Por Javier Sánchez Glez para Panampost

Huir del populismo diciendo la verdad. Eso hizo Javier Milei en su discurso de asunción a la Presidencia en Argentina. Tratar a la ciudadanía como adultos. Algo que, por extraño que parezca, no es lo habitual. Habló como si fuera un médico muy sincero. Utilizando las mismas herramientas narrativas. Antes de operar, de iniciar el tratamiento, te avisa de que la cosa pinta complicada. Así se cubre las espaldas. Si realmente va mal, te puede decir “ya te avisé”. Y si la cosa no va tan mal, podrá ponerse la medalla.

El populismo, en líneas simples, se supone que es decir al pueblo lo que quiere oír. Aunque sea mentira. Aunque sepamos que es imposible realizar lo que estamos diciendo. Pues bien, Milei empieza su mandato haciendo lo contrario. Y, sorpresa, logró aplausos. La gente ovacionó que se vaya a recortar el gasto público. El pueblo aplaudió que le digan palabras duras en lugar de palabras bonitas. Posiblemente estemos ante un hecho insólito en la comunicación política y la construcción de discurso público. Y hablamos de una construcción de discurso que será estudiada, en un futuro, como una herramienta útil, o no, en función de los resultados. Y se entiende desde un contexto de agotamiento. La propaganda queriendo vender como bonita una realidad que no lo es tanto ya no funciona.

Porque la comunicación política sólo puede medirse conforme a resultados. Sirve, si los resultados la acompañan. Si no, simplemente es papel mojado. Esa es la gran diferencia entre story-telling y story-doing que tanto está cambiando la comunicación política en los últimos años. Eres lo que haces, no lo que dices. Y si tienes incoherencia entre una cosa y otra, la gente te lo va a castigar severamente. Quien entiende esto, tiene una enorme ventaja respecto a quienes no. Por eso el populismo (si es que eso sigue existiendo) sólo puede mantenerse desde la política pública de hechos, y no desde las palabras.

Por eso, gobiernos como el de Andrés Manuel López Obrador en México o el de Nayib Bukele en El Salvador tienen niveles de aprobación extraordinarios. Porque todo lo que dicen ha sido verdad. Y por eso, si algo cambiará en los próximos años es la construcción de discurso basada en la verdad. Por dura que resulte. Ya que sólo desde ahí, desde la coherencia, es posible convencer al ciudadano. Quien no tenga coherencia en su proceder, tarde o temprano, acaba en la irrelevancia. Quien no sostenga sus palabras con hechos será castigado por la ciudadanía.

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