Por Agustina Sucri – La Prensa

La confianza de la población argentina en las vacunas ha disminuido a partir de 2020, según un nuevo estudio titulado Indice de Confianza y Acceso a las Vacunas 2022, realizado por la Fundación Bunge y Born, que se dio a conocer la semana última. Se trata de una tendencia en sintonía con lo que han registrado otros estudios mundiales, tales como el realizado por Investigadores de la Universidad de Portsmouth (Inglaterra), publicado en la revista ‘Vaccine’, en el que constataron una significativa disminución de la confianza en estos productos, que se produjo durante la denominada pandemia de covid-19.
El relevamiento de Bunge y Born refleja que el nivel de confianza en 2022 es de 85.9 puntos y que si bien aumentó un 0.5% respecto de 2021, cuando el índice fue de 85,5 puntos, representa un 8.3% menos que en 2019, antes del comienzo de la “pandemia”, cuando fue de 93,7 puntos. 
El estudio -realizado en diciembre de 2022, sobre 7.299 casos- abarca todas las regiones del país y a los distintos grupos etarios, con distinción por sexo y según los diferentes niveles educativos alcanzados.
Se trata de la cuarta edición de este estudio interanual —el primero fue de 2019— que permite analizar cómo varía el nivel de confianza de la población respecto a la importancia, seguridad y eficacia de las vacunas en general, y la eventual presencia de barreras en el acceso a las vacunas. 
Según explicaron los autores, el índice de confianza está formado por tres componentes: la efectividad, su importancia para los niños y si son seguras. Este año los resultados arrojaron que un 88% de las personas piensa que las vacunas son efectivas e importantes para los niños, lo que representa una leve baja respecto al año pasado; y un 90,4% cree que son seguras. En este último componente se detecta un leve aumento respecto a los dos últimos años, aunque sin alcanzar las cifras de 2019 (95,9%). 
En tanto, indicaron que las tendencias en el nivel de confianza de acuerdo con la edad son disímiles. Quienes están entre los 21 y los 30 años aumentaron su confianza en un 3,59% (3 puntos), quienes están entre los 31 y 40 lo hicieron en 5,98% (4,9 puntos), mientras que el grupo entre 41 y 50 se mantiene estable (87,7 puntos).
”Los grupos etarios en los que bajó la confianza son los mayores de 65, que pasaron de 91,2 puntos a 83,9, (-8%). Y también lo hicieron quienes tienen entre 15 y 20 años, en los que se presenta una tendencia a la baja constante desde 2019. Quienes integran esta franja, a futuro, son quienes podrán tener menores o adultos a cargo, y tomarán decisiones relacionadas a su vacunación”, puntualizan.
Respecto del rol de los profesionales de la salud en cuanto a la vacunación, el trabajo de la Fundación Bunge y Born revela que uno de cada seis cuidadores afirma que alguna vez un profesional de la salud le recomendó no vacunar a su menor a cargo. A partir de esta afirmación, se detectó una “asociación” entre aquellos que recibieron la recomendación de “no vacunar” y niveles más bajos de confianza y acceso.

OTRO ESTUDIO

Los resultados del relevamiento local están en sintonía con otros realizados a nivel mundial, tal como el realizado por investigadores de la Universidad de Portsmouth (Inglaterra), publicado en la revista Vaccine. Los autores, que compararon las encuestas previas y posteriores a la pandemia, descubrieron que la confianza en las vacunas es considerablemente menor después del covid en todos los grupos demográficos.
Los científicos llevaron a cabo dos encuestas anónimas en los inviernos de 2019 y 2022 para investigar las actitudes de las personas hacia las vacunas y los factores que podrían sustentar las dudas y el rechazo.
Al comparar las respuestas de más de 1.000 adultos, descubrieron que el grupo pospandémico confiaba considerablemente menos en las vacunas que el grupo prepandémico.
En concreto, el estudio reveló que casi uno de cada cuatro participantes declaró haber perdido confianza en las vacunas desde 2020, independientemente de su edad, etnia, sexo, creencias religiosas y nivel educativo.
El doctor Alessandro Siani, director asociado de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad de Portsmouth y autor principal del trabajo, afirmó: “Aunque las dudas sobre las vacunas no son un fenómeno nuevo, las vacunas covid-19 han sido recibidas con especial hostilidad”.
“Pero esto no sólo ocurre entre los ‘teóricos de la conspiración’, sino también entre quienes no se consideran ‘antivacunas’ y han apoyado otras campañas de vacunación en el pasado”, añade el investigador, férreo defensor de las “vacunas covid”.
En ambas encuestas, los participantes que tenían creencias religiosas se mostraron significativamente más reticentes a las vacunas que los ateos y agnósticos, y los individuos de origen negro y asiático se mostraron más reticentes que los pertenecientes a etnias blancas. Sin embargo, el sexo no mostró ninguna relación con la confianza en las vacunas.
Aunque estas tendencias generales se mantuvieron en gran medida similares entre las dos encuestas, se observaron algunos cambios dignos de mención en la encuesta posterior a la pandemia. Por ejemplo, el análisis reveló que, mientras que en 2019 los participantes de mediana edad se mostraron considerablemente más aprensivos a vacunarse que los grupos más jóvenes, este no fue el caso en la encuesta de 2022.
“El estudio es coherente con otras observaciones que sugieren que la confianza en la vacuna puede ser otra víctima de la pandemia de covid-19”, finaliza Siani, quien no ahonda en las motivaciones que han llevado a esta marcada pérdida de la confianza en los productos utilizados para inmunizar a niños y adultos.

ANALISIS NECESARIO

La pérdida de la confianza en las vacunas en general no es un fenómeno nuevo. De hecho, la Organización Mundial de la Salud -que tiene entre sus principales financiadores a Alemania, la Fundación Bill & Melinda Gates, Wellcome Trust y la Fundación Rockefeller-, ya en 2017 publicó una curiosa guía para la región de Europa sobre “Cómo responder en público a quienes niegan las vacunas”, basándose en “la investigación psicológica sobre persuasión, en los estudios sobre salud pública y comunicación y en las directrices de la OMS sobre comunicación de riesgos”. En concreto, el documento de la OMS pretende capacitar a los funcionarios de salud sobre cómo enfrentar un grupo al que por aquel entonces ya veían como una “amenaza” y al que identifican como “negacionista de las vacunas”. 
En ninguno de los estudios antes mencionados sobre la pérdida de confianza en las inmunizaciones se analiza la influencia que tuvo durante la pandemia el hecho de que las “vacunas covid” fueran autorizadas para salir al mercado sin haber cumplido las fases habituales y esperables de investigación, tampoco se hace mención a las irregularidades que fueron saliendo a la luz sobre el modo en que se llevaron adelante los estudios por parte de los grandes laboratorios productores de las nuevas vacunas, ni la censura que sufrieron científicos y especialistas de prestigio cuando intentaron advertir sobre los posibles efectos adversos vinculados con estos productos o sobre las alternativas de tratamiento y prevención de la enfermedad con medicamentos baratos y ya conocidos desde hace años. Tal fue el caso de la ivermectina, que en el país fue tempranamente estudiada para el tratamiento y prevención del covid por los doctores Roberto Hirsch y Héctor Carvallo.
Consultado por La Prensa sobre la cuestión de la pérdida de confianza de la que son víctimas hoy las vacunas en general, Hirsch  -jefe del departamento de Enfermedades Infecciosas del Hospital Muñiz y ex director de la carrera de especialistas de infectología de la Universidad de Buenos Aires, evaluó: “En dos o tres años aparecieron nuevas vacunas, cambiaron los esquemas de vacunación, muchos laboratorios están experimentando vacunas ARNm para otras patologías -más allá del covid- y, al mismo tiempo, la aparición de efectos colaterales con las vacunas ARNm para el covid han quedado evidenciados a nivel internacional en forma estadística. Si uno ve la cantidad de accidentes cardiovasculares, el incremento de los tumores que coinciden epidemiológicamente con las curvas de inmunización y que -a su vez- países no inmunizados como los países africanos, que menos se inmunizaron, menos producción de este tipo de situaciones tienen, cuando deberían tener más -por la calidad de vida que tienen- han hecho que las personas todas se empiecen a cuestionar”.   
Para Hirsch las vacunas tradicionales, en general, son efectivas. Aunque matizó: “Las nuevas vacunas, que tienen poca evolución en la experiencia, han demostrado que hay que tener un cierto tino y ver qué es lo que pasa con esas nuevas vacunas en el tiempo para poder empezar a recomendarlas y que la población no es para darle las cosas porque sí y ver qué es lo que le va a pasar”.
El covid dejó en claro el afán por un negocio multimillonario, como es el de las vacunas, mientras los ciudadanos se transforman en conejillos de indias. “Se les dio autorización de emergencia a las vacunas sin haber sido suficientemente probadas. Sin embargo, otros productos que son menos tóxicos y que estaban aprobados y que se  dieron para otras enfermedades (la FDA aprobó la ivermectina para el tratamiento del cáncer) no obtuvieron autorización para ser usados en covid. Hay intereses personales y económicos en ciertos niveles para que funcione la vacuna. La gente, que no es tonta, empieza a dudar de qué es lo que pasa en torno a esto. Hay estrategias non sanctas. No todas son financieras, algunas tienen que ver con las poblaciones”, ilustró.
Sobre la evolución que han tenido las vacunas contra distintas enfermedades desde su surgimiento,Hirsch opinó que las “vacunas de antes eran más efectivas, pues conferían inmunidad para toda la vida”.
Como ejemplo citó el caso de la vacuna antisarampionosa para la cepa Edmonston, “que era tan fuerte como el sarampión natural, entonces se aplicaba con media dosis de gamaglobulina. Es decir, se le daba a los vacunados una protección para no tener una enfermedad tan fuerte con la vacuna”. 
“Ninguno de los sujetos vacunados con cepa Edmonston durante toda su vida hizo sarampión. Después de eso, aparecieron  vacunas cada vez más atenuadas que aumentaban la inmunidad humoral -la inmunidad de la sangre- pero no medían la inmunidad celular, la inmunidad interna, que es lo mismo que pasó con covid. Los sujetos que tenían Edmonston tenían muy mala inmunidad humoral. Entonces empezaron a fabricar vacunas que elevaran la inmunidad humoral. Pero a medida que elevaron más la inmunidad humoral, ésta era más alta porque el virus o los fragmentos de virus daban vueltas por el organismo hasta que se liberaba y después esa inmunidad se perdía. Al principio, las vacunas que se usaban decían que eran para toda la vida. Después eran para 20 años y ahora tienen que revacunar al chico a los 5, a los 12 y al egreso del secundario para una misma patología”, evualó el especialista en infectología, para luego agregar: “Vender cinco vacunas es mejor que vender dos”.
Al referirse al rol de la comunidad médica, que gran parte insistió para que sus pacientes se vacunaran con vacunas no debidamente probadas contra el covid, Hirsch sostuvo: “El juramento hipocrático lo cumplimos pocos. Fíjese los vaivenes de la Sociedad Argentina de Pediatría: al principio salió a desaconsejar el uso de vacunas covid en chicos. Al poco tiempo hubo un apriete y el presidente de esa sociedad salió a desdecirse y dijo que la vacuna era buena para los chicos… Pero vacunar para el covid a los chicos no tiene ningún sentido”. 
”¿Cómo va a tener confianza la gente luego de episodios de este tipo? Fui profesor titular de Infecciosas durante 15 años, hace 40 años que soy profesor. Enseñé mucho y fui el director de la carrera de especialista de infectología hasta mis 75 años. Pero no todo el resto de los médicos tienen la misma experiencia… Cuando uno empieza a leer papers que son  los que manejan ahora la cosa, donde todo es “brillante”, los médicos jóvenes empiezan a indicar, la misma gente ejercía presión porque no la vacunaban,  pero recién ahora están cayendo las fichas. Y así se dan situaciones como el proceso que le están haciendo al presidente de Suiza”, prosiguió.
Por otra parte es sabido que gran parte de las sociedades científicas tienen vínculos con los principales laboratorios. De hecho la Sociedad Argentina de Pediatría ha organizado charlas para sus miembros con la participación del representante de Moderna para hablar de las bondades de su vacuna covid. Al respecto, Hirsch opinó que no es ético que las sociedades científicas sean financiadas por laboratorios y para finalizar aseguró: “De la Sociedad Argentina de Pediatría me fui hace años. De la Sociedad Argentina de Infectología nunca fui socio porque también tiene compromisos”.

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