Fuente: MDZ
Probablemente, las elecciones de este domingo en Brasil sean las más trascendentales de las últimas décadas, no solo para el país sudamericano, sino para toda la región. Es que hay claramente dos modelos en juego que, por el peso del gigante latinoamericano, el que se imponga tendrá claras repercusiones en sus naciones vecinas.
A diferencia del planteo reduccionista de los grandes medios, el actual presidente, Jair Bolsonaro, no solo enfrenta a un candidato izquierdista (Luiz Inácio Lula da Silva), sino que su pelea es contra el establishment mediático y político, tanto a nivel interno como externo.
Pero, ¿no se supone que la izquierda pelea contra los poderosos y la derecha los favorece? Claramente, en el caso del Brasil actual, no es así.
Lula da Silva es meramente el instrumento de los poderes globalistas-comunistas que están desesperados por recuperar sus privilegios, significativamente castigados por la llegada de Bolsonaro al Palacio de Planalto el 1 de enero de 2019.
Este planteo puede sonar exagerado, pero se puede solventar de una manera muy simple: de dónde proviene el apoyo a cada uno de los candidatos.
Probablemente, el caso más significativo sea el aval del poderoso e influyente Supremo Tribunal Federal (STF) a Lula da Silva. Es más, para muchos analistas, el más alto tribunal del Poder Judicial es la verdadera oposición al gobierno de Bolsonaro.
El STF no se limita a establecer jurisprudencia determinando la eventual constitucionalidad de un fallo de una instancia inferior (como sucede en la absoluta mayoría de las Cortes Suprema del resto del mundo occidental). Por el contrario, se atribuye potestades políticas extraordinarias y los ejemplos abundan:
La controvertida liberación de Lula de la cárcel para que pueda ser candidato (cumplía una condena de 12 años tras haber sido declarado culpable de los delitos de corrupción pasiva y lavado de dinero en el escandaloso caso de Lava Jato).
La censura de ‘bolsonaristas’ en los medios y en las redes sociales (desde simples trabajadores o youtubers hasta congresistas), que no solo se limitó a quitarle sus derechos a la libertad de expresión sino que incluso los castigaron con condenas de prisión.
La persecución mediática y cibernética al propio Jair Bolsonaro, quien fue prácticamente censurado en todas las redes sociales. El último caso escandaloso se produjo luego del 7 de septiembre. Ese día se celebraron los 200 años de independencia de Brasil y millones de personas se movilizaron en las calles, no solo por motivo del festejo patrio, sino para apoyar la reelección de Bolsonaro. Aunque parezca increíble en un estado que se supone que es democrático, el SFT prohibió a Bolsonaro utilizar imágenes de las marchas para su campaña electoral.
Otros tipos de persecuciones judiciales a Bolsonaro y sus seguidores. Los ejemplos son de los más variados. Pero para graficar hasta dónde el SFT influye en la vida política y social de Brasil basta con ver su última amenaza: luego de que el presidente invitara al pueblo a votar el domingo con la camiseta de la selección de fútbol de su país, el máximo tribunal advirtió que el que lo haga podía ver prohibida su entrada al colegio electoral para emitir su voto.
Los controvertidos casos abundan. Pero por una cuestión de espacio y tiempo, nos enfocaremos en otros significativos apoyos a Lula, como por ejemplo, el de los grandes medios de comunicación, con el conglomerado mediático O Globo a la cabeza.
En el plano externo, cuenta con respaldos sumamente poderosos. Uno de ellos proviene de la Administración Biden (su compañero de fórmula es un cálido allegado a la embajada de Estados Unidos en Brasil). Otro es el régimen comunista chino (cuyas compañías arrasaron en vastos sectores del aparato productivo brasileño bajo los anteriores mandatos presidenciales de Lula). Y un tercero es la Unión Europea (con quien Bolsonaro mantiene férreas discusiones sobre la soberanía brasileña sobre la Amazonía).
A diferencia de su contrincante, el apoyo al actual mandatario proviene de prácticamente todos los sectores religiosos (siendo el evangélico el más significativo), el movimiento provida y los sectores tradicionalistas, incluyendo al campo y la agroindustria.
En los últimos meses, la manifestación en las calles a favor del líder conservador ha sido deslumbrante. Cada acto de campaña fue acompañado por miles, decenas de miles, cientos de miles y, como en el caso del Día de la Independencia, millones de brasileños augurando su reelección.
Curiosamente, este evidente apoyo popular no se ve reflejado en la mayoría de las encuestas de opinión difundidas por los grandes medios, que dan varios puntos por delante a Lula frente a Bolsonaro. Sin embargo, el líder del Partido de los Trabajadores prácticamente no ha realizado actos públicos, y en los pocos que hizo concurrieron relativamente pocas personas.
A nivel internacional, Bolsonaro se alinea con los presidentes que pugnan por el retorno de los valores tradicionales de la sociedad, por la defensa de la vida y la libertad y por enaltecer la soberanía de las naciones en detrimento del avasallamiento de los organismos supranacionales. Su referente es, sin duda, Donald Trump en Estados Unidos. En Europa, muestra sintonías con el presidente nacionalista-conservador húngaro Viktor Orbán y también mantiene una fluida relación con el líder ruso, Vladimir Putin.
Hay que destacar que, a comienzos de la década del 90, Lula -junto al fallecido dictador cubano Fidel Castro- fue el creador del Foro de São Paulo, donde el movimiento comunista en Latinoamérica se agrupó para diseñar una nueva estrategia para tomar el poder luego de la caída del Muro de Berlín. Posteriormente, las fuerzas izquierdistas se unieron bajo el actual Grupo de Puebla. Bolsonaro alerta que, de ganar Lula las elecciones, estos sectores tomarán mucha más fuerza en toda la región (por el jugoso financiamiento que eventualmente podría provenir de Brasilia).
Por último, y como es de esperarse, la agenda social de ambos candidatos es totalmente opuesta. Bolsonaro pugna por defender la vida desde la concepción y Lula quiere legalizar el aborto. Mientras el primero está a favor de la familia tradicional, el segundo pugna por impulsar la ideología de género, inclusive en los niños.
Viendo los apoyos, enemigos y agendas de ambos candidatos, el caso de Jair Bolsonaro en Brasil muestra significativas coincidencias con el de Trump en Estados Unidos. Sin embargo, la experiencia del líder del movimiento ‘Make America Great Again’ (Hacer Grande a América de nuevo) ha dejado un sabor amargo y de indignación en sus seguidores tras el cuestionable conteo de los votos y las múltiples denuncias de fraude electoral en el 2020. Este es un escenario que el propio Bolsonaro ya ha planteado que se podría producir en Brasil y por el cual ha solicitado la movilización de las fuerzas armadas. Para decirlo en términos simples, no quiere que a él también le roben la elección y está dispuesto a recurrir hasta la última facultad constitucional para defender la integridad de los comicios.
Es crucial que las elecciones de este domingo sean transparentes, ya que -a juzgar por lo que está en juego- el resultado de las mismas no solo tendrá consecuencias en el gigante sudamericano, sino en toda la región.