio de 2012 mostró que las moléculas de ARN exosomal contenidas en los granos de arroz alteraron los receptores de LDL en el hígado de los individuos chinos, lo que sugiere que el intercambio de información no se limita a los reinos biológicos. Por lo tanto, es probable que nuestra expresión génica esté constantemente regulada por moléculas de hongos, plantas o animales que comemos, en un proceso conocido como “regulación entre reinos por microARN”.
Los exosomas no solo pueden transportar información de otros organismos al cuerpo humano, sino que también pueden ayudar en el intercambio de información entre plantas y animales. Un estudio de 2014 mostró que cuando los ratones consumían alimentos como toronjas y naranjas, las células de sus intestinos experimentaban cambios. Se entendió así que, “al contacto, los exosomas transfieren moléculas que pueden otorgar nuevas propiedades y/o reprogramar sus células receptoras”.
Además, la morfología de nuestros alimentos conlleva información importante según cómo se preparen y cómo se cultiven. Explicado a nivel molecular, las proteínas exhiben un patrón de plegamiento que puede contener y transferir lateralmente información a proteínas adyacentes relacionadas con su estructura y función. Así, la estructura de nuestros alimentos transmite información biológicamente relevante a otras moléculas.
Además, se ha descubierto que varios componentes de los alimentos silencian o inhiben la expresión génica. Por ejemplo, se ha demostrado que los grupos metilo presentes en alimentos como las verduras de hoja verde, los cítricos y las fresas reprimen la transcripción de genes en un proceso llamado metilación del ADN, un proceso esencial para el desarrollo normal que silencia la expresión física de un gen. Otros componentes de los alimentos como la B12, el folato y la betaína han demostrado su eficacia para desactivar la expresión génica con una alta especificidad.
Alimentos y ADN: extendiendo nuestras capacidades genéticas
Los trillones de hongos, virus y bacterias que componen nuestro microbioma son extremadamente diversos y provienen no solo de nuestra dieta, sino también de la exposición a diferentes entornos. Cada uno de estos diminutos seres vivos contiene información genética única que puede no estar presente en el genoma humano.
Las principales alteraciones de nuestro cuerpo tienen lugar cuando la información genética de nuevos microbios se transfiere lateralmente al microbioma de nuestro cuerpo. En lo que parece un movimiento de salto, los nuevos datos se incorporan a nuestro ADN, brindándonos capacidades extracromosómicas.
Un caso revelador se registró en un estudio de 2010 en el que se descubrió que los individuos japoneses tenían enzimas de bacterias marinas en sus intestinos como resultado del consumo de algas marinas. Esta enzima, específica de las especies marinas, permitió a los sujetos procesar polisacáridos sulfatados que de otro modo no serían digeribles.
La comida es un puente de vida
Los alimentos proporcionan a nuestro cuerpo mucho más que nutrientes y energía. Con cada bocado entramos en contacto directo con los innumerables seres que habitan el ecosistema. La información biológica que recibimos a través de los alimentos y su influencia en la expresión genética de nuestro cuerpo, apunta al importante papel de los alimentos como vínculo entre nuestros cuerpos y la Tierra.
Esta nueva comprensión de los alimentos como un puente de vida puede explicar por qué nuestros antepasados se aseguraron de estar en el estado mental adecuado al cosechar, cocinar y consumir alimentos. Manipular los alimentos era un ritual sagrado que honraba nuestro lugar en la naturaleza y nuestro vínculo con la Creación.
Volviendo a la tradición para reparar el puente de la vida
Dado lo estrechamente vinculados que estamos con nuestro sustento, es difícil razonar que la proliferación moderna de Alimentos Genéticamente Modificados no tendrá efectos duraderos en nosotros. Las prácticas agrícolas que se centran en el volumen y la durabilidad de los cultivos mientras niegan las tendencias naturales no solo aumentan la concepción material de los alimentos, sino que también limitan nuestra capacidad de recibir información del ecosistema.
Optar por alimentos que no hayan sido alterados a través de tecnologías OGM (GMO), pesticidas o procesos industriales puede ayudarnos a restaurar el estado natural de nuestros cuerpos mientras obtenemos información sobre la profunda comprensión de nuestros antepasados sobre nuestra conexión con la vida y el universo.