Fuente: Guillermo Rodriguez para El American

Marx recuperó para socialismo ateo los dogmas milenaristas del fin de los tiempos, estableciendo con el marxismo un sistema profético, revolucionario y dogmático.

En el siglo XII el místico calabrés Joaquín de Fiore profetizó un segundo advenimiento de Cristo que pondría fin a la historia y a la propiedad. Pasó la fecha profetizada sin que se abrieran los cielos, pero de Fiore había establecido un sistema profético revolucionario al que se aferrarían los comunistas hasta que Marx rehizo al dogma joaquinista en clave materialista de falsa ciencia de la historia.

Ya en siglo XIV los Hermanos del Espíritu Libre agregaron a las subterráneas tradiciones milenaristas la idea de una vanguardia de iluminados con la que la obediencia a sus líderes se hizo tan “sagrada” para los comunistas como el colectivismo y los ataques a la propiedad.

Que atacar y destruir la propiedad y a los propietarios ocasionaría el segundo advenimiento fue la doctrina revolucionaria que aportaron los taboritas, un ala de los husitas que exigía el extermino de todos los no-creyentes para establecer un reino de dios con propiedad común de los bienes y las mujeres en Bohemia y extenderlo después al resto del mundo. Como Pol Pot en el siglo XX, los taboritas exigieron la proscripción de las ciudades, el dinero, el comercio y la familia. Cuando la revolución husita estalló en 1419, los comunistas taboritas establecieron su régimen en Usti, rebautizándola Tabor.

Cayó Tabor, el ejército taborita fue aplastado completamente por los husitas moderados en la Batalla de Lipan en 1434. El comunismo regresó a la clandestinidad para extenderse entre checos y alemanes de Baviera y Bohemia, llegando al anabaptismo en la reforma y tomando nuevamente el poder en la trágica revolución de Münster.

Marxismo, El American

El nuevamente derrotado comunismo de los anabaptistas inspiró a sectas menores de la revolución inglesa, como los cavadores de Gerrar Winstanley, para quien el sistema profético neo-joaquinista, revelaba el triunfo final de los justos como agentes de una voluntad de Dios que los compelía a la acción revolucionaria violenta. Un dogma de fe profético y revolucionario, pretendidamente incontestable, fue algo lo que carecieron los primeros comunistas seculares y ateos como Mably y Morelly, cuyas teorías en medio de la revolución francesa inspiraron la conspiración de los iguales de Babeuf, una fallida revolución comunista que aportó los primeros manifiestos comunistas, El manifiesto plebeyo y El manifiesto de los Iguales de 1795.

El movimiento de Babeuf tenía en sus filas a comunista milenaristas cristianos como él mismo y a ateos militantes como Maréchal. Pese a su fracaso revolucionario, Babeuf fue la clave de las tradiciones milenaristas al socialismo del siglo XVIII en adelante. Y Babeuf agregó a la teoría de “los elegidos” la teoría partidista de la organización clandestina y la teoría militar de la guerra de guerrillas, adelantadas por una elite de revolucionarios profesionales dirigidos por una jerarquía todopoderosa “que acabaría con todas las jerarquías”.

La conspiración de Babeuf fracasó en 1796 y un sobreviviente de aquello fue Fillipo Giuseppe Maria Lodovico Buonarrot, aristócrata y revolucionario profesional que dedicó su larga vida al activismo revolucionario y la conspiración en toda Europa. A los 67 años, Buonarrot publicó el libro La conspiración por la igualdad de Babeuf éxito editorial que lo transformó en el máximo intelectual de la izquierda europea. Y Buonarrot sostenía que el pueblo es incapaz de regenerarse por sí mismo, o de designar a quienes podrían regenerarlo, por lo que la revolución habría de ser dirigida por una elite de revolucionarios profesionales disciplinados y feroces.

Theódore Dézamy fue el primer comunista ateo que exigió la ortodoxia ideológica con una disciplina política y partidista del socialismo ateo, al que declaró “racional e inevitable”. En 1847 la alianza de la Liga de los Justos y el Comité de Correspondencia Comunistas creo la Liga Comunista, cuyo manifiesto redactaría Karl Marx.

Marx recuperó para socialismo ateo los dogmas milenaristas del fin de los tiempos, estableciendo con el marxismo un sistema profético, revolucionario y dogmático, que rehizo al de de Fiore, en un materialismo trascendente falsamente “científico” que pretendió justificar teóricamente lo que había afirmado, sin sistema alguno, Dézamy. De esa tradición emergió finalmente el poder soviético. Y de las siete décadas de desinformación, agitación y subversión ideológica soviética surgió la izquierda woke de nuestros días.

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