Por Fishel Szlajen – Infobae
El conflicto armado y el terrorismo son dos conceptos distintos, refiriendo el primero a un enfrentamiento violento sostenido entre dos o más grupos organizados que pueden ser naciones, grupos étnicos, o incluso facciones dentro de un país, pero siempre teniendo las partes involucradas estructuras militares organizadas, líderes, y objetivos políticos o territoriales específicos. Estos conflictos están regidos por el derecho internacional humanitario y las Convenciones de Ginebra, estableciendo normas para proteger a civiles, mujeres, niños, combatientes heridos, enfermos y todo quien no participe activamente en las hostilidades.
Pero el terrorismo, considerado ilegal y condenado enérgicamente por la comunidad internacional, se caracteriza por actos de violencia indiscriminada dirigidos principalmente contra civiles, provocando la mayor cantidad de asesinatos posibles y de la forma más sanguinaria, violando y tomando rehenes más toda acción que cuanto más atroz mejor, fuera de todo derecho internacional y con el objetivo de crear terror influyendo en la toma de decisiones políticas. Y aun cuando los grupos terroristas pueden tener una estructura organizativa, son menos convencionales y más descentralizados que las fuerzas militares tradicionales.
Si bien la diferencia clave entre conflicto armado y terrorismo radica en los objetivos y las tácticas, cuando un conflicto armado involucra actos de terrorismo (por ejemplo, terrorismo de estado por parte de gobiernos totalitarios), sus responsables deben ser denunciados y juzgados por crímenes de guerra o lesa humanidad.
Desde la pragmática, los grupos terroristas justifican sus acciones como medio para avanzar en causas políticas, sociales o religiosas, pero numerosos estudios demuestran que rara vez lo alcanzan. Max Abrahms demuestra que entre 1980 y 2003, sólo el 7% logró sus objetivos políticos, demostrando no sólo su ineficiencia para promover las causas que pretenden defender, sino como indica Martha Crenshaw, erosionando el apoyo de la sociedad civil incluyendo sus iniciales seguidores, debilitando la eventual simpatía de la comunidad internacional y la opinión pública, deslegitimando aquella causa y generando respuestas hostiles de los Estados. Y ello por la violencia indiscriminada, inhumana crueldad, violaciones, decapitaciones y toda falta a los derechos humanos básicos, generando aversión y rechazo perdiendo su eventual autoridad moral.
El terrorismo en lugar de combatir contra fuerzas armadas consideradas enemigas comete atrocidades contra civiles indefensos incluyendo niños y ancianos generando horror por su extrema crueldad. No sólo ejecuta crímenes aberrantes y de lesa humanidad, sino que provoca que el Estado perpetrado inicie la legítima defensa de sus ciudadanos y se produzcan más pérdida de vidas. Al conocer esta dinámica, las agrupaciones terroristas terminan atentando contra su propia población al utilizarla como escudo humano para evitar represalias por sus crímenes. La eventual causa queda entonces deslegitimada por parte de los propios ciudadanos que se supone deberían respaldarla, razón por la cual estas organizaciones terroristas frecuentemente amenazan a su propia población, incluso bajo pena de muerte, para que actúen favoreciéndolos.
Básicamente los terroristas son criminales que presentan su accionar bajo la forma de una causa supuestamente política que no sólo no defienden, sino que la socavan al atentar no solo físicamente contra su propia población; están además los profundos problemas de salud mental con efectos a largo plazo que causan incluso en su propio pueblo, ya demostrados por Barbara Lopes Cardozo. Luego, el terrorismo no sólo viola derechos humanos fundamentales y comete crímenes de guerra y lesa humanidad, inclusive desde el punto de vista utilitario no es válido por su ineficiencia y por minar su autoridad moral como método para el logro de una causa considerada justa.
Cobertura del conflicto en Israel, tras el ataque terrorista de Hamas
Y así es como la causa palestina es cuestionada en su autoridad moral debido al uso del terrorismo como método, que a diferencia de otras formas de resistencia daña su credibilidad y legitimidad, generando repudio internacional. La reciente inhumana masacre y atrocidades sin precedentes cometidas por Hamás, idéntico al accionar del Isis, habiendo sido severamente condenada por los principales países del mundo libre, no sólo debilita la posición moral de la causa palestina en la comunidad internacional y en la opinión pública global, sino que es un punto de inflexión en las relaciones políticas y sociales entre israelíes y palestinos.
Y si bien hay líderes palestinos que buscan soluciones pacíficas y diplomáticas, ellos son los primeros junto a la sociedad civil palestina que deben rechazar al Hamás condenándolo de manera firme y consistente, recuperando la autoridad moral en la arena internacional, focalizándose en medios no violentos para lograr sus objetivos.
Ahora bien, dado que el terrorismo, como afirma David Luban, infringe deliberadamente los derechos humanos fundamentales socavando la dignidad humana, todo ello respetado hasta en las leyes bélicas, no debe ser justificado por acción ni omisión, ni por conjunciones adversativas como “pero” o “aunque”, incluso si su objetivo político es considerado legítimo por seguir siendo inaceptable. Por eso justificar o condescender con el terrorismo es altamente peligroso y perjudicial porque avala la violación de los más básicos derechos humanos y de la dignidad humana, perpetuando un ciclo de violencia en el que se favorece que los grupos extremistas se sientan legitimados. Y en mayor medida cuando dicha justificación proviene de un Estado, frecuentemente enfrentando condenas y aislamiento por parte de la comunidad internacional, repercutiendo negativamente en su economía, política y sociedad.
Y esta falta de contundente condena al terrorismo, incluye algunos periodistas, políticos e incluso clérigos quienes en los últimos días han cometido la falacia de equivalencia moral, relativizando el terrorismo al equipararlo y justificarlo con otras acciones eventualmente injustas como el conflicto que conlleva restricciones parciales de Israel para con Gaza. Desde la lógica y la ética, esta falacia promueve un entendimiento erróneo que desvía la atención del público desde los hechos -los crímenes aberrantes del terrorismo- evitando dar explicaciones, intentando equipararlos con alguna otra acción eventualmente injusta por parte de la víctima. Así, legitimando el terrorismo como recurso aceptable para lidiar con los problemas políticos o sociales, se obstaculizan los esfuerzos para encontrar soluciones que promuevan la paz y la justicia.
La falacia se produce cuando se argumenta que dos acciones inmorales o injustas son igualmente censurables debido sólo a su propia cualidad, sin evaluar las diferencias del propio acto, su contexto y consecuencias. Lawrence Hinman enfatiza el peligro de este error por no evaluar cada acto en su contexto, considerando sus motivaciones, métodos y consecuencias, -crucial en el caso del terrorismo- para comprender la gravedad y asimetría de su acción respecto de toda otra considerada injusta.
Pero a menudo, los defensores del terrorismo recurren a esta falacia de equivalencia moral, también llamada “tu quoque” o tú también, acusando al otro para minimizar la gravedad de sus acciones, argumentando que otros actos como las parciales restricciones de Israel para con Gaza son igualmente condenables, acusando incluso a la víctima de hipocresía. Nuevamente, este error lógico y ético señalado también por Michael Ignatieff, deviene en la legitimación o justificación del terrorismo por el hecho de padecer otras acciones eventualmente injustas, sin evaluar cada acto per se, por sus consecuencias y contextos. Como afirma Richard Jackson, el terrorismo es una elección no una necesidad, ya que siempre hay alternativas no violentas y legítimas para perseguir objetivos políticos.
Parafraseando a Michael Walzer, a diferencia de algunas eventualmente desacertadas políticas de Israel para con Gaza, la propia naturaleza del terrorismo de Hamás, similar a Isis, es suficiente para entender por qué su pretendida equivalencia es un error lógico y ético, dado que su violencia es deliberadamente indiscriminada contra la población civil israelí cuyo objetivo es sembrar terror con masivos asesinatos atroces y violaciones denigrantes de la condición humana infligiendo sufrimiento, horror, crueldad y muerte sobre personas inocentes.