Por Nehomar Hernández – gaceta.es
Según el escrutinio preliminar, ofrecido durante la medianoche del miércoles en Estados Unidos, el Partido Republicano se estaría alzando con la mayoría de la Cámara de Representantes, asegurando hasta ahora 173 bancas, frente a apenas 121 del Partido Demócrata. En el Senado la pelea sería un verdadero cabeza a cabeza en donde ambas formaciones registran 46 bancas hasta el momento, quedando por ser definidas 8 de ellas.
Ahora bien, si algo ha quedado claro luego de las elecciones del martes en EEUU es que las midterm no dejaron entrever solamente el número de gobernadores, senadores y representantes que tendrán demócratas y republicanos de ahora en más.
Los comicios, lejos de representar solamente una fotografía de la composición del mapa político estadounidense -que ya de por sí puede ser muy descriptiva- generarán consecuencias amplias en ambos partidos en lo inmediato, fundamentalmente en dos sentidos.
La contienda republicana: Trump vs. DeSantis
Para el Grand Old Party (GOP) ha marcado el pistoletazo de salida de la precampaña presidencial, en donde ya hay dos aspirantes que, aunque que no es que estaban del todo escondidos debajo de las piedras, en lo sucesivo van a protagonizar la escena en un tono que probablemente se intensificará: Donald Trump y Ron Desantis.
DeSantis ha conseguido la reelección en el estado de Florida, y lo ha logrado con solidez. Las proyecciones apuntan que el gobernador obtuvo una ventaja cercana al 20% sobre su competidor, el ahora demócrata Charlie Crist. Su victoria ha salpicado además al Senador Marco Rubio, quien ha revalidado su escaño por un margen de ventaja cercano al 15%. Adicionalmente, la representante cubano-americana María Elvira Salazar, también ha logrado ser reelecta por una diferencia sobre su rival que apunta a ser superior a los 15 puntos porcentuales.
Salazar hace vida política en el distrito 27 del sur de la Florida, lo que además marca un precedente importante, dado que se estima que es el distrito de todos los EEUU en el que votan la mayor cantidad de hispanos del país.
Así, un estado que eventualmente es visto como un marcador importante de tendencias políticas nacionales en Norteamerica, y en el que Desantis ganó por estrecha ventaja en 2018, ahora ha quedado bañado por la llamada “marea roja”. Esto da mucho campo de juego a un gobernador que, de nuevo, no se jugó solamente su continuidad en la gobernación el martes.
Por otro lado está Trump, quien ya ha dicho que el próximo 14 de noviembre dará un anuncio importante al país. La prensa, el partido, sus amigos y sus no tan amigos dan por descontado que oficializará su lanzamiento presidencial de cara al 2024. Trump se volcó especialmente tanto en las primarias republicanas como en la propia campaña de las elecciones de mitad de mandato.
Solamente en las internas del GOP se calcula que el expresidente emitió su apoyo a más de 200 candidatos a gobernador, senador y representante, siendo que en 2018 -cuando era presidente- solamente hizo lo propio en unas 90 ocasiones.
Trump sabía que los republicanos salían con las de ganar en las midterm y que, abrazar al mayor número de candidatos, le daba la mejor oportunidad posible de venderse como un factor clave en la victoria colectiva, además de solidificar su base de apoyos en la dirigencia de la formación conservadora de cara a las próximas presidenciales.
Si la Justicia no le pone piedras en el camino al exmandatario, la primera opción de quedarse con la nominación en el partido del elefante probablemente siga siendo suya. No en vano en agosto pasado una encuesta realizada en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) situó sus niveles de popularidad para una nueva candidatura en torno al 70%, mientras que DeSantis se alzó con el 25% de los respaldos.
Biden la tendrá más difícil que nunca
Ahora bien, la principal derrota clara de los demócratas se ha dado en la Cámara de Representantes, donde han perdido la mayoría con la que el presidente Joe Biden ha gobernado durante los últimos dos años. Incluso, para el momento de la culminación de esta nota todas las probabilidades indican que, en el mejor escenario, el partido azul ganaría por la mínima el Senado de los Estados Unidos.
Esto solo deja un camino posible: el de un desarrollo traumático para Biden en lo que le resta de mandato presidencial. Y es que se trata de matemáticas básicas, pues si el mandatario no ha logrado crear unos márgenes de gobernabilidad mínimos con el control completo sobre el Congreso que ha tenido durante el comienzo de su período, ahora mucho menos podrá hacerlo.
La nueva mayoría conservadora en la Cámara de Representantes creará además un dique de contención contra la agenda radical izquierdista que se ha apropiado del menú demócrata, con lo que las propuestas bandera de la Administración Biden en materia de despenalización del consumo de drogas, promoción del aborto y de la ideología de género terminarán durmiendo el sueño eterno.
Esto, aunado al propio deterioro físico del presidente -que cada vez se hace más inocultable ante las cámaras- coloca al partido del burro en un serio predicamento que compromete incluso el tema de la continuidad en el liderazgo de la formación. ¿Quién se asoma como candidato claro allí para 2024? ¿Un Biden descolocado y ahora padre de la derrota en las midterm? ¿Una Kamala Harris que nunca terminó de arrancar? ¿Se jugarán la fórmula del outsider?