Fuente; Panam Post

Por Oriana Rivas

Hace tiempo que la distopía orwelliana plasmada en el libro 1984 dejó de ser ficción. A medida que las tecnologías avanzan, los gobiernos también aprovechan de usarlas para elevar la vigilancia contra su población e incluso manejar grandes cantidades de datos.

Por eso no sorprende el video de una empleada —de lo que se presume es una oficina en China— siendo observada a través de una cámara, que a su vez detecta cuando ésta se aparta de su escritorio. La compañía en cuestión puede saber cuánto tiempo dejó de trabajar, así sea para ir al baño. Puede que las imágenes impacten a los usuarios de redes sociales en Occidente, pero no es algo nuevo.

Un sistema de “reconocimiento de sonrisas” fue instalado en las oficinas de Canon en China hace tres años. Solo los trabajadores sonrientes podían programar reuniones o entrar en las distintas áreas de la empresa. Así, se aseguraban que todos estuvieron “felices” todo el tiempo. Un escenario irrisorio y salido de una película de terror. El medio The Financial Times reportó en aquel entonces cómo los empleados eran “llevados al límite” gracias a varios software de vigilancia.

Justo acá es cuando les predicciones se equivocan, porque la tecnología —al menos para ese momento— no apareció para reemplazar a los humanos, sino lo contrario: “En cambio, la gestión se ve reforzada por estas tecnologías […] Las tecnologías están aumentando el ritmo de las personas que trabajan con máquinas y no al revés, tal como ocurrió durante la revolución industrial en el siglo XVIII”, explicó entonces Nick Srnicek, académico del King’s College de Londres.

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700 millones de cámaras chinas

El régimen comunista chino es fanático del reconocimiento facial. El país tiene más de 700 millones de cámaras de vigilancia, según datos replicados por Tech Wire Asia. Es decir, una por cada dos habitantes. Es una forma de control moderno donde un infractor de tránsito o un peatón que cruce fuera del rayado, quedan expuestos. Martin Chorzempa, miembro del Instituto Peterson de Economía Internacional, lo resumió en una frase: “El objetivo es la gobernanza algorítmica”.

Si bien el sistema también contribuye a la captura de criminales, la vigilancia masiva parece ser mucho menos beneficiosa para los ciudadanos. Por otro lado, el año pasado, el Partido Comunista Chino (PCCh) anunció, a través de la Administración del Ciberespacio de China (CAC), un proyecto de ley para regular el reconocimiento facial. Allí se exigió a aeropuertos, hoteles y bancos no usarlo para verificar la identidad personal, pero a la vez indicó que no se requiere el consentimiento individual para determinadas situaciones. Entonces, la situación sigue prestándose para los antojos del dictador Xi Jinping.

Exportar la vigilancia masiva

Alrededor de todo el tema hay advertencias como las que hace Atlantic Council:

“Las herramientas de vigilancia de inteligencia artificial en diversas formas se están extendiendo a nivel mundial, desde el reconocimiento facial y la detección temprana de brotes hasta la vigilancia policial predictiva. A pesar de las diferentes restricciones legales, tanto los estados autoritarios como los democráticos están empleando cada vez más estos instrumentos para rastrear, vigilar, anticipar e incluso calificar el comportamiento de sus propios ciudadanos”.

No dejan de alertar cómo Pekín está a la cabeza de estos avances, “debido a sus altas ambiciones tecnológicas y su perspectiva autoritaria”, y el riesgo de que exporte exporte su tecnología para “publicitar un modelo de gobernanza opuesto a las nociones democráticas”.

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