Fuente: Gaceta Política

Aleksandr Solzhenitsyn, laureado escritor y disidente soviético, es ampliamente reconocido por sus críticas al sistema comunista y por su valiente denuncia de los abusos y atrocidades cometidos en los campos de trabajo forzado de la Unión Soviética.

A través de obras como “Archipiélago Gulag” y “Un día en la vida de Iván Denísovich”, Solzhenitsyn expuso la brutalidad y deshumanización inherentes al sistema soviético. Sin embargo, más allá de sus críticas políticas y sociales, el escritor también reflexionó profundamente sobre las raíces espirituales y morales de la crisis que enfrentaba su nación.

Una de las declaraciones más icónicas de Solzhenitsyn en relación a este asunto fue: “Los hombres han olvidado a Dios; por eso todo esto ha sucedido”.

En ese mismo discurso, Solzhenitsyn exploró las razones detrás de la caída moral y espiritual de la humanidad en el siglo XX, y argumentó que la principal razón de los horrores del siglo, incluidos los del régimen comunista en Rusia, fue que la humanidad había olvidado a Dios.

Nacido en un ambiente ortodoxo ruso, Solzhenitsyn se alejó de la fe durante su juventud, influenciado por la ideología atea del Estado soviético. Sin embargo, episodios cruciales en su vida lo reconectaron con la divinidad.

Durante su tiempo en el Gulag, experimentó una profunda transformación espiritual. En “El Archipiélago Gulag”, escribió: “Fue en la prisión donde me volví hacia Dios. Y en la prisión, por primera vez en mi vida, me aclaré a mí mismo y a mi visión del mundo”.

Para Solzhenitsyn, la revolución bolchevique y el posterior establecimiento del régimen comunista en Rusia no fueron simplemente el resultado de factores políticos o económicos.

Vio estos eventos como síntomas de una profunda crisis espiritual y moral: “Dentro del sistema filosófico de Marx y Lenin y en el corazón de su psicología, el odio a Dios es la principal fuerza impulsora […]. El ateísmo militante no es meramente incidental o marginal a la política comunista; no es un efecto secundario, sino el eje central”.

Después de ser expulsado de la Unión Soviética en 1974, se estableció en Vermont, Estados Unidos. Durante su exilio, se convirtió en un defensor de la tradición ortodoxa rusa y criticó la decadencia moral y espiritual de Occidente.

En su famoso discurso de Templeton en 1983, Solzhenitsyn concluyó con las siguientes palabras: “Frente a las ilusorias esperanzas de los últimos dos siglos, que nos han minimizado y nos han arrastrado al umbral de la aniquilación nuclear y no nuclear, solo nos queda buscar con firmeza la cálida mano de Dios, que tan temeraria y arrogantemente rechazamos”.

Tras el colapso de la Unión Soviética, Solzhenitsyn regresó a Rusia en 1994. Durante los últimos años de su vida, abogó por una renovación espiritual y moral de su país, basada en la tradición ortodoxa rusa.

Se estima que las muertes no naturales atribuidas al comunismo en la Unión Soviética, incluyendo hambrunas, purgas, represiones y otros eventos, oscilan entre los 6 y 21 millones de personas.

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