Fuente: Vision Times en español

En la cultura tradicional china, la gente solía promover la virtud en su conducta diaria y se atenía a normas estrictas. A lo largo de las dinastías, la virtud se utilizaba como criterio principal para determinar lo buena que era una persona, mientras que sus habilidades se consideraban secundarias.

En la antigüedad, el cultivo de la virtud no sólo implicaba el desarrollo de rasgos nobles como la honestidad y la abnegación, sino también la capacidad de ejercer el autocontrol cuando el propio juicio se veía nublado por la emoción.

La historia del gran estratega militar Zhuge Liang ha servido de guía a lo largo de generaciones. Este relato todavía nos recuerda la importancia de fortalecer la voluntad frente a la lujuria y la emoción, para cultivar nuestro carácter moral y convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos.

¿Quién era Zhuge Liang?

Zhuge Liang fue el estratega militar más consumado durante el periodo de los Tres Reinos (220-280 d.C.). Se le suele representar vistiendo una túnica taoísta y sosteniendo un abanico de plumas. Estos objetos aparentemente sencillos están relacionados con una fascinante leyenda con una rica lección moral.

Este honorable estadista tuvo unos orígenes humildes. Zhuge Liang fue mudo durante gran parte de su infancia. A menudo ayudaba a pastorear las ovejas de la familia en las montañas. Un día, se encontró con un anciano maestro taoísta que consideró que el inteligente niño tenía un gran potencial. Tras comunicarse con él mediante señas, el anciano taoísta le enseñó a hablar y lo tomó como discípulo.

Todos los días, sin falta, Zhuge Liang emprendía el largo camino hacia la montaña para recibir sus lecciones. El niño, que era especialmente inteligente y receptivo, aprendió sobre geografía, astronomía y estrategias militares a la luz de la filosofía del Yin y el Yang.

Todos los días, Zhuge Liang asistía a sus clases en el templo taoísta en lo alto de la montaña. (Imagen: Krisatu a través de Pixabay)

El incidente

Un día, cuando Zhuge regresaba del templo, tuvo que detenerse en un desolado convento para refugiarse de una feroz tormenta. Allí, una joven de ojos seductores salió a recibirle. Preguntándose por qué había supuesto todos esos años que el convento estaba deshabitado, se sintió inmediatamente atraído por la joven, que a primera vista parecía una diosa.

Desde aquel día, Zhuge tomó la costumbre de visitar el convento, deleitándose con la hospitalidad de la bella mujer. Sin embargo, cuanto más pensaba en ella, menos podía concentrarse en sus estudios. Como a menudo estaba distraído, perdió el interés por las clases de su maestro.

Despertar de la ilusión

Al ver la mala disposición de su discípulo, el anciano taoísta llamó la atención de Zhuge Liang. «¡Es más fácil arruinar un árbol que hacerlo crecer!», dijo el sabio, pensando que todos sus años de educar a Zhuge se habían desperdiciado. Mientras el joven expresaba su vergüenza y arrepentimiento, el anciano taoísta, que conocía a la mujer desde el principio, procedió a explicar el motivo de su preocupación.

El sabio describió cómo la más «suave» de las enredaderas puede atrapar al árbol más robusto. «Has caído en una trampa, y si sigues por este camino te arriesgas a incurrir en una pérdida mucho mayor. Una vez que pierdes tu voluntad, lo pierdes todo. Ella incluso puede dañarte si te niegas a satisfacer sus deseos».

El taoísta reveló que la hermosa mujer no era un ser humano, sino una grulla divina que fue expulsada del palacio celestial por robar. «Es una grulla sin escrúpulos que vino al reino humano sólo para buscar el placer».

En la mitología china, las grullas tienen un significado espiritual donde son una forma de ave divina que viaja entre el cielo y el mundo mortal. (Imagen: Zhang Lu vía Wikimedia Commons Dominio público)

Zhuge Liang toma el consejo de su maestro

Después de escuchar la verdad, Zhuge le pidió a su Maestro una solución. El anciano taoísta le dijo: «La grulla divina depende de su túnica para asumir la forma humana; sin ella, no podrá engañar a nadie. Ve al convento a medianoche, cuando esté en el río celestial tomando un baño, y quema su túnica».

Siguiendo con diligencia el consejo de su Maestro, Zhuge entró en el convento y prendió fuego a la túnica de la grulla. Cuando ésta bajó volando para atacar al joven, éste la derribó con un bastón y la agarró por la cola. La grulla divina pudo escapar, pero perdió las plumas de su cola a manos de Zhuge Liang. Tener una cola fea y desplumada era bastante humillante para la grulla, por esta razón se abstuvo de volver a volar por el cielo, no fuera que su mal aspecto le causara más vergüenza.

Zhuge Liang guardó las plumas de la cola de la grulla para recordar esta experiencia, y se volvió aún más diligente en la cultivación de la moral en su carácter.

Un retrato de la dinastía Qing de Zhuge Liang. (Imagen: vía Wikimedia Commons Dominio público)

Una lección para toda la vida

Un año después, tras haber enseñado a Zhuge todo lo que sabía, el anciano taoísta anunció su marcha. Y mientras los ojos de su discípulo se llenaban de lágrimas, el sabio hizo sus preciosas últimas observaciones: «El verdadero aprendizaje tiene lugar en el entorno cotidiano. Debes ir y aplicar lo que sabes a la vida. Recuerda analizar todo con mucha cautela y no tengas miedo de diseñar tus propias soluciones para cada situación. Del mismo modo que aprendiste a no dejarte tentar por la lujuria o la emoción a partir de tus experiencias con la grulla, obtendrás más conocimientos valiosos en el camino».

El maestro recordó a su alumno el valor de la autocontención, y le advirtió de la superficie ilusoria del mundo, diciéndole: «esfuérzate siempre por ver todo como es». Como muestra de su vínculo, el anciano taoísta le dejó a Zhuge una túnica, que usaba frecuentemente para sentir la presencia de su maestro.

Un importante mensaje para la gente moderna

La historia de Zhuge tiene un gran significado de inspiración para la sociedad actual. Desde la Revolución Cultural, el Partido Comunista ha socavado los valores tradicionales chinos, lo que provocó graves desviaciones de las normas morales tradicionales.

En su libro El comunista desnudo, Willard Cleon Skousen, antiguo miembro del FBI, menciona uno de los objetivos comunistas: «Infiltrar las iglesias y sustituir la religión revelada por la religión ‘social’… Desacreditar a la familia como institución. Fomentar la promiscuidad y el divorcio fácil… Derribar las normas culturales de moralidad promoviendo la pornografía y la obscenidad en libros, revistas, películas, radio y televisión».

Estatuas budistas desfiguradas durante la Revolución Cultural, cuyo objetivo era destruir los Cuatro Viejos: Viejas Ideas, Vieja Cultura, Viejos Hábitos y Viejas Costumbres. (Imagen: Pat B a través de Wikimedia Creative Commons CC BY-SA 2.0)

Por desgracia, esta nueva mentalidad no ha perdonado a Occidente. Según el Centro Nacional de Estadísticas de Salud, la tasa de divorcio en Estados Unidos fue de 2,7 por cada 1000 personas en 2019. Del mismo modo, la Encuesta Social General (GSS) encontró una tasa de infidelidad del 20% en los hombres y del 13% en las mujeres en Estados Unidos en 2010-2016. Esto parece sugerir que la decadencia moral fomentada por la Revolución Cultural se ha extendido más allá de China, reemplazando progresivamente la noble aspiración humana de cultivar la virtud.

Si bien la decadencia moral no puede generalizarse y todavía hay esperanza en quienes mantienen seriamente las normas morales, es de suma importancia revivir los valores tradicionales. Sólo dando la debida importancia al desarrollo de la propia virtud, la humanidad podrá recuperar la nobleza de carácter que tuvo en su día.

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