Fuente: Infobae
Comisarías clandestinas en todo el planeta, globos espías, miles de agentes encubiertos y colaboradores infiltrados en todos los estamentos de la vida occidental: China tiene espías en todos lados y esa poderosa red es central en la historia del Partido Comunista.
Tan serio es el problema que sus tentáculos dañan por igual dentro y fuera del país. De hecho, del espionaje depende la subsistencia del Partido…
La historia de los servicios de inteligencia chinos se remonta a más de cien años y es inseparable de la fundación del Estado comunista. El germen, sin embargo, no es chino, sino soviético.
En diciembre de 1917, tras la revolución bolchevique, Lenin hizo un llamado a “desencadenar Oriente”. Con la atención puesta en el Occidente capitalista, pretendía difundir el comunismo en Asia Central (y más allá también). Con el propósito de alcanzar el comunismo a nivel mundial, en 1919 estableció la Internacional Comunista, Komintern. Lenin sostenía que el capitalismo se debilitaría al ser aislado de los mercados y sufrir la reducción de los recursos proporcionados por sus territorios coloniales y semicoloniales. El sanguinario Stalin, su sucesor, compartía esta creencia. Al igual que Lenin, consideraba que el desorden y la división eran elementos esenciales para una revolución comunista. Y empezaron a mirar hacia China.
Así, el espionaje se transformó en un elemento clave para el avance comunista.
En 1911, el emperador chino había sido derrocado y se había declarado la república. Pekín fue reconocida internacionalmente como capital y se estableció un cuasi gobierno, pero el país estaba profundamente dividido y los líderes locales, muchos de ellos patrocinados por el extranjero, eran verdaderamente los poderosos.
En enero de 1920, los bolcheviques tomaron Siberia Central, establecieron el primer enlace por tierra con China y, en pocos meses, la Internacional Comunista ya tenía un representante en China, Grigori Voitinsky. Y casi en un suspiro, establecieron un centro operativo en Shanghai.
Un año después, en el primer Congreso del Partido Comunista de China, ya participaron dos enviados soviéticos. Ese día, entre los asistentes también había otra persona, un joven e ignoto delegado de la provincia de Hunan llamado Mao Zedong.
Los soviéticos ayudaron a sus hermanos comunistas chinos, pero también armaron y abastecieron a otros partidos en China, especialmente al Kuomintang, el movimiento nacionalista.
En 1927 se formó el primer servicio de espionaje comunista chino, la Sección Especial del Comité Central, o Zhongyang Teke. La Sección Especial fue creada por Zhou Enlai, que se convertiría en uno de los padres fundadores de la República Popular China y más tarde sería primer ministro de la China comunista, desde 1954 hasta su muerte en 1976.
Según detalla el investigador Sean Durns, los enemigos del servicio de espionaje del PCCh “eran una legión”. Los comunistas chinos tenían que vérselas con los nacionalistas, los japoneses y los innumerables extranjeros que habitaban China, muchos de ellos en Shanghai, la cuna del PCCh. La ciudad era un antro de intrigas, repleto de fumaderos de opio, burdeles y espías.
“Shanghai era la capital del espionaje de Oriente”, describió el escritor Ben Macintyre. Para ese entonces los extranjeros no necesitaban pasaporte ni visado, lo que permitía a los espías hacer y deshacer sin dejar rastros.
Así, Shanghai se transformó en el primer laboratorio de pruebas para los espías comunistas chinos.
En 1927, el líder del Kuomintang, Chiang Kai-Shek, se volvió contra los comunistas, comenzó una sangrienta purga interna y, tras miles de muertos, finiquitó la cooperación entre el PCCh. El episodio, además de ser determinante en el futuro del comunismo chino, en algún punto también explica la paranoia que hasta hoy perdura en el poder del gigante asiático.
El primer jefe de espionaje de la organización, Gu Shunzhang, había “nacido en el lado equivocado de las vías en Shanghai”, detalla Durns. “Pasó su adolescencia rondando bares, fumando opio, teniendo aventuras con mujeres, aprendiendo los caminos del hampa”, señaló el investigador Roger Faligot en su libro Espías chinos: Del Presidente Mao a Xi Jinping.
Por la noches, era ilusionista y actuaba en los numerosos clubes y casinos de Shanghai. Pero de día, Gu trabajaba en una fábrica de tabaco, y fue allí donde comenzó su relación con el PCCh. Con el tiempo, el mago fue enviado a la Unión Soviética para recibir formación, donde aprendió nuevos trucos…
Gu pronto fue nombrado jefe del servicio de seguridad del Politburó del PCCh, donde participó activamente en el conflicto con el Kuomintang. Pero la magia terminó siendo su condena porque una foto de sus espectáculos lo delató, en 1931 el servicio de espionaje del Kuomintang lo identificó por una imagen y lo convirtió en agente doble. La información proporcionada por Gu condujo a la redada y ejecución de innumerables comunistas. Pero en 1934 dejó de ser útil y el Kuomintang lo asesinó.
Otro de los primeros líderes del espionaje del PCCh, Kang Sheng, pasó a la historia como el “Beria de China”, estableciendo un paralelismo con Lavrentiy Beria, el jefe de espionaje de Stalin. Sin embargo, Kang Sheng sobrevivió tanto a Beria como a Stalin, y su reinado como temible jefe de inteligencia se prolongó hasta bien entrada la década de 1970, mientras seguía orquestando purgas en nombre de su antiguo maestro, Mao. Cuando el padre del actual Presidente del PCCh, Xi Jinping, que también fue uno de los fundadores del Estado comunista chino, fue expulsado en la década de 1960, la familia de Xi responsabilizó a Kang de la maniobra.
Al igual que Gu, Kang se había formado en la Unión Soviética. Había sido originalmente partidario de Wang Ming, rival de Mao. Y como Gu, había sido delegado sindical antes de ascender a las filas de la arquitectura de seguridad del PCCh. Según se decía de él, “Kang podía congelarte con una mirada”.
El jefe de espías – “de aspecto siniestro”, según lo describió The New York Times en su obituario- pasó los últimos años de la década de 1930 y los primeros de la de 1940 eliminando a los espías traidores en las filas del PCCh, consolidando el poder de Mao .
Estableció una escuela de inteligencia y un cuartel general que, según Faligot, “pronto llegó a ser temido por los cuadros del PCCh como su peor pesadilla”, con salas de interrogatorio y celdas clandestinas.
El trabajo de Kang, reveló el historiador de inteligencia Christopher Andrew, “consistía en deponer y destruir a sus compañeros del partido, y sus continuas ‘investigaciones’ a principios de la década de 1960 sentaron las bases para los ataques de la Revolución Cultural que estaban por venir”.
Kang tenía mucha influencia. En su investigación Dunst recuerda que fue él quien le presentó a Mao a su tercera esposa, la actriz Jiang Qing, más tarde conocida como la infame “Madame Mao”, por haber ordenado miles de ejecuciones.
Faligot en su libro Espías chinos: Del Presidente Mao a Xi Jinping, asegura que Kang fue “el inventor del maoísmo”, persiguiendo lo que él llamaba “elementos desviacionistas”.
Más tarde desempeñaría un papel clave en la escisión chino-soviética de finales de la década de 1950, presionando para que Pekín dejará la tutela rusa y fuera más independiente.
Mientras el Kuomintang y Occidente luchaban contra los japoneses en la Segunda Guerra Mundial, el PCCh se replegó, guardó energías para la guerra civil y para cuando se estableció la República Popular China, en 1949, los espías de Mao cobraron fuerza: desde entonces -y hasta la actualidad-, su mayor tarea es la de garantizar la supervivencia del Estado comunista chino, fuera y dentro del país.
Así, casi desde el principio, los comunistas chinos lograron instalar topos en todo el mundo, pero uno de sus mayores éxitos fue el célebre Larry Wu-tai Chin. Este estadounidense de origen asiático fue reclutado por espías del PCCh en 1944. Consiguió infiltrarse en el ejército estadounidense como traductor y sirvió en consulados de Shanghai y Hong Kong… Durante cuatro décadas recolectó secretos norteamericanos valiosísimos. Durns detalla que, durante la guerra de Corea, proporcionó a Mao los nombres de soldados chinos capturados que cooperaban con los interrogadores estadounidenses.
Además, con los años se supo que filtró información sensible sobre los planes de Richard Nixon para normalizar las relaciones con China dos años antes de que el presidente visitara el país.
Pero como suele pasar en el mundo del espionaje, Chin también se pasó de bando y trabajó para la CIA… Cuando Mao lo descubrió, desató una sangría.
Chin pagó sus traiciones de un lado y otro, y cayó preso en 1985. Mientras aguardaba el proceso judicial, decidió quitarse la vida en su celda de la prisión de Virginia. Durante ese mismo periodo, el líder del PCCh en ese entonces, Deng Xiaoping, inició un proceso de transformación y modernización de los diversos servicios de inteligencia de China, y hasta reclutó a Xi Zhongxun, el padre de Xi Jinping.
Los espías chinos cosechan alarmantes éxitos: penetraron agencias estatadeles occidentales y desarrollaron espionaje industrial, pirateando propiedad intelectual clave de Estados Unidos y sus aliados. Según el director del FBI, Christopher Wray, el espionaje económico de China se ha vuelto “más descarado, más dañino que nunca”.
Ahora, China enfoca sus operaciones para influir en los responsables políticos y de opinión occidentales.
A diferencia de lo que ocurre en las democracias occidentales, los servicios de inteligencia chinos no rinden cuentas ante organismos políticos independientes ni ante la opinión pública, ni están sujetos al Estado de Derecho.
El grado de adoctrinamiento político dentro del espionaje chino es monumental. El comunismo lo atraviesa todo. Cada entidad cuenta con dos componentes: un jefe técnico, a cargo de las tareas cotidianas, y un representante político, responsable de asegurar que la orientación ideológica de la entidad se adecue a la estrategia establecida por el Partido Comunista de China.
Mientras una parte de los agentes de inteligencia de Xi Jinping controlan la seguridad interna administrando los laogai (la versión china de los gulag soviéticos) y la represión de los disidentes, hay miles de agentes chinos diseminados por el mundo. Trabajando como científicos, periodistas, diplomáticos, estudiantes extranjeros y hombres de negocios, recolectan información sensible a destajo…
Es que desde hace más de 100 años los espías chinos están en todos lados.