Por Mauricio Ríos García – gaceta.es
No parecía posible, porque el Movimiento al Socialismo (MAS) tuvo un éxito vendiendo a Luis Arce Catacora como el Mesías que salvaría a Bolivia de la hecatombe económica, incluso mayor que el que tuvo vendiendo a Evo Morales en 2005 como un indígena revolucionario, pero lo inflaron tanto que no ha tenido otro destino más que el de desinflarse de la misma manera en que se ha desintegrado el mismo modelo económico que la formación izquierdista impuso en 2006, al punto en que se ha visto obligado a ir matizando muchas de sus declaraciones sobreoptimistas y terminar reconociendo que está fracasando en su objetivo ya ni siquiera de alcanzar el crecimiento del 6,8% del PIB de 2013, sino de recuperar los niveles económicos pre pandemia.
Por ejemplo, el ministro de Economía, Marcelo Montenegro, en julio de 2022 afirmó que la economía estaba «permeabilizada«, pero exactamente un mes más tarde dijo: «nadie dice que somos una economía que no va a sentir los efectos de la inflación global». Igualmente, en febrero de este año trató de matizar sus declaraciones diciendo que nunca había dicho que la economía estaba «blindada», sino «preparada» (para el difícil entorno internacional), y ya en julio dijo -ante la escasez de dólares en el Banco Central y el sistema bancario y financiero- que la economía se encontraba en «nuevos niveles de normalidad».
Igualmente, hace solamente unos días Montenegro afirmó que «si la economía estuviera tan mal como sostienen los ‘opinadores’, los restaurantes no estarían abarrotados«, pero también acaba de ajustar su pronóstico de crecimiento del 4,8% para 2023 al 3%, casi dos puntos porcentuales menos de lo previsto, además de que los organismos internacionales han ido revisando sus proyecciones a la baja periódicamente con algo más de realismo: la Cepal, que es la más optimista, estima un crecimiento para Bolivia del 2,2%, el Banco Mundial estima un 1,9% y el FMI apenas un 1,8%.
Es cierto que Arce arrastra serios problemas de financiamiento desde que asumió el poder, pero tampoco es que consiguiéndolo se solucionarían los problemas de la economía del país. A lo mucho podría evitar temporalmente otros sobresaltos, como el desmoronamiento del banco Fassil a inicios de año, mientras no supera el desafío de las elecciones judiciales (para las que todavía no existe fecha tentativa siquiera) y las generales de 2025, porque el problema, en realidad, es el exceso de gasto, no la falta de ingresos. Así como tampoco lo es la falta de demanda, sino el exceso de oferta fundamentalmente monetaria y crediticia.
Es por esto que una de las preocupaciones crecientes del país se centra en el ritmo con el que la inflación oficial medida por el IPC (que también es cuestionable) está creciendo. El régimen de Arce ha estado presumiendo de tener supuestamente una de las tasas de inflación más bajas del mundo, pero, dado que considera la inflación solamente como el incremento sostenido del nivel general de precios y no la pérdida del poder adquisitivo del dinero, omite deliberadamente el hecho de que la calidad y cantidad de los productos ofrecidos ha estado cayendo congruentemente con el ritmo de expansión monetaria y crediticia que ha estado forzando para tratar de estimular la demanda y que, el próximo año, incluso la inflación de la que habla habrá subido del 1,7% en 2022, al 3% en 2023 y 4,4% en 2024.
Dicho de otra manera, la economía de Bolivia se dirige hacia la estanflación. Es decir, «está saliendo adelante» pero hacia abajo. Está atravesando por una etapa de desaceleración tan marcada que lo más probable es que termine convirtiéndose en un estancamiento o incluso en una recesión más temprano que tarde y a medida que también se acelera la inflación.
De hecho, esto es lo que también ilustran la mora bancaria, que duplica la de 2020; el desplome de los bonos soberanos 2028, que cotizan apenas a 45,9 centavos de dólar, y la escalada del riesgo país se encuentra solamente por detrás de Argentina y Venezuela.
En definitiva, los riesgos económicos y financieros se han ido acumulando en silencio durante un período de tiempo muy prolongado, desde que Arce pilotó el modelo que ayudó a crear e imponer, y que ahora trata de oxigenar. Durante ese tiempo dichos riesgos han pasado desapercibidos o han sido subestimados con exceso de complacencia, sobre todo por parte de quienes más serán afectados.
Sin embargo, ahora que algunos factores clave están alcanzando un punto crítico, la situación puede volverse muy volátil y llevar al agravamiento de la crisis económica y financiera más rápido de lo que se podría estar considerando, lo cual requiere especial atención.