Por Agustina Sucri – La Prensa
El médico argentino Leonardo González Bayona (54), acostumbrado a trabajar en emergencias y en contacto con situaciones de riesgo que exigen tomar decisiones para salvar vidas, advirtió tempranamente las inconsistencias de la alarma oficial por una supuesta crisis sanitaria a comienzos de 2020. Su juicio crítico lo llevó a concluir que algo andaba mal. Con base en su experiencia, se lanzó a una batalla para recuperar el sentido común. Trató de llevar calma a sus colegas y a la población en medio de la histeria colectiva y pagó el precio. Lo tildaron de loco y negacionista, lo amenazaron, lo echaron del trabajo y lo censuraron. Una locura que lo llevó al desencanto con el sistema médico-sanitario, a descolgar su título de médico, a un replanteo vital y a preguntarse cuántos protocolos y consensos habían estado en el pasado teñidos también de intereses que él nunca había sospechado o, si lo había hecho, lo dejó pasar porque pensaba que “la ciencia es buena”.
Bayona no es un improvisado ni un novato. Estudió en el Colegio Nacional Buenos Aires, se recibió de médico en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, hizo la residencia de especialización en Medicina Familiar en el Instituto Universitario Cemic. El último año de su residencia hizo una rotación en la Universidad del Sur del Estado de Illinois, en Estados Unidos. Más tarde completó dos posgrados, uno en obesidad y nutrición clínica en la Universidad Favaloro y otro en Medicina Deportiva.
Trabajó en el Hospital Privado de Comunidad en Mar del Plata, en la Fundación Favaloro -donde estuvo a cargo del servicio de Prevención y Tratamiento del Sobrepeso-, fue durante muchos años prestador exclusivo de Osde y hasta enero de 2021 trabajó en el servicio de Guardia del Cemic. “A mí me gustaba trabajar en emergencias porque me ponía en contacto con la situación de riesgo, en la que había que tomar decisiones importantes y donde le salvabas la vida a la gente. No me importaba que me pagaran poco. Era una manera de mantenerme bien ejercitado y salir de la monotonía del consultorio, donde atendés la patología que no quema”, relató González Bayona en una entrevista con La Prensa.
Sin embargo, la tarea más importante de su carrera la emprendió a comienzos de 2020, poco antes de declarase oficialmente la “pandemia de covid”.
Por entonces empezaban a llegar a su lugar de trabajo todos los días nuevas revisiones del Ministerio de Salud de la Nación sobre un nuevo virus detectado en China. “Para fines de febrero, principios de marzo, era constante la llegada de las actualizaciones del Ministerio, donde ya daban normativas sobre qué hacer con los pacientes que llegaban de China que vinieran a la guardia. Me llamó la atención que cada día que pasaba agregaban un lugar: primero era los que llegaban de China, al día siguiente incluían gente que venía del norte de Italia, a la semana siguiente de España”, recordó.
Bayona explicó que esos informes del Ministerio de Salud indicaban cómo actuar con esos pacientes: si tenían síntomas banales, un poco de temperatura, un poco de dolor de garganta, había que hisoparlos y dejarlos internados mínimo tres días para ver el resultado de la PCR o dejarlos aislados dos semanas en una habitación del Hospital.
“Yo le decía al coordinador de la guardia que esto estaba hecho para colapsar el sistema de salud porque cuando el virus llegara a Buenos Aires, el día de mañana, en menos de 24 horas iba a reventar el sistema porque se iban a ocupar todas las camas con gente con dolor de garganta, con un poco de moco, un poco de temperatura, un poco de diarrea, que son los síntomas de toda la patología prevalente. Yo lo decía y se reían, me decían que no sea dramático y que eso no iba a pasar. Nadie lo veía, el único que lo veía era yo”, narró este médico de familia, que en vano les repetía a sus colegas: “¡No tiene sentido aislar en una cama de un hospital a una persona por un dolor de garganta! ¡Nos van a faltar camas para internar una neumonía de la comunidad, no vamos a tener una cama para internar una apendicitis o una mujer en trabajo de parto!”.
Las contradicciones eran para él cada día más evidentes: por un lado, se había incorporado el uso de equipo de protección personal para la atención de pacientes (barbijo, escafandra, bata y cubrezapatos descartables) pero por otro lado no se había dispuesto ni un solo cartel para recordar las medidas clásicas de prevención de contagios de infecciones respiratorias. “Los de infectología de Cemic no pusieron ni banners, ni afiches… tanto es así que yo, en hoja A4, había escrito: ‘Si usted tiene síntomas de gripe y tose, ponga el pliegue del codo, no se toque los ojos’, que es algo que dije toda mi vida”.
Consultado si por aquellos días llegó a sentir temor ante las posibles consecuencias de este nuevo y misterioso virus, Bayona confesó que no fue así. “Tengo muchos años viendo pacientes, cuántos me tosieron en la cara… yo pasé por el H1N1 que fue otro fraude -del que parece que todo el mundo se olvidó-, entonces cuando empezaron con esto, pensé estamos en verano, de acá a que llegue una patología respiratoria… Y me fui de vacaciones sin miedo, con mi mamá. Había comprado el paquete en enero”, relató.
El médico y su madre llegaron a Brasil el 11 de marzo de 2020, donde la gente “hacía vida normal”, según contó. Sin embargo, lo que pronto comenzó a ver en la televisión y hasta en el grupo de Whatsapp que integraba con sus colegas de la guardia del Cemic pintaba una realidad completamente distinta y aterradora: “Me empezaban a llegar mensajes al celular de los médicos que compartían videos de Colombia y otros países, dramáticos, diciendo acá estamos muriendo, la gente se muere. Y yo le preguntaba al coordinador de la guardia qué era eso, qué estaba pasando y le decía que pida que dejen de compartir esa clase de videos”.
“Conocidos de España y de Italia me empezaron a criticar, diciendo que iba a matar a mi madre por haberla llevado de viaje… Además, me había ido 15 días de vacaciones pero cerraron el aeropuerto y no pudimos volver. Iban pasando las semanas y no me quedó otra que empezar a investigar”, aseguró.
Decretadas las cuarentenas, a Bayona le sorprendía ver que todas las noticias de la televisión eran iguales, mostrando cómo se apilaban ataúdes… le parecía además absurdo que dejaran a la gente sana en su casa y que la obligaran a taparse la boca con barbijos o “tapabocas”.
“La OMS tomó el trabajo de Neil Ferguson, del Imperial College de Londres, para recomendar las cuarentenas. Ferguson sobreestimaba con un modelo matemático las cifras de muertes, era catastrófico. Pero él ni es médico, es un matemático que venía ya asesorando a la OMS en epidemias y plandemias previas. Hasta entonces, yo creía que la OMS era respetable y que había que hacerle caso porque a mí me enseñaron que los organismos superiores están para controlar y uno en realidad tiene que confiar”, expresó Bayona.
LENGUAJE Y REALIDAD
Entre los distintos mensajes e informaciones que recibía Bayona mientras pasaba sus días varado en Brasil, llamó su atención un artículo de la Sociedad Argentina de Infectología, que le hicieron llegar. Decía “De lectura amena y obligada en los tiempos que corren”. “El mail estaba firmado por un infectólogo, militante de la Cámpora, que fue funcionario del gobierno de la provincia de Buenos Aires. El autor del texto era Tomás Pueyo Brochard. Busco quién era, veo que no era médico, el artículo se había publicado en página/12. El trabajaba en Sillicon Valley y tenía todo el know-how para difundir noticias a través de plataformas digitales, hijo de cineastas, tiene hecho un MBA en Ciencias de las Conductas Humanas y se dedicaba a escribir narrativas poderosas. Leí el artículo y me asusté. Cuando vuelvo a leerlo, veo que la estructura de la narrativa era adoctrinamiento puro”, graficó el médico de familia. Bayona comenzó a buscar más información sobre el autor del artículo y así encontró una charla Ted de Pueyo Brochard titulada “Why Stories Captivate”. “Este tipo después fue contratado por Larreta y el gobierno Nacional como asesor en el manejo de las cuarentenas. Un psicópata que le estaba contando en 2018 al auditorio cómo hacer de una historia una historia poderosa aun cuando los hechos no sean ciertos, manejando la emoción, la empatía, el miedo, y diciendo que en la narrativa tenemos un arma poderosa”.
“Como hice coaching ontológico, soy consciente de que con el lenguaje generás realidades”, prosiguió Bayona, quien rememoró: “Yo estaba como loco. Ya habían pasado varias semanas, seguía en Brasil pero tenía cada vez más información. Obviamente, me empecé a pronunciar en contra”.
“Jamás en todas las gripes anuales que matan más de medio millón de personas al año, de acuerdo con las cifras oficiales de la OMS, se recomendó el uso del barbijo y mucho menos del tapaboca, que es un trapo sucio, en la población sana. Entonces por qué después de años de gripe, de golpe se impone una medida que tiene un simbolismo terrible. Empecé a ver la censura, la falta de debate, la falta de autopsias… todo eso sumado a cómo los medios de comunicación desinformaban y contaban que en Brasil se caían como moscas cuando yo estaba ahí y estaba viendo otra realidad”, relató, para luego agregar: “Veía a los periodistas de la red O Globo en la playa, haciendo planos especiales para mostrarle a la gente que las calles y las playas estaban desiertas, pero en realidad estaban llenas de gente”.
Por otra parte, Bayona pensaba que si lo que contaban era completamente cierto, luego del carnaval de Río de Janeiro, que había convocado en febrero a miles de personas de distintos países, ya para marzo en Brasil deberían haberse visto las consecuencias de ese evento masivo. Pero no fue así.
“Yo estaba allá y en 56 días no escuché la sirena de una ambulancia, no vi camiones apilando muertos, no ví gente cayendo muerta en las favelas… ¿entonces qué les estaban mostrando por televisión? Decidí por eso grabar un video mostrando las calles de Brasil, en donde se estaba viviendo con total normalidad. En ese video yo cuestionaba qué estaban haciendo, decía que la gente quería trabajar… Ese video tuvo millones de reproducciones en pocas horas. Por un lado tenía gente que me felicitaba y me agradecía y, por el otro, gente que me decía que me tenían que matar”, recordó.
Al día siguiente, Bayona tomó una bicicleta y recorrió cinco hospitales. Las guardias estaban vacías. “Yo decía, si llego a ver una situación que me demuestre que hay una emergencia sanitaria, voy a pedir disculpas. Voy a salir en las redes a decirlo”, contó.
“Iba a las guardias me quedaba una hora parapetado con el teléfono en la puerta, no había nadie, los médicos fumaban, jugaban con el celular, me acercaba y les preguntaba cómo estaba todo adentro y me decían que estaba todo tranquilo”.
Un día más tarde el médico quiso comprobar si en las zonas más alejadas de Río de Janeiro la realidad era distinta. Al buscar en Google maps hospitales en las afueras de Río, su teléfono se apagó solo y al prenderse nuevamente advirtió que se había borrado la memoria y los archivos de la cámara. Sintió miedo, pero siguió adelante con su plan. Llegó hasta Méier, un barrio al norte de Río de Janeiro. “Fui con otro teléfono y vi los hospitales en donde mostraban las cámaras frigoríficas donde ponían supuestamente a los muertos porque no alcanzaban las morgues… no había ninguna cámara frigorífica. No entraba ni salía nadie de la guardia. Subo a mis redes sociales un segundo video mostrando la tienda de campaña gigante en Leblon, pero vacía. Cuatro horas más tarde, mi teléfono se restableció. Al día siguiente ponen un avión de Aerolíneas Argentinas a buscarnos para volver a Buenos Aires”, narró Bayona.
Antes de volver a la Argentina el médico recibió una llamada intimidatoria. “Al atender me dijeron ‘Te vamos a llenar las piernas de balas si seguís recorriendo hospitales y subiendo cosas a las redes’”, aseguró. Por consejo de un juez conocido hizo la denuncia en el Ministerio Público Fiscal de Argentina pero le contestaron que tenía que buscar un juez natural en la ciudad de Río de Janeiro porque el delito había sido allí.
“Muchos de mis amigos y colegas que al principio me escuchaban me decían cuidá la imagen, cuidá el trabajo, no te expongas… y muchos dejaron de hablarme. Empecé a sentirme muy solo”, agregó.
De vuelta en Buenos Aires y en su trabajo en la guardia del Cemic, sus compañeros comenzaron a darle la espalda, le decían que estaba loco. “No querían escuchar nada de toda la evidencia que yo les mostraba”, lamentó.
“En la sala de médicos habían dado vuelta las sillas mirando hacia la pared para que los médicos no tuvieran contacto visual. Los médicos usaban doble barbijo, máscara, escafandra, se cambiaban el ambo cuatro veces en el turno, un delirio total… Me encontré con gente programada, no eran humanos. Venía de 70 días de estar afuera y cuando vuelvo esta gente estaba tomada por el pánico, estaban adoctrinados”, ilustró.
No tardaron en aparecer los problemas. “Veía que hacían mal los diagnósticos, no revisaban a los pacientes, venía una persona con una reacción alérgica a un antibiótico, la hisopaban para covid y le decían que no podían ver más a la familia. La gente mayor llorando adentro de los consultorios. Yo sentía una impotencia terrible porque pensaba estos hijos de puta están haciendo cualquier cosa. Todo era tan absurdo, tan ridículo, que me empecé a pelear. Algunos miraban para abajo porque sabían que lo que yo decía tenía absoluta lógica. Hubo un par que decían que yo los ponía en peligro, decían que iban a contagiar a sus familias por mi culpa, que yo era un negacionista”, detalló Bayona, quien admitió que él no negaba que existiera la patología pues a él mismo le había tocado atender personas con neumonías bilaterales a las que revisaba sin barbijo y sin el equipo de protección.
“No soy negacionista, soy realista y ejerzo la medicina como debe ser, de manera humana, no tocando al paciente con un palo, disfrazado de astronauta, haciéndole creer al paciente que es un pestilente, contagioso, que merece ser incinerado. ¿Qué tipo de resultado terapéutico podés tener si actuás así con un paciente?”, cuestionó
Pese a todo, el médico de familia tenía la ilusión de poder generar conciencia, “de despertarlos”. “Hablaba mucho con todos pero se me hacía difícil porque me hacían sentir mal diciéndome que yo los ponía en riesgo. Iba por las calles con carteles colgados advirtiendo: ‘Soy médico, te están mintiendo, el barbijo no sirve’”, contó.
Finalmente, el 5 de enero de 2021, Bayona fue despedido del Cemic. “Me armaron una causa diciendo que era problemático, que generaba un ambiente de hostilidad… y yo me fui llorando pero no por el despido sino por ver que la gente todavía no se daba cuenta”, dijo con pesar.
Bayona continuó atendiendo pacientes de manera presencial en su consultorio pero lo vivido lo llevó a hacerse un replanteo vital. “Un día dije que no podía seguir formando parte de este sistema y que no me quería ganar la vida haciendo consultas virtuales y recetas. No me parece digno”, sentenció.
“A mí todo esto me abrió la cabeza y entré en un conflicto profesional. Entonces hoy me cuestiono cuántos protocolos, consensos, estuvieron teñidos de intereses que yo nunca sospeché o si lo sospeché lo dejé pasar porque “la ciencia es buena””, confesó.
Bayona apuntó con tristeza que, con el encierro, la sociedad descuidó su salud, aumentó de peso, fumó más, se drogó, tomó alcohol, se deprimió… “Esto no es medicina. Tuve que tomar la decisión de descolgar mi título y mudarme, aunque no dejaba de ser médico. Destruyeron la medicina. Hubo gente que se murió de una apendicitis por quedarse en casa. Se murió de un infarto. Le hicieron creer que ir al hospital era sinónimo de contagiarse covid”, continuó.
Con 25 años de médico, Bayona se replantea por estos días la dirección que quiere darle a su carrera. “Necesito un tiempo para pensar qué medicina quiero hacer. Empecé a comunicarme por las redes sociales, aunque estoy censurado, las cuentas están pisadas”, reflexionó.
Tres años después del inicio de esa pesadilla llamada covid, siente que como médico todo lo que hizo a partir del 2020 vale más que lo que hizo antes. “Para mí este es el trabajo más importante que he emprendido de mi carrera como médico. Agradezco haber estudiado medicina y haber tenido los conocimientos y la autoridad y la capacidad de discernir porque con mi matrícula de médico tengo una palabra autorizada y la hice valer. Es la culminación de un ciclo que a mí me gratifica, aún teniendo que aceptar el desencanto, la traición del sistema, aceptar el duelo… pero estoy agradecido y orgulloso de haberme pronunciado como lo hice y defendido mi palabra con argumentación”, finalizó.