Por Marcelo Duclos – Panampost.com
Los más optimistas se ilusionan y aseguran que podríamos estar en vísperas del derrumbe de la longeva dictadura comunista de China. Pero, aunque los manifestantes ya se animan a pedir la renuncia de Xi Jinping y la salida del partido único, lo cierto es que el régimen se las ha arreglado demasiado bien a la hora de sobrevivir. Es que, aquí están, a más de tres décadas de las protestas y la masacre de Tiananmen.
Claro que la dictadura tuvo que hacer muchas concesiones para sobrevivir en el poder. Primero, dejando lo de “comunista” solamente en el nombre del partido gobernante y en los modos dictatoriales, para abrazar al capitalismo como un salvavidas en medio de un naufragio. Luego, más recientemente, aceptando y reconociendo la propiedad privada, resultado inevitable del cambio del modelo económico. Es probable que los dirigentes que estuvieron detrás de esos dos revolucionarios cambios hayan tenido en cuenta que, tarde o temprano, el surgimiento de una clase media significaría la caída del régimen. Pero, como ocurrió, eso sería problema de los funcionarios. Un futuro que ya llegó.
El principal detonante de las marchas que ocurren en las últimas horas es el repudio total a la nefasta política “Covid Cero” que implementó el régimen, a contramano del mundo que ya dejó las restricciones de la pandemia en la memoria. El gobierno chino sigue reaccionando sobredimensionadamente a cada aparición del virus, encerrando a las personas por tiempo indeterminado.
Esta mañana, cientos de estudiantes se congregaron en la Universidad Tsinghua de Pekín, que luego recibieron el apoyo de un nutrido grupo de manifestantes que concurrieron en respaldo a los jóvenes. De a poco, las grabaciones se van filtrando en las redes sociales en el resto del mundo.
Diferentes fuentes anónimas aseguran a los medios occidentales que las manifestaciones son cada vez más nutridas y valientes. La solicitud de renuncia del mandatario es cada vez más frecuente. Además de la dura represión del régimen contra la ciudadanía, en las últimas horas dos nuevos elementos exacerbaron la paciencia de la población china. Por un lado, las transmisiones del mundial, que el gobierno alteró para que no se vea el público que asiste a los estadios de Catar. La televisión china muestra lo que ocurre en el campo de juego, mientras las tribunas están sombreadas. ¿Para qué? Para que los chinos no sepan que el público no tiene barbijos puestos.
Este intento de censura, lejos de haber conseguido el objetivo del régimen, generó un enojo descomunal en la población, que accedía a otras imágenes donde podía corroborar la realidad del planeta fuera de las fronteras chinas.
En las últimas horas, un incendio se cobró la vida de una decena de personas que estaban encerradas por las políticas restrictivas de la pandemia todavía vigente, lo que terminó de exacerbar los ánimos de los chinos.
Cabe destacar que las protestas se dan en un momento particular para Xi Jinping. En el último congreso del Partido Comunista, el mandatario decidió retirar ante los ojos del mundo a su antecesor, Hu Jintao. Varios analistas internacionales aseguraron que la remoción del expresidente fue un manotazo de ahogado del actual, para tratar de atemorizar a los críticos de su gestión.
Por ahora habrá que seguir los acontecimientos, sabiendo que si algo ha conseguido hacer bien el régimen es mantener el poder, pero teniendo en cuenta las novedades de este momento histórico: los pedidos de libertad de una nueva clase media y el poder de un mandatario que parece tener oposición interna.