Fuente: La Gaceta de la Iberosfera

El Gobierno británico usó Australia como cárcel para delincuentes. Entre 1788 y 1868, Londres envió a la lejana colonia unos 162.000 convictos masculinos y femeninos. Esa herencia aflora de vez en cuando entre los australianos, pero no como rebeldía ni desobediencia, sino como represión y crueldad. Se comprobó con las durísimas medidas del primer ministro liberal Scott Morrison, que cerraron el país entero durante dos años. El actual primer ministro, el socialista Anthony Albanese, quiere establecer la censura en todo el mundo desde Camberra.

La red X y su propietario, Elon Musk, son señalados por políticos, periodistas y «expertos» occidentales como un peligro para la estabilidad de los países supuestamente más libres del mundo, una vía para la desinformación y hasta un «compañero de viaje» de Vladímir Putin.

La razón verdadera de esta campaña es que Musk se niega a todas las órdenes de suprimir de X los vídeos y las cuentas que molestan a los poderosos y de someterse a los verificadores escogidos. Por ello, ha recibido amenazas del comisario europeo Thierry Breton, y el juez brasileño Alexandre de Moraes.

En Australia, la excusa ha sido el vídeo del apuñalamiento por un varón de 16 años de un obispo asirio, monseñor Mar Mari Emmanuel, y de varios feligreses, en una iglesia en Sidney el día 15 de abril. Como la misa se estaba transmitiendo por Internet, el crimen circuló por todo el mundo y miles de personas hicieron capturas del vídeo.

Inmediatamente, la Comisión de Seguridad Electrónica australiana (eSafety Commission), que se define como «la primera agencia gubernamental dedicada a la seguridad ciudadana en Internet», ordenó a los medios de comunicación australianos la eliminación del vídeo. La orden se está discutiendo en un tribunal. Como medida cautelar, el tribunal mandó a X también la supresión de ese vídeo.

El abogado de la Comisión de Seguridad Electrónica argumentó el pasado lunes que el vídeo era violento y que «causaría un daño irreparable si continuara circulando», aunque no se sabe a qué se refiere. ¿Creen los funcionarios de la agencia australiana que ese vídeo puede incitar a otras personas a apuñalar a obispos? ¿O quizás a los australianos a votar a otros partidos?

La empresa X declaró que la Comisión de Seguridad Electrónica «no tiene la potestad de imponer el contenido que los usuarios de X pueden ver en el resto del mundo». Y Musk calificó a la directora de la Comisión como «la comisaria censora australiana».

La desobediencia de X ha molestado a los políticos australianos. El primer ministro, Albanese, dijo que la desinformación y la difusión de imágenes violentas sobre este suceso, así como del asesinato de seis personas dos días antes en un centro comercial de Sidney, también apuñaladas, “había aumentado el sufrimiento” de las víctimas. Para Musk reservó las palabras de “multimillonario arrogante”.

X comunicó que la Comisión quiere que se multe a X con casi 800.000 dólares australianos por cada día que permita el acceso a los vídeos al resto del mundo. Otros políticos han ido más lejos. La senadora de izquierdas Jacqui Lambie ha pedido que se encarcele a Musk, porque le acusa de difundir odio, aunque él no ha apuñalado a nadie. Durante la pandemia de covid, Lambie se declaró a favor de medidas contra los australianos que no se inocularan los compuestos génicos elaborados con ARNm.

Los medios de comunicación llamados «serios» también se han unido a la persecución, con insultos y burlas a Musk. Sin embargo, los australianos se han pronunciado de la siguiente manera: X se ha convertido en la aplicación de noticias más descargada del país.

Por su parte, Musk ha respondido a estos desaforados ataques insistiendo en su independencia y, encima, con sentido del humor. En un post escribió: «Dados los incesantes ataques a la libertad de expresión, voy a financiar una campaña nacional de firmas en apoyo de la Primera Enmienda (de la Constitución de EEUU)».

Para la izquierda y sus medios de comunicación es imprescindible erradicar a Musk y X para recuperar su hegemonía política y cultural. El Washington Post (18-4-2024) calificó a Musk de «puente entre los conservadores de Estados Unidos y la extrema derecha mundial«.

En respuesta al periódico, escribió: «Si maximizar la libertad de expresión dentro de los límites de la ley, un valor tradicionalmente liberal, es de algún modo ‘extrema derecha’, entonces supongo que lo soy».

Si el régimen partitocrático australiano consiguiera censurar X para todo el mundo, sentaría un precedente que, sin duda, celebrarían Thierry Breton y Alexandre de Moraes. La única duda que tenemos en esta campaña es si los australianos lo hacen por su cuenta o por indicación de otros.

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