Por Carlos Esteban – gaceta.es

Uno no puede distraerse cinco minutos sin perderse el último dogma de la religión oficial.

Hasta ayer por la tarde la ortodoxia era que los cavernícolas del vulgo no entendíamos el tema trans porque confundíamos sexo biológico, que es algo inamovible pero no muy relevante, con el ‘género’, un concepto inventado por el psiquiatra pedófilo norteamericano John Money, de contornos algo vagos e inasibles. Hay gente, se nos decía, cuyo ‘género’ no coincide con su sexo, y hay que aceptar en todo y para todo por lo primero, y no, como hasta ahora, por lo segundo.

Pero eso, ya digo, era ayer. Hoy entendemos de golpe que el sexo biológico también es un invento, por completo. La humanidad lleva engañada milenios.

Al menos, eso es lo que el Gobierno escocés, con amplios poderes, enseña obligatoriamente a sus funcionarios. Los funcionarios públicos escoceses han recibido formación en la que se les explica que el sexo biológico es una «falsedad» inventada por «la profesión médica para reforzar la supremacía blanca y la opresión de género«. Si usted no ve muy bien qué puede tener que ver el sexo con el supremacismo blanco, se lo aclaramos: TODO tiene que ver con el supremacismo blanco, incluyendo el deshielo ártico o la violencia de género.

El caso es que las autoridades escocesas dejaron que una red interna de personal LGBTI+, un chiringuito oficial financiado por los contribuyentes, impusiera a los funcionarios, en horario laboral, un curso sobre el particular, del que informa The Telegraph.

El curso incluye un ‘manual de lenguaje trans’ -imprescindible en nuestros días- en el que carga especialmente contra las TERF. Yo les aclaro: cuando los teóricos de género empezaron a decir que cualquiera que, en cualquier momento y circunstancia, se declarara mujer era mujer por completo, el movimiento feminista se partió en dos.

La mayoría de los grupos feministas, por aquello de que viven de la caridad pública vía presupuesto, aceptaron sumisas la nueva definición sin plantearse más. Pero algunas feministas históricas se dieron cuenta inmediatamente de que si cualquiera era mujer por decir que era mujer, la palabra ‘mujer’ dejaba de tener un sentido preciso, con lo que también dejaban de tenerlo expresiones como “la lucha de la mujer” o “la opresión de la mujer”. Estas últimas son las TERF, siglas en inglés de Feministas Radicales Trans-Excluyentes.

Pero según el manual que tienen que estudiar los servidores públicos escoceses, deberían llamarse FART (pedo), siglas de Transfóbicas Ridículas que se Apropian del Feminismo.

“Las TERF son transfóbicas vagamente organizadas en un grupo de odio trans” que tienen una “obsesión con las personas trans en los deportes”, afirma el manual. “Si bien odian a todas las personas trans, atacan a las mujeres trans de manera especialmente agresiva, ya que las mujeres trans desafían la visión de los TERF sobre el esencialismo biológico en torno a la identidad y la experiencia de la feminidad”, alegando además que las TERF tienen una “fascinación enfermiza con los niños trans y se esfuerzan por hacer sus vidas miserables”.

Además de descartar el sexo biológico como una «falsedad» inventada para «reforzar la supremacía blanca», el curso condena los términos «obsoletos» hombres biológicos y mujeres biológicas, e incluso cuerpo masculino y femenino.

Esta declaración parece ser un golpe directo a personas como la autora de Harry Potter , JK Rowling. A Rowling le cayó la del pulpo por decir que la idea de que un «individuo con pene» que comete una violación debe ser considerado como «una mujer» es un chiste. Y no, es bastante más trágico que un chiste.

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