Por Andrés Vacca – BLes.com
China es un país gigantesco con una gran diversidad natural, grandes reservas de agua dulce y tierra fértil que permiten todo tipo de cultivos y producción animal. Pero desde hace algunos años diversas razones han llevado a que China reduzca drásticamente su producción agrícola, generando temores y disputas sobre su capacidad para garantizar la soberanía alimentaria tan proclamada por el Partido Comunista Chino (PCCh).
Actualmente, el PCCh no puede satisfacer la demanda de productos alimenticios. Para resolver este problema y evitar temporalmente una crisis alimentaria, China no tiene más remedio que importar grandes volúmenes de materias primas alimenticias como cereales y legumbres.
Paralelamente durante las últimas décadas el mercado de los agrotóxicos y las semillas transgénicas se ha desarrollado fuertemente en todo el mundo, a pesar de las grandes resistencias por parte de algunos productores ligados a técnicas tradicionales y sobre todo de los consumidores.
Perseguidos por la polémica, los alimentos transgénicos han encontrado en el régimen chino, quien gobierna al país que más bocas tiene para alimentar en el mundo, un fuerte aliado que está decidido a abonar su cultivo.
Monsanto fue la empresa que lideró el mercado de los agrotóxicos y allanó el camino para que ahora cientos de firmas en todo el mundo continúen su legado productivo, acusados de generar toneladas de alimentos tóxicos que provocan graves enfermedades en la gente y destruyen por completo los suelos donde son cosechados.
Países como Argentina, con gobiernos afines a los intereses del régimen comunista, promueven el desarrollo de estas dañinas tecnologías y anuncian con entusiasmo la aprobación de producir trigo transgénico “resistente a la sequía”, con la idea de encontrar en China su principal cliente como ya lo es con la producción de soja transgénica.
El régimen comunista chino luego de contaminar sus tierras y demás recursos naturales durante décadas, ahora busca replicar esas costumbres en el exterior, promoviendo que los países en vías de desarrollo se conviertan en productores de determinados bienes perjudiciales para el medioambiente de sus regiones, mientras China se presenta como el principal importador de estos productos al mismo tiempo que evita utilizar y destruir sus recursos.
El trigo anunciado recientemente fue modificado genéticamente para ser resistente a la sequía y al pesticida glufosinato de amonio, un herbicida 15 veces más tóxico que el glifosato, ya prohibido en Europa y otros países.
Como se podrá ver existe un complejo entramado de intereses y disputas de poder entre el régimen comunista chino, las corporaciones internacionales productoras de alimentos transgénicos como Monsanto (ahora perteneciente al grupo Bayer), gobiernos de países productores de materias primas y empresas locales asociadas a estos gobiernos.
¿Quién es Monsanto y qué son los productos transgénicos?
La firma Monsanto Company fue una empresa multinacional estadounidense que cotizó en bolsa durante décadas como productora de agroquímicos y biotecnología destinados a la agricultura.
Fue líder mundial en ingeniería genética de semillas y en la producción de herbicidas, más comúnmente conocidos como agrotóxicos, el más famoso y polémico de ellos es el glifosato, comercializado bajo la marca Roundup.
Las semillas genéticamente modificadas por Monsanto fueron diseñadas justamente para ser resistentes al poderoso herbicida, lo que permite plantarlas y rociar la zona de producción con el Glifosato que elimina por completo todas las hierbas, arbustos y malezas mientras la plantación se mantiene intacta. Esto permite que la planta crezca “limpia” y más rápidamente por no poseer competencia natural.
El resultado cortoplacista puede ser bueno, se logra una mejor producción, más rápidamente y menos costosa. Pero las consecuencias que trae aparejadas son terribles: contamina las aguas, genera deforestación, disminuye la disponibilidad de alimentos, afecta la fauna y produce graves enfermedades en los trabajadores y poblaciones rurales.
Con el pasar de los años y el surgimiento de investigaciones que demostraron las terribles consecuencias de los agrotóxicos y las semillas modificadas genéticamente, comenzó a desarrollarse una fuerte resistencia a este tipo de producción agrícola tanto en productores de pequeña y mediana escala como en los consumidores.
En septiembre de 2016, tras el rechazo cada vez más generalizado de la población mundial, Monsanto anunció la aceptación de la oferta de compra de Bayer, valorada en 66.000 millones de dólares, lo que provocó el nacimiento del gigante agroquímico más grande de la historia.
Crisis alimentaria en China y por qué necesita importar alimentos
Antes de continuar con el análisis de los agrotóxicos y los alimentos transgénicos, es importante comprender la situación alimentaria de China, país con 1.400 bocas para alimentar lo que equivale prácticamente al 20% de la población mundial.
Estas cifras explican por sí solas que toda política implementada por el régimen chino en materia de alimentación tendrá sin duda un impacto en el resto del mundo.
China ha experimentado un crecimiento económico exponencial hasta convertirse, según sus cifras, en la segunda economía más grande del mundo. El desarrollo, aunque desigual, trajo consigo un aumento considerable de la demanda de productos alimenticios. El PCCh no podría abastecer tal necesidad si no fuera por las importaciones multimillonarias que ingresan diariamente a los puertos del país.
Según un informe de la revista Nature, el valor de las importaciones de productos agrícolas se ha incrementado en un 78% en dólares en los últimos 20 años, y las importaciones de carne vacuna y porcina también se han incrementado considerablemente, evidenciando la fuerte dependencia que tiene el régimen chino del mercado internacional para alimentar a sus ciudadanos.
En un mundo turbulento a raíz de una pandemia sin precedentes que ha paralizado la economía mundial, junto con las crecientes tensiones entre varias potencias que amenazan la paz mundial, garantizar la seguridad alimentaria se ha convertido en una prioridad política cada vez más importante para la nueva estrategia de desarrollo de Beijing.
El líder Xi Jinping dijo que “el cuenco de arroz de China debe mantenerse firmemente en manos chinas”, demostrando el interés y la preocupación del régimen por garantizar alimentos a sus ciudadanos, sabiendo que es un pilar fundamental para la estabilidad del poder del PCCh.
El régimen chino acusado de complicidad con Monsanto
Paralelamente, el régimen comunista chino acusado de ser un gobierno tirano y excesivamente controlador de absolutamente todos los movimientos de sus ciudadanos, no parece aplicar los mismos principios a la hora de controlar la calidad de los alimentos que consumen sus ciudadanos.
Muchos informes indican que los casos de toxicidad severa en la población china como producto de la industria alimentaria son cada vez más. El tema de los alimentos tóxicos salió a la luz hace más de una década y es cada vez más frecuente.
En este contexto los alimentos transgénicos, tan cuestionados en la mayor parte del mundo, no parecerían generar un conflicto mayor para los líderes del PCCh mientras sirvan para alimentar a sus ciudadanos.
Hace varios años que China aprobó la importación de soja y maíz transgénicos tolerantes al Roundup, el pesticida a base de glifosato producido por Monsanto, pero desde el año 2014 surgieron varias denuncias contra el Ministerio de Agricultura de China por permitir la importación de estos productos sin pruebas de seguridad, con falsos permisos, falsificación de las muestras e informes de pruebas de seguridad fraudulentos.
Una de las denuncias más impactantes es la publicada por Mi Zhen-yu, ex vicepresidente de la Academia de Ciencias Militares de China, quien aseguró en un completo informe que el residuo de glifosato contenido en el aceite alimentario de soja, materia prima básica de una gran cantidad de productos alimenticios en China, “penetra continuamente en los cuerpos de la mayoría de los chinos, incluidos los niños en el jardín de infantes, escuela primaria y secundaria, estudiantes y profesores universitarios, miembros del personal y soldados del ejército chino, miembros del personal del gobierno, y otros consumidores”.
También destacó que como consecuencia de la mala alimentación: “el nivel de salud del pueblo chino se ha deteriorado rápidamente con varias enfermedades aumentando rápidamente. La situación es impactante. La salud nacional de China se ha deteriorado drásticamente en los últimos años.”
En el año 2015, más de 600 profesionales chinos presentaron una petición ante la Oficina de Asuntos Legislativos del Consejo de Estado del régimen, alegando que la soja, el maíz y la colza transgénicos tolerantes al glifosato permitidos por el Ministerio de Agricultura causan un daño sistemático a “las personas, los animales, las plantas, los microorganismos y el entorno ecológico”.
Además, aseguraron que la comercialización dentro de China había sido aprobada sin confirmar que dichos productos sean seguros.
El comunicado continúa diciendo que “el Ministerio ha actuado en connivencia con Monsanto, falsificando muestras, llevando a cabo falsas pruebas de seguridad y manipulando también las conclusiones sobre su seguridad”.
Interés chino por la industria de los agrotóxicos (el robo de información de EE.UU.)
Como es sabido, el régimen chino demuestra una gran preocupación por su incapacidad de alimentar a sus ciudadanos, al mismo tiempo ha demostrado tener una fuerte atracción por participar en negocios turbios. En este sentido los agrotóxicos y los alimentos modificados genéticamente parecen reunir condiciones que satisfacen ambas cuestiones.
Un informe de 2017 de la Comisión estadounidense sobre el robo de propiedad intelectual (Comisión de IP) calificó al régimen chino como el principal infractor de propiedad intelectual del mundo.
Una de las áreas más afectadas en Estados Unidos por el robo de propiedad intelectual por parte de China es la agricultura. Según el informe, durante los últimos 10 años el robo chino de secretos comerciales agrícolas estadounidenses ha sido exponencial.
Uno de los casos más paradigmáticos de los últimos años es el de Mo Hailong, director estadounidense de negocios internacionales de la empresa agrícola china Dabeinong Technology Group (DBN), firma que aspira a ser la Monsanto de China.
En 2011, Mo Hailong, fue visto arrastrándose entre hileras de maíz en Iowa, recogiendo semillas de maíz. Un granjero que lo vio notificó a las autoridades y el FBI comenzó a rastrear las actividades de Mo Hailong.
La agencia descubrió que el empresario había estado enviando semillas modificadas genéticamente a uno de sus familiares en China. Mo Hailong y dos de sus asociados fueron arrestados en 2013 cuando intentaban abordar un avión a China. En su equipaje, cientos de muestras de semillas estaban escondidas debajo de servilletas de Subway y bolsas de palomitas de maíz.
Durante su estadía en los Estados Unidos, Mo Hailong estuvo en contacto con su hermana, Mo Yun, quien a su vez es la esposa del presidente de DBN, Shao Genhuo. Mo Yun dirigía la división de investigación y tecnología de DBN en Beijing y estaba a cargo de supervisar las operaciones de cultivo de semillas de la empresa.
El germoplasma, o composición genética de las semillas, es una forma valiosa de propiedad intelectual y las empresas productoras de semillas lo guardan cuidadosamente debido a que allí se encuentra la receta del éxito.
Estas empresas, a través de extensas investigaciones, desarrollan líneas de semillas endogámicas que tienen rasgos particulares. Luego se cruzan con otras líneas puras y así se desarrollan las líneas híbridas que son vendidas a los agricultores.
Mo Yun supuestamente participó detrás de escena y estuvo a cargo de determinar el germoplasma de las líneas de semillas robadas. Los funcionarios de inteligencia interceptaron mensajes de chat entre Mo Yun y su hermano Mo Hailong, en los que discutían qué semillas robar de Estados Unidos.
Si bien China posee fuertes legislaciones para impedir que los grandes holdings agropecuarios ligados a los agrotóxicos y a los alimentos manipulados genéticamente exploten y produzcan en sus tierras, durante los últimos años ha concentrado grandes esfuerzos (incluso ilegalmente como en el caso de Mo Hailong) para desarrollar la industria local de los agrotóxicos y la agrogenética.
“Los organismos modificados genéticamente -OMG- representan una nueva tecnología, pero también una nueva industria, y tienen amplias perspectivas de desarrollo”, proclamó el líder chino, Xi Jinping, en el año 2014.
Las propias autoridades del PCCh admitieron que existe una enorme cantidad de alimentos producidos en China que provienen de semillas genéticamente modificadas comercializadas en el mercado negro por no estar aún aprobadas por el gobierno central.
Mientras las empresas de biotecnología chinas, asociadas al gobierno del PCCh, aguardan a las aprobaciones finales para poder producir legalmente en China los alimentos modificados genéticamente y resistentes a los peligrosos agrotóxicos, los acuerdos entre China y empresas del exterior para la importación de este tipo de productos continúa creciendo.
China permite la importación de determinadas variedades de soja, maíz, colza y remolacha azucarera transgénica como materia prima para su transformación en aceites de cocina y para alimentación animal.
“Más de la mitad de todo el aceite de cocina que se usa en China es aceite de soya, y el 90 por ciento está hecho de soya transgénica importada, principalmente de Estados Unidos y Brasil”, dijo Huang Dafang, investigador del Instituto de Investigación de Biotecnología de la Universidad China de Ciencias Agrícolas.
Queda claro que el interés del régimen al prohibir o limitar la producción de transgénicos en China por parte de conglomerados internacionales no es la de salvaguardar la salud de sus ciudadanos y recursos naturales, sino poder explotar el negocio y en cuanto estén dadas las condiciones para salir a competir al mundo.
Argentina aprueba el primer trigo transgénico
Una de las novedades más recientes en el mundo de los alimentos transgénicos es la reciente aprobación de las semillas de trigo modificadas genéticamente.
Argentina se ha convertido en el primer país del mundo en aprobar el trigo transgénico HB4 resistente a la sequía de la firma de biotecnología Bioceres SA, confirmó el gobierno nacional.
“La tecnología HB4 proporciona semillas más tolerantes a la sequía, minimizando las pérdidas de producción, mejorando la capacidad de adaptación de las plantas a situaciones de estrés hídrico y dando mayor previsibilidad a los rendimientos por hectárea”, señala un comunicado en conjunto emitido por el Ministerio de Ciencia y Tecnología de Argentina y el Gerente General de Bioceres SA, Federico Trucco.
Lo que no aclara el comunicado, pero sí se especifica en la “letra chica”, es que además de ser resistente a las sequías, el trigo modificado es resistente al pesticida glufosinato de amonio, un herbicida 15 veces más tóxico que el glifosato.
Esta habilitación fue posible por el accionar de políticos que atienden a las injerencias de varios actores con especial interés en el trigo manipulado.
Tras el aval, que quedó asentado en la edición del jueves 12 de mayo del Boletín Oficial Argentino, la compañía biotecnológica argentina, Bioceres, podrá colocar sin restricciones en el mercado su trigo manipulado en laboratorio.
Bioceres mantiene un acuerdo con 250 empresarios agrícolas a quienes podrá proveer de semillas de trigo HB4.
La polémica ante la noticia no tardó en despertar. Tanto productores, exportadores, consumidores e incluso funcionarios nacionales opositores al gobierno de turno, activaron alarmas por los riesgos que implica tanto para la salud de la gente como para el prestigio de la Argentina como país agroexportador, teniendo en cuenta que en grandes mercados como el europeo este tipo de alimentos están siendo cada vez más rechazados.
La aprobación por parte del gobierno nacional ya se había efectuado durante el año 2021, pero aún restaba que se efectivice la concesión de los certificados de aprobación para su siembra en el país. Pero luego de que Australia y Nueva Zelanda autorizaran recientemente el polémico producto para su importación, el gobierno argentino apuró los certificados de producción y ahora aguarda con entusiasmo la aprobación de China.
La aprobación de Argentina para avanzar con la siembra de trigo conocido como HB4 instauró un gran debate. Si bien el país sudamericano es un gran productor de maíz y soja transgénica, ambos productos son destinados principalmente para alimentación animal o insumos utilizados solo como complementos en alimentos humanos (tal es el caso del aceite de soja). Pero el trigo cambia radicalmente la ecuación, dado que se utiliza mayoritariamente para la producción de harina, la cual constituye uno de los alimentos principales del ser humano en casi todo el mundo.
La relación entre China y Bioceres, la empresa que desarrolló el trigo HB4
El régimen chino, el mayor comprador de soja transgénica de Argentina, parece mantener una excelente relación con Bioceres SA, empresa líder en la producción de granos de soja transgénica y también la que acaba de desarrollar el trigo HB4.
La relación viene por lo menos desde el año 2013 cuando la empresa de biotecnología Dabeinong Technology Group Co Ltd (DBN), ligada al régimen comunista chino, firmó un acuerdo con la empresa argentina Bioceres SA con el objetivo de desarrollar una variedad de semillas transgénicas resistentes a herbicidas e insecticidas producidos por Dabeinong, para que luego puedan ser importadas por China.
En conjunto ambas desarrollaron la polémica semilla de soja transgénica HB4 resistente a las sequías, la cual comenzó a producirse en Argentina. Recientemente el régimen chino aprobó la importación de esta soja genéticamente modificada y las acciones de Bioceres en Wall Street se dispararon un 26% ese mismo día.
“Es una gran noticia que el principal importador de soja del mundo apruebe este evento. La resolución permite la importación y comercialización de soja HB4 y derivados de soja”, destacó Bioceres en un comunicado, dejando en claro que ya no hay reparos para sembrar esta variedad en el país.
Un dato no menor que termina de agregar sentido (o confusión) a este entramado de intereses y pujas de poder, es que el grupo Bayer (el gigante que adquirió a Monsanto), en el año 2018 se sumó como nuevo accionista de Bioceres SA.
Tal como informó en un comunicado enviado a la Comisión Nacional de Valores, la incorporación de Monsanto se concretó mediante la emisión de 1.035.398 nuevas acciones ordinarias, “escriturales con derecho a un voto y de valor nominal de $ 1, más una prima de emisión equivalente al diferencial entre el peso de valor nominal y el valor final por acción de USD 7,91”.
Palabras finales
Los alimentos transgénicos cargados de veneno implican serios riesgos sanitarios, ambientales y económicos, no obstante, resulta ser un negocio multimillonario para pequeños grupos de enorme poder que manejan mundialmente su producción y comercialización a gran escala.
El régimen chino ha logrado penetrar en la economía internacional y monopolizar grandes mercados mundiales como el de las tierras raras, indispensable para la fabricación de productos electrónicos, y también hizo lo propio con el sector textil y tantos otros. Sin embargo, en materia de alimentos (transgénicos) a pesar de ser un negocio sumamente rentable, hasta el momento se limitó a ser el mayor importador, pero sin intervenir en la producción a gran escala.
Pero el régimen, conocido por su despiadada atracción por los negocios turbios, no podía quedarse afuera de semejante oportunidad. Durante los últimos años, junto con las empresas chinas de agro tecnología, invirtió millones en investigaciones tanto dentro como fuera de China buscando a futuro participar no solo como comprador, sino también intentando penetrar en el mercado para imponer su impronta avasallante y utilizarlo como arma de poder geopolítico.
¿Logrará el régimen chino y sus empresas desplazar o al menos competir con los gigantes de la industria de los agrotóxicos como Bayer/Monsanto? ¿Qué rol jugará el régimen chino en la producción de alimentos transgénicos en países en vías de desarrollo como los latinoamericanos? Estos son solo algunos de los interrogantes que inevitablemente se abren ante el nuevo escenario.