Por Carlos Esteban – La Gaceta de la Iberosfera

El mundo contempla con la boca abierta de par en par el audaz encaje de bolillos que está haciendo Elon Musk para resucitar una red social, Twitter, que nunca ha tenido beneficios y que le ha costado una fortuna.

Tiene, por lo demás, a todo el mundo en contra. A todo el mundo que cuenta, queremos decir: gobiernos, grandes medios, multinacionales y gente guapa, fundamentalmente, todos los cuales están apostando por la desaparición de la red del pájaro azul con el argumento del celoso criminal: o mío o de nadie. Y los usuarios hemos pasado una semana vertiginosa en la que el magnate sudafricano se ha deshecho del grueso de la plantilla, casi todos, y sus enemigos han anunciado solemnes un cierre que, hasta ahora, no se ha producido.

La red funciona como siempre, lo que, tras el despido del 80% de la plantilla, ha llevado a muchos a pensar a qué se dedicaba ese 80% sin cuya bien pagada labor todo puede seguir como antes de su marcha, y ha inspirado a otras tecnológicas, en los difíciles tiempos que corren, a diezmar igualmente sus sobrecargadas plantillas.

Es una apuesta arriesgadísima, no solo por lo complicado de seguir funcionando con semejante recorte, sino por la sombra de boicot de exempleados furiosos y, sobre todo, de grandes empresas que anuncian a bombo y platillo su abandono de la red, tratando claramente de provocar su ruina. Pero, a la vez, era inevitable meter tijera o renunciar a la empresa. Lo que lo ponía un poco menos difícil era el hecho, ahora evidente, de que buena parte de los despedidos eran chequistas de la libertad de expresión, censores profesionales coordinados con el Partido Demócrata y la agenda globalista para impedir la transmisión de verdades incómodas.

Pero en la Unión de Repúblicas Socialistas Europeas, oficialmente conocida como Unión Europea, no están dispuestos a que reine la libertad de expresión en la red social, con el daño que eso podría hacer a sus proyectos distópicos. El pasado viernes, la Comisión hizo llegar al dueño de Tesla un inesperado decreto por boca de Thierry Breton, comisario de mercado interior: Musk tendrá que aumentar el número de censores (AKA «moderadores») en Europa, un continente crecientemente alérgico a la libertad.

«Está en proceso de reducir un cierto número de moderadores, pero tendrá que aumentarlos en Europa», dijo Breton a Franceinfo en una entrevista recogida por Bloomberg. Breton agregó que Musk «tendrá que abrir sus algoritmos. Tendremos control, tendremos acceso, la gente ya no podrá decir tonterías». Las tonterías ya solo podrán decirlas los que mandan y sus palmeros.

Porque si la excusa es impedir la «desinformación», hay que decir que se han lucido. Concretamente, sus «verdades oficiales» han resultado tan desastrosamente falsas en temas esenciales que estos dos o tres últimos años podrán estudiarse en el futuro como la demostración empírica de la necesidad de que la gente se exprese en libertad.

Casi todo el discurso oficial sobre la pandemia (y otras cosas, como el portátil de Hunter Biden) se ha revelado falso, e incluso contrario a la actual verdad oficial, y buena parte de los ‘negacionismos’ más populares y censurados en redes son ahora la versión canónica. Solo por eso, por un mínimo de vergüenza torera, deberían estar callados. Pero su arrogancia es infinita.

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