Por Agustina Sucri- La Prensa
Para el profesor de Psicología Clínica Mattias Desmet, son síntomas del fracaso de la narrativa de la ciencia mecanicista, en la que el hombre se reduce a un organismo biológico. Una narrativa que ignora las dimensiones psicológicas, espirituales y éticas del ser humano y que tiene un efecto devastador en el plano de las relaciones humanas. Las bases del totalitarismo tecnocrático reinante.
La humanidad está siendo conducida a la fuerza, inconscientemente, a una realidad de totalitarismo tecnocrático, que excluye agresivamente los puntos de vista alternativos y se basa en un pensamiento grupal destructivo, vilipendiando el pensamiento no conformista como ‘disidente’. Esta es la advertencia que hace Mattias Desmet, profesor de Psicología Clínica en la Universidad de Gante, en Bélgica, en un documental estrenado recientemente. En el filme, de acceso gratuito y con subtítulos en español, el periodista Alain Grootaers entrevista a Desmet acerca de su libro “La psicología del totalitarismo”, en el cual el catedrático explica la teoría de formación de masas, que elaboró a partir de la crisis suscitada por el covid. Señala además el camino para escapar de este tipo de gobernanza mundial, en la que los aspectos psicológicos del ser humano juegan un rol fundamental.
Con imponentes paisajes andaluces como escenario, Desmet y el periodista abordan en un fluido diálogo los distintos aspectos que contribuyeron con esta realidad totalitaria que se impone en la actualidad. El académico hace referencia, por ejemplo, a la relatividad de la objetividad de las ciencias. Menciona que ya en 2005, cuando empezó a escribir su doctorado sobre la crisis de la replicación de los estudios, se podía comprobar que en algunos sitios académicos hasta el 85% de los estudios no se puede reproducir. “Eso significa, para ponerlo en palabras sencillas, que los resultados no se pueden replicar y por lo tanto deben ser considerados como no objetivos y de un valor científico muy limitado”, remarca.
En esa misma línea, habla del fraude intencional que descubrió desde entonces en los estudios científicos producto, en cierta medida, de la presión sobre los investigadores “para publicar mucho”. “Saben que si tienen resultados más espectaculares, las chances de que su trabajo se publique aumentan”, asegura.
¿En qué creer entonces? “La tradición del iluminismo que comenzó hace unos cinco siglos terminó con un serio problema: en nuestra sociedad situamos la autoridad en la investigación académica, creemos que el análisis empírico racional del mundo que nos rodea es la máxima autoridad y resulta que esta máxima autoridad en realidad es altamente cuestionable y que en la mayoría de los casos es falsa. Ese es un problema serio”, responde el psicólogo clínico.
Desmet subraya que debemos entender que algunas cosas nunca pueden ser medidas, nunca pueden ser entendidas racionalmente, nunca pueden ser estudiadas con objetividad… “Tendremos que entender los límites de la ciencia y entonces tendremos que tratar de seguir adelante hacia una visión diferente del hombre y del mundo, en la que la racionalidad no sea tan central como lo es en nuestra visión contemporánea del hombre y el mundo”, propone.
Asimismo se refiere al fenómeno psicológico que se da en las personas cuando ven números: “Cuando se mide algo, cuando se expresa algo en números, esto tiene un efecto psicológico muy extraño: si la gente ve números, cree, tiene la ilusión, de que ve hechos. Pese a que la relación entre números y hechos no es en absoluto una relación uno a uno”, aclara.
Para este académico el totalitarismo no es una coincidencia histórica. “Es la consecuencia lógica del pensamiento mecanicista y de la creencia delirante en la omnipotencia de la racionalidad humana. Como tal, el totalitarismo es un rasgo definitorio de la tradición de la Ilustración”, sostiene.
En su libro analiza la psicología del totalitarismo y la sitúa en el contexto más amplio de los fenómenos sociales de los que forma parte. “El uso de la tecnología y este exceso de industrialización conduce a personas que se sienten desconectadas de su entorno natural y de su entorno social”, reflexiona en el documental y agrega que este pensamiento mecanicista es el que debemos superar.
“Con el libro no pretendo centrarme en lo que habitualmente se asocia con el totalitarismo -campos de concentración, adoctrinamiento, propaganda- sino en los procesos culturales-históricos más amplios de los que surge el totalitarismo. Este enfoque nos permite centrarnos en lo más importante: las condiciones que nos rodean en nuestra vida cotidiana, a partir de las cuales el totalitarismo echa raíces, crece y prospera”, detalla Desmet en un artículo publicado en su cuenta de Substack.
El especialista en psicología adelanta que su libro explora las posibilidades de encontrar una salida al actual estancamiento cultural en el que parecemos estar atrapados. “Las crecientes crisis sociales de principios del siglo XXI son la manifestación de una agitación psicológica e ideológica subyacente, un cambio de las placas tectónicas sobre las que se asienta una visión del mundo”, sostiene.
En su opinión, la solución a nuestro miedo e incertidumbre no reside en el aumento del control (tecnológico). “La verdadera tarea a la que nos enfrentamos como individuos y como sociedad es imaginar una nueva visión de la humanidad y del mundo, encontrar un nuevo fundamento para nuestra identidad, formular nuevos principios para convivir con los demás y reclamar una capacidad humana oportuna: el discurso de la verdad”, postula.
CEGUERA Y FORMACION DE MASAS
Desmet advirtió tempranamente sobre la exageración de los modelos estadísticos que vaticinaban millones de muertes a causa del covid. También intentó llamar la atención de la gente acerca de algo peligroso que había ahí fuera: no “el virus” en sí mismo, sino el miedo y la dinámica social tecnocrática-totalitaria que se generó. Pero al comprobar que una mayoría optó por seguir esa narrativa, decidió centrarse en los procesos psicológicos que operaban en la sociedad y que podían explicar cómo las personas pueden volverse tan radicalmente ciegas y seguir creyendo en una narrativa tan absolutamente absurda.
“Estaba en buena posición para advertir de los riesgos psicológicos de la narrativa del coronavirus. Podía recurrir a mi conocimiento de los procesos psicológicos individuales (soy profesor de la Universidad de Gante, Bélgica); a mi doctorado sobre la dramática mala calidad de la investigación académica, que me enseñó que nunca podemos dar por sentada la ‘ciencia’; mi maestría en estadística, que me permitió ver a través de los engaños e ilusiones estadísticas; mi conocimiento de la psicología de las masas; mis exploraciones filosóficas sobre los límites y los efectos psicológicos destructivos de la visión mecanicista-racionalista sobre el hombre y el mundo; y por último, pero no por ello menos importante, mis investigaciones sobre los efectos de la palabra en el ser humano y la importancia por excelencia del ‘discurso de la verdad’ en particular”, recuerda.
Respecto de qué es en realidad la ‘formación de masas’, Desmet precisa que es un tipo específico de formación de grupo que hace que la gente sea radicalmente ciega a todo lo que va en contra de lo que el grupo cree. “De este modo, dan por sentadas las creencias más absurdas. Por poner un ejemplo, durante la revolución iraní de 1979, surgió una formación de masas y la gente empezó a creer que el retrato de su líder -Ayatollah Jomeini- era visible en la superficie de la luna. Cada vez que había luna llena en el cielo, la gente en la calle la señalaba, mostrándose unos a otros dónde se podía ver exactamente el rostro de Jomeini”, ejemplifica.
Una segunda característica de un individuo en las garras de la formación de masas es que se vuelve dispuesto a sacrificar radicalmente el interés individual por el bien del colectivo, puntualiza. “Los líderes comunistas que fueron condenados a muerte por Stalin -generalmente inocentes de los cargos que se les imputaban- aceptaron sus sentencias, a veces con declaraciones como: ‘Si eso es lo que puedo hacer por el partido comunista, lo haré con gusto’”, añade.
En tercer lugar, afirma que los individuos en formación de masas se vuelven radicalmente intolerantes con las voces disonantes. “En la última etapa de la formación de masas, normalmente cometerán atrocidades contra aquellos que no estén de acuerdo con las masas. Y aún más característico: lo harán como si fuera su deber ético”, enfatiza. Y relata un caso asombroso: “He hablado con una mujer iraní que había visto con sus propios ojos cómo una madre denunciaba a su hijo al Estado y le colgaba la soga con sus propias manos en el cuello cuando estaba en el cadalso. Y después de que lo mataran, ella afirmó ser una heroína por hacer lo que hizo”.
Esos son los efectos de la formación de masas, según este psicólogo. “Estos procesos pueden surgir de diferentes maneras: ya sea de forma espontánea o intencionadamente a través del adoctrinamiento y la propaganda. Pero si no está constantemente apoyado por el adoctrinamiento y la propaganda difundida a través de los medios de comunicación, normalmente será de corta duración y no se convertirá en un estado totalitario de pleno derecho”, advierte.
Desmet hace hincapié en que este tipo de estado tiene un impacto extremadamente destructivo sobre la población porque no sólo controla el espacio público y político -como hacen las dictaduras clásicas- sino también el espacio privado. “Puede hacer esto último porque tiene a su disposición una enorme policía secreta: esa parte de la población que está en manos de la formación de masas y que cree fanáticamente en las narrativas distribuidas por la élite a través de los medios de comunicación. De este modo, el totalitarismo se basa siempre en ‘un pacto diabólico entre las masas y la élite’”, insiste.
En la misma línea, coincide con Hannah Arendt, quien en 1951 consideró que surgiría un nuevo totalitarismo en nuestra sociedad. “No un totalitarismo comunista o fascista, sino un totalitarismo tecnocrático. Un tipo de totalitarismo que no está dirigido por ‘un líder de la banda’ como Stalin o Hitler, sino por burócratas y tecnócratas aburridos”, puntualiza.
Pese a todo, Desmet se muestra optimista. “Como siempre, una parte de la población resistirá y no caerá en la formación de masas. Si esta parte de la población toma las decisiones correctas, al final saldrá victoriosa. Si toma las decisiones equivocadas, perecerá”, contrasta.
OBJETOS DE MIEDO
Por otra parte, señala que la crisis del coronavirus no surgió de la nada. “Encaja en una serie de respuestas sociales cada vez más desesperadas y autodestructivas a objetos de miedo: terroristas, calentamiento global, coronavirus. Cada vez que surge un nuevo objeto de miedo en la sociedad, sólo hay una respuesta: aumentar el control”, grafica.
Desmet hace notar que esta situación se retroalimenta: “El control coercitivo conduce al miedo y el miedo conduce a más control coercitivo. De este modo, la sociedad es víctima de un círculo vicioso que conduce inevitablemente al totalitarismo (es decir, al control gubernamental extremo) y termina en la destrucción radical de la integridad tanto psicológica como física de los seres humanos”.
En ese sentido, sugiere que debemos considerar el miedo y el malestar psicológico actuales como un problema en sí mismo, un problema que no puede reducirse a un virus o a cualquier otro “objeto de amenaza”. “Nuestro miedo se origina en un nivel completamente diferente: el del fracaso de la Gran Narrativa de nuestra sociedad. Esta es la narrativa de la ciencia mecanicista, en la que el hombre se reduce a un organismo biológico. Una narrativa que ignora las dimensiones psicológicas, espirituales y éticas del ser humano y que, por tanto, tiene un efecto devastador en el plano de las relaciones humanas”, enfatiza.
“Algo en esta narrativa hace que el hombre se aísle de sus semejantes, y de la naturaleza. Algo en ella hace que el hombre deje de resonar con el mundo que le rodea. Algo hay en ella que convierte a los seres humanos en sujetos atomizados. Es precisamente este sujeto atomizado el que, según Hannah Arendt, es el bloque de construcción elemental del estado totalitario”, argumenta.
A nivel de la población, la ideología mecanicista creó las condiciones que hacen a la gente vulnerable para la formación de masas, prosigue. “Desconectó a las personas de su entorno natural y social, creó experiencias de ausencia radical de significado y propósito en la vida, y condujo a niveles extremadamente altos de la llamada ansiedad, frustración y agresión ‘flotantes’, es decir, ansiedad, frustración y agresión que no están conectadas con una representación mental; ansiedad, frustración y agresión en las que las personas no saben por qué se sienten ansiosas, frustradas y agresivas. Es en este estado cuando las personas se vuelven vulnerables a la formación de masas”, alerta y añade: “Cuanto más alto el nivel de educación, más vulnerables son a la formación de masas”.
Por último, Desmet exhorta a los propios críticos de la narrativa totalitaria a tener cuidado de no caer en la formación de masas: “Tenemos que asegurarnos de que siempre podamos escapar, que podamos tomar un poco de distancia crítica de nuestra propia posición y seguir siendo capaces de ser críticos, tanto hacia la narrativa dominante como hacia nuestra propia narrativa. Ese es el reto”.