Por Ignacio Manuel García Medina – elamerican.com
Todavía no han terminado de contar los votos de las midterms y toda la maquinaria de izquierda ya se ha puesto a funcionar a pleno rendimiento de cara a las elecciones de 2024. Una de las principales bazas con las que siempre ha contado la izquierda es el mundo del entretenimiento, elevado artificial e interesadamente a mundo de la “cultura” para darle una pátina de autoridad y credibilidad, cuando en realidad no pasan de ser meros titiriteros, que a su vez son marionetas del Partido Demócrata.
Aunque esto lo podemos comprobar en todo momento, la semana pasada ha resultado especialmente evidente cómo la izquierda utiliza la “cultura” para hacer política. En el último capítulo de la serie The Good Fight, la trama giraba alrededor de una acusación contra el gobernador republicano de Florida, Ron DeSantis, por agresión sexual.
Ya estamos acostumbrados a que en todas las producciones de Hollywood los republicanos nunca sean los buenos, pero esta vez han cruzado todas las líneas rojas. Que una serie de ficción utilice los nombres y apellidos de un político contemporáneo para una acusación tan grave es inaudito, y nos da una medida de hasta dónde está dispuesta a llegar la izquierda. Parece que todo vale.
A pesar de la abrumadora mayoría de artistas de izquierda, siempre dispuestos a utilizar su arte y fama para hacer política, algo está empezando a cambiar en el mundo del entretenimiento, y se puede notar cierto nerviosismo en la izquierda al darse cuenta de que empieza a haber voces discordantes con su discurso.
Los guionistas de Saturday Night Live amenazaron con boicotear la aparición de Dave Chappelle en el último programa, ya que le consideran “tránsfobo”. No solo no consiguieron boicotear su actuación, sino que habló en términos relativamente buenos de Donald Trump —dentro de lo que podría esperarse—, y dejó estupefactos y en un incómodo silencio a los parroquianos de SNL.
Que cada vez más artistas de Hollywood se se opongan a los postulados más woke y radicales de los demócratas es una buena noticia, pero mejor noticia sería que ni los artistas ni el público claudiquen contras las amenazas de la izquierda, que cada vez está más preocupada al ver cómo empieza a perder el control de la cultura.