Por ENRIQUE NAVARRO – Libertad Digital
La victoria de Javier Milei en Argentina es la prueba más palpable de que las políticas populistas de izquierdas pueden ser derrotadas.
El problema de Argentina es que ha necesitado décadas en el pozo para darse cuenta que el peronismo había arruinado a las clases medias y trabajadoras, a la inmensa mayoría de la población.
Uno no tiene más que pasearse por España para encontrar argentinos ricos que se han aprovechado de la nefasta política cambiaria y económica y de la corrupción para vivir la dolce vita, mientras que los argentinos padecían la dictadura sindical, nada que envidiar al puerto de Nueva York en los años treinta, a la corrupción generalizada de un partido que copó todas las esferas del poder público en todos los niveles.
El peronismo creó una casta (el presidente electo Milei la define como “los políticos corruptos, los empresarios prebendarios, los sindicalistas que entregan a sus trabajadores, los micrófonos ensobrados que son cómplices y ocultan todos estos negocios, y los profesionales que son cómplices de los políticos: economistas, abogados y encuestadores que le dan una pátina intelectual al robo del Estado”) para servirse del poder, para alcanzar metas personales a las que nunca hubieran llegado en un libre mercado, en un mundo libre.
Porque lo que ha vivido la Argentina estos años ha sido una dictadura populista de izquierdas basada en un referendo popular manipulado por la realidad del control exhaustivo de los medios de información, por la amenaza al poder judicial sojuzgado a la categoría de tribunales populares para sobrevivir. Donde se ha ordenado asesinar a fiscales que investigaban al poder político, a esa casta de nuevos Trujillos que han sido los Kirchner.
El peronismo se ancló en Argentina a través de la coacción a todo el que pensaba diferente, a un poder sindical que solo vivía para el beneficio de sus líderes. Un país donde el jefe de los sindicatos, pistola en mano, llegó a decir en un mitin: “Los que no están conmigo están sinmigo“.
Se ancló también por la corrupción generalizada e institucionalizada que ha beneficiado a la casta peronista hasta extremos inimaginables, expoliando un país rico que con la guerra de Ucrania y sus exportaciones debería haber salido del hoyo, pero ya estaban los peronistas para quedarse con los dividendos.
El peronismo, como todas las dictaduras populistas y nacionalistas, se ha posicionado con los liberticidas (el partido comunista chino a la cabeza), con Putin, Castro, Maduro, y en contra de Occidente, de la libertad, esta libertad que tanto temen los autoritarios. Nunca supieron, y mira que lo intentaron, acabar con las ansias de libertad de los ciudadanos. Decenas de miles de argentinos salieron huyendo de esa tiranía moral y económica en la que se convirtió el país hermano.
Los argentinos solo aspiran a un gobierno que no les robe, que no les mienta, que no cope el poder por criterios de afiliación ideológica sino con criterios profesionales, que no pacte con los enemigos de su libertad. No es algo que nos resulte extraño.
En un alarde de ingenuidad política y de falta de visión con quien debe ser uno de nuestros grandes socios estratégicos en América Latina, nuestro Gobierno (España) se ha puesto del lado del perdedor, de aquel que ahondó la ruina de la Argentina. Del lado de los corruptos, de los que siguen los dictados de Putin. Pero es que los peronistas creen que riqueza es distribuir algunos paquetes de ayuda y mantener a la nación silenciada mientras se producía la expoliación; el expolio de un pueblo (previamente privado de su libertad de elección) comprado con la amenaza de quedar fuera del sistema, porque así obraban los sindicatos en las paupérrimas ciudades de Argentina, comprando votos y fidelidades con la ayuda en una mano y la pistola en la otra.
Ningún líder es perfecto. Milei es feo pero inteligente. Quizás no es sofisticado ni habla de forma ampulosa, pero no se ríe del adversario ni engaña. Mañana saldrá toda la izquierda populista a exigir resultados, a decir que la democracia y los derechos sociales están en retroceso en Argentina, pero solo será producto de la propia rabia que sienten. Milei no va a solucionar todos los problemas de la Argentina, necesitan cuarenta años de higiene, pero marcará un rumbo. Muchos de los que le votaron pedirán resultados pronto, para nada. Vendrán años de sacrificios durísimos para la población argentina porque del cáncer solo se sale con una profunda quimioterapia.
Los pueblos que han visto cercenada su libertad, su integridad, su identidad y que han trabajado durante décadas para beneficiar a unas casta acaban diciendo ¡basta!, ¡ya no más! Y por eso ha ganado Milei, porque ya no se trataba de la supervivencia de un partido político sino de la nación entera.
La comunidad internacional debe apoyar a Milei y su esfuerzo de poner en orden la economía. Si no ayudamos a Argentina ahora, entonces de nada habrá servido este tsunami de cambio. Los argentinos han reaccionado y han demostrado al mundo que cuando los mensajes son firmes y la apuesta por la libertad y los valores democráticos es sin retorno, ¡sí se puede!