Por Carlos Esteban – Gaceta.es
Si este escándalo de los documentos clasificados que Biden robó de la Administración Obama es, como parece, una maniobra para deshacerse del senil presidente y evitar que vuelva a presentarse en las presidenciales de 2024, en cualquier caso el régimen no va a permitir que uno de los suyos sufra las indignidades a las que sometieron a Donald Trump en el asalto a su residencia de Mar-a-lago.
Dicho de otro modo: no habrá un equipo de agentes armados hasta los dientes invadiendo el garaje de Biden, ni mucho menos. Ni siquiera habrá agentes del FBI en la búsqueda, por insólito que parezca al tratarse de documentos que podrían comprometer la seguridad nacional.
Cuenta el Wall Street Journal que, después de que los abogados del presidente Biden encontraran documentos clasificados en una oficina de un «think tank» en Washington, el Departamento de Justicia se negó a que agentes del FBI supervisaran la búsqueda de documentos clasificados en sus residencias, para «evitar complicaciones posteriores» y con la excusa de los abogados del propio Biden «habían entregado rápidamente un primer lote y estaban cooperando».
¿Policía? No, no, nada de eso. Nada de agentes, como en el caso de Melania Trump, rebuscando entre la lencería de Jill Biden. Mucho mejor, el Departamento de Justicia que dirige Merrick Garland decidió que los abogados de Biden se ocuparan de las búsquedas que pudieran quedar y avisaran al departamento si encontraban algo, ya si eso. Luego los policiales los recogerían.
El acuerdo incluyó que los agentes no informaran de cosas como el volumen o el contenido. Después de todo, estamos hablando de la misma agencia que alimentó la desmontada «trama rusa» para acabar con Trump y que encubrió a los Biden durante las elecciones de 2020, contándoles a los medios y a las tecnológicas que lo del portátil de Hunter Biden era desinformación rusa.
Después del hallazgo inicial en el Penn-Biden Center a principios de noviembre (y no revelado hasta la semana pasada), se descubrieron materiales clasificados en tres ocasiones distintas en la casa de Biden en Wilmington en diciembre y enero, en el garaje y en una habitación contigua, según ha confesado Richard Sauber, abogado de la Casa Blanca, para quien los documentos «se habían colocado inadvertidamente» donde se han encontrado.
Para los trumpistas esta doble vara de medir, habitual en la vida política norteamericano, está yendo demasiado lejos, y el propio Trump, que no es famoso por sus discretos silencios, ha saltado con uno de los detalles más desconcertantes: no hay registros de visitantes en las residencias de Biden cuando era vicepresidente con Obama.
«La Casa Blanca acaba de anunciar que no hay REGISTROS ni información de ningún tipo sobre los visitantes de la casa de Wilmington y el garaje, sin llave y sin seguridad, ahora tan famoso. ¡Quizás son más inteligentes de lo que pensamos!», escribió Trump en su plataforma de redes sociales Truth Social.