El lobbista de los laboratorios, el senador por Tucumán, Pablo Yedlin, cercano, entre otros, a Hugo Sigman, dueño de laboratorios Elea, Biogénesis Bagó, Sinergium Biotech, Chemotecnica S.A e Inmunova, lamentó que se haya pospuesto la aprobación de su proyecto de ley para agregar flúor la sal de mesa de los argentinos.
“Hoy en la sesión frustrada en el @senadoargentina por la falta de quorum de @juntoscambioar impidió tratar la ley que habilitará la venta en Argentina de sal enriquecida con Flúor. Esta medida recomendada por la @opsoms se aplica en Europa y muchos países de Latam”, se quejó. Y argumentó a favor de su proyecto legislativo: “A los 30 años de edad el promedio de los argentinos han perdido 5 piezas dentarias por caries (hay lugares con más de 7). Se estima una reducción del 60% en 10 años con esta medida”.
A renglón seguido, criticó furioso los comentarios que le llovieron en su contra en sus redes sociales: “La fluoración del agua potable no ha funcionado en la Argentina. Los antivacunas devenidos en procaries que critican la propuesta, están bienvenidos a mi TL, pero pocas medidas preventivas son más útiles y seguras. Vamos a insistir y las vamos a sancionar”.
Sin embargo, en el documento de los CDC de EEUU, que compartió el propio Yedlin, para fundamentar su proyecto, pueden leerse afirmaciones que, por el contrario, indican la peligrosidad del uso de fluoruros:
“El fluoruro puede cruzar la placenta y alcanzar al feto. Solamente una pequeña porción de la cantidad que se ingiere es transferida al niño a través de la leche materna. Varios estudios en seres humanos encontraron un aumento de la tasa de defectos de nacimiento o cocientes de inteligencia (IQ) más bajos en niños que viven en áreas con niveles altos de fluoruro en el agua potable”.
“Los niños pueden estar expuestos a niveles altos de fluoruros si tragan productos dentales que contienen pasta dental, geles o enjuagues fluorados”.
“Un estudio en ratas y ratones encontró que un número pequeño de ratas machos desarrolló cáncer de los huesos después de beber de por vida agua con altos niveles de fluoruro”.
“Efectos tales como disminución de la fertilidad y daño de los espermatozoides y los testículos se han observado en animales de laboratorio que recibieron dosis de fluoruro extremadamente altas”.
“Algunos estudios también han observado un riesgo más alto de fracturas en personas de edad avanzada expuestas a niveles de fluoruros que se encuentran típicamente en agua fluorada”.
El documento presentado por Yedlin asegura que “en cantidades adecuadas” no sería tóxico, sin embargo, en la práctica, se vuelve casi imposible controlar las cantidades que una persona realmente ingiere. En Uruguay, donde existe una ley similar, recientemente se denunció precisamente este problema: “La concentración anunciada en los paquetes era la prevista en la legislación, 250 miligramos de fluoruros por kilo. Sin embargo, los resultados arrojaron una gran variación en la cantidad de fluoruros que realmente tenían los paquetes, casi siempre muy lejos de lo estipulado. El rango de los valores medios fue de 19,22 a 553,42 miligramos”.
En un sentido contrario al del senador tucumano, durante las sesiones legislativas del año 2014, los diputados Antonio Riestra, Alcira Argumedo, María Linares y Víctor de Gennaro, habían presentado un proyecto de ley para quitar el flúor del el agua potabilizada por lo dañino que resulta para la salud, como puede verse en: https://hcdn.gob.ar/proyectos/proyectoTP.jsp?exp=3392-D-2014
En dicho proyecto del 2014 se puede leer:
“Existe una enorme cantidad de estudios científicos y de evidencia estadística que se han realizado desde hace más de veinte años en todo el mundo, que demuestran los efectos tóxicos y dañinos del consumo del flúor, así como los peligros de la fluorización indiscriminada del agua potable y la sal.
Y con respecto a su distribución masiva como medicamento para prevenir o evitar la caries, está comprobado científicamente que los beneficios del flúor son principalmente de carácter tópico (es decir por aplicación directa a los dientes) y que su ingestión causa más perjuicios que beneficios.
La caries no es una enfermedad por carencia de flúor, sino la consecuencia de una alimentación inadecuada y de la mala higiene bucodental. Los hábitos perjudiciales que conducen a las caries no serán evitados por la fluoración, del agua potable. Un estudio del Instituto Nacional de Investigación Dental estadounidense (Warren 2009) no encontró relación entre la caries dental y la cantidad de fluoruro ingerido por niños.
Por otro lado, los índices de caries no se incrementaron al detener la fluoración en comunidades de Canadá, Alemania, Cuba y Finlandia, más bien, por lo general, han continuado disminuyendo. (Maupomé 2001; Kunzel &Fischer, 1997, 2000; Kunzel 2000; Seppa 2000)”.
Y advierte:“El flúor daña el cerebro. En una revisión de los hallazgos comisionada por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), se ha agregado el flúor a un listado de los 100 químicos de los cuales existe “evidencia sustancial de un desarrollo de neurotoxicidad”. Puede reducir el coeficiente intelectual. Hasta ahora existen 24 estudios provenientes de China, Irán, India y México que han reportado una asociación entre la exposición al fluoruro y la reducción del coeficiente intelectual. El flúor daña los huesos y afecta la glándula pineal y la función de la tiroides”.
Como si esto fuera poco, numerosos estudios apuntan a la peligrosidad de los fluoruros para el sistema nervioso como el trabajo publicado en Science Direct por Valdez-Jiménez y Soria Fregozo: “Efectos del flúor sobre el sistema nervioso central” ( https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0213485310003191 ).
Allí se puede leer:
“El flúor (F) es un elemento tóxico y reactivo; la exposición al mismo pasa casi inadvertida con el consumo de té, pescado de mar, carnes, frutas, etc., y el uso de artículos como aditivo en pastas de dientes, enjuagues bucales, antiadherentes sobre sartenes y hojas de afeitar como el teflón”.
“El F puede acumularse en el organismo y se ha demostrado que la exposición crónica al mismo produce efectos nocivos sobre distintos tejidos del organismo y de manera particular sobre el sistema nervioso”.
“Diversos trabajos, tanto clínicos como experimentales, han reportado que el F provoca alteraciones sobre la morfología y bioquímica cerebral, que afectan el desarrollo neurológico de los individuos y, por ende, de funciones relacionadas con procesos cognoscitivos, tales como el aprendizaje y la memoria. Las toxicidad del F se puede presentar a partir de la ingesta de 1 parte por millón (ppm) y los efectos no son inmediatos ya que pueden tardar 20 años o más en manifestarse”.
“La ingesta prolongada de F provoca daños a la salud y de manera importante sobre el sistema nervioso central, por lo que es importante considerar y evitar el uso de artículos que contengan flúor y de manera particular en individuos en desarrollo, debido a la susceptibilidad que presentan a los efectos tóxicos del F”.
Volviendo al proyecto de 2014, se pedía un paso a la inversa de la propuesta ahora por Yedlin:“A casi 50 años de la puesta en vigencia de la ley que proponemos derogar han surgido numerosos estudios y evidencias científicas y se han construido conocimientos que nos dicen que la política sanitaria correcta es eliminar en lo posible el flúor natural que se encuentra presente en el agua y prohibir la fluoración artificial. Existen argumentos sólidos y alarmantes como para adoptar una postura preventiva y no solo de la caries, sino de la salud integral de la población, protegiendo a millones de personas de daños innecesarios. Casi todos los países del mundo han prohibido la fluoración del agua en función del Principio de Precaución, las caries de sus niños no se incrementaron y por el contrario la salud de todos se vio liberada, al menos, de una sustancia nociva”.
Los peligros del flúor en torno al sistema nervioso, el desarrollo del cerebro y la fertilidad deberían ser motivo suficiente para que el Congreso rechace el proyecto de Yedlin… salvo que el objetivo buscado sea precisamente el incremento de dichas afecciones.