Santiago Abascal, Javier Milei, Viktor Orbán, Giorgia Meloniy Marine Le Pen son solo algunos de los nombres que ofrecieron efusivos discursos (ya sea de forma presencial o por videoconferencia) este fin de semana en el Palacio de Vistalegre de Madrid, España. Casi once mil almas escuchaban atentas (y emocionadas) las distintas intervenciones que despertaban una mezcla de sentimientos de resistencia, coraje y esperanza.
El multitudinario evento se llamó “Europa Viva 24” y sirvió de lanzamiento de la crucial campaña electoral que definirá la nueva composición del Parlamento Europeo en los comicios del 9 de junio próximo. La expectativa es mayúscula: después de muchísimos años de batallar prácticamente aislada, la nueva derecha puede ser la nueva protagonista en Bruselas.
Es por eso que además de los mencionados, se sumaron el ex primer ministro polaco Mateusz Morawiecki y el portugués André Ventura. Este último, que fue la sorpresa en las elecciones de marzo en su país al haber obtenido más de un millón de votos, en un claro español aseguró: “Europa es nuestra”.
Más allá de parecer una consigna vacía de campaña, esa frase de Ventura fue una reivindicación de las raíces tradicionales del viejo continente ante la invasión de islámicos africanos que, de manera ilegal, llegan de a cientos de miles cada año a las costas de Italia, España y Grecia, entre otros países.
El avance irrestricto y continuo del islam ha modificado sustancialmente las costumbres de los habitantes de Europa occidental. A medida que las iglesias desaparecen, las mezquitas se multiplican (ya hay unas 6.000). En ciudades importantes como Londres o Marsella ya hay directamente barrios enteramente musulmanes. Caminar allí con un crucifijo colgado del cuello significa una ofensa que puede recibir agravios y hasta una paliza a modo de castigo.
En efecto, las encuestas muestran que la población europea siente cada vez más temor y antagonismo hacia una cultura totalmente ajena que amenaza las identidades nacionales, la seguridad interna y el tejido social. Sin embargo, los burócratas de Bruselas y los gobernantes -ya sean de izquierda dura, verdes, socialdemócratas o de derecha globalista- no han tenido mejor idea que potenciar aún más esta avalancha migratoria para “integrarla” a la sociedad. Las consecuencias están a la vista.
En este marco resulta evidente que buena parte de las banderas que levanta la derecha alternativa son, en realidad, demandas provenientes del sentido común. De hecho, mientras los musulmanes ya instalados en países centrales como Francia o Alemania tienen 4, 5, 6 hijos (o más), la natalidad de la civilización europea cae hasta niveles preocupantes, en buena parte gracias a la legalización del aborto. Sin ir más lejos veamos el caso de España, donde la tasa de natalidad el año pasado cayó a su nivel más bajo desde que se iniciaron los registros en 1941. En la Madre Patria hay solo 1,19 recién nacidos por mujer (2,1 es el número más elemental que permitiría al menos mantener el nivel de población existente). En España simplemente ya no hay niños con síndrome de Down (los han aniquilado a todos antes de nacer).
Por supuesto, España es solo un ejemplo. Lo mismo sucede en prácticamente los 27 estados que componen la Unión Europea. Es por eso que, desde que asumió en 2022, Meloni ha impulsado una serie de políticas sociales para fomentar el valor de la familia en Italia y al menos intentar detener el deslizamiento de la civilización que supo provocar el crecimiento económico más grande en la historia de la humanidad.
La apología de la ideología de género (donde uno se puede autopercibir sexualmente como se le dé la gana) hasta desde el jardín de infantes también ha contribuido no solo a la caída de la natalidad sino también a erradicar el concepto de familia tradicional, indispensable no solo para una proliferar una sana procreación sino también para establecer los cimientos de una sociedad convencional.
El socialismo globalista es la neoideología que representa esta decadencia de la sociedad. El marxismo, desde la cultura, ha hecho lo suyo subvirtiendo los pilares de la sociedad, en tanto los organismos supranacionales han sido los encargados de impulsar estas ideas nefastas y castigar a aquellos que han osado oponerse a ellas.
Representando a David en su pelea contra Goliat, la nueva derecha o derecha alternativa es la construcción política que ha emergido para enfrentarse a esta gigantesca maquinaria progresista con argumentos tan simples como lo son la cultura tradicional y los valores universales.
Los exponentes de esta corriente provienen de corrientes variadas; los hay nacionalistas/patriotas, conservadores, paleolibertarios, conservadores, libertarios, liberales clásicos, etc. Y, a pesar de la difamación de los grandes medios de comunicación, cuenta con cada vez mayor apoyo en la sociedad.
Según un sondeo de marzo de Euronews, el partido francés Agrupación Nacional -comandado por Le Pen– podría ganar diez diputados más en las elecciones del próximo mes de junio y convertirse, de esta forma, en el partido más importante del Parlamento Europeo junto al CDU/ CSU de Alemania. Algo realmente impensado tan solo un par de años atrás.
La misma performance tendrían otros partidos como la formación del flamante primer ministro de Países Bajos, Geert Wilders, que podría obtener unos nueve escaños; Fratelli D’Italia de Meloni ocuparía 24 de los 76 escaños de su país (y a esos habría que sumarle los correspondientes a la LIGA de Matteo Salvini y Forza Italia del fallecido Silvio Berlusconi); y la lista sigue con naciones como Bélgica donde dos partidos de derechas, Interés Flamenco y el NVA, se quedarían con tres cada uno. No menor se estima que será el desempeño de Alternativa por Alemania que podría “meter” -nada más ni nada menos- que unos 15 eurodiputados.
En este punto, no debería sorprender que un “liberal-libertario”, como se autodefine Javier Milei, haya sido uno de los elegidos por el anfitrión VOX para cerrar el “Europa Viva 24” antes de las palabras del líder de la formación, Santiago Abascal.
El discurso del presidente argentino se ha basado no solo en reivindicar las bases de este nuevo fenómeno político -cuyas “palabras insignia” podrían ser “vida”, “libertad”, “propiedad privada”, “fe” y “tradición”-, sino también en el optimismo que despierta ver a cada vez más personas unidas en pos de dejar de lado el “cáncer” que ha padecido la sociedad en todas estas décadas y abrazar nuevamente las ideas que hicieron grande a Occidente.
“Más tarde o más temprano la verdad siempre se impone sobre la mentira, la libertad siempre se impone sobre la opresión, la vida siempre se impone sobre la muerte, y el bien siempre triunfa sobre el mal. Por todo esto, quiero decirles que soy un optimista. Cada vez son más los pueblos del mundo que se rebelan contra el maldito mandato socialista y lo hacen porque a diferencia de los socialistas nosotros confiamos en los ciudadanos, no pensamos que hay que tratarlos como a niños en un jardín de infantes. Confiamos en su creatividad, en su capacidad de resolver problemas por su cuenta, en su criterio para criar en libertad a sus hijos en el seno de la familia, confiamos en la capacidad de los hombres y mujeres de forjar su propio destino y que esto redunde en un mayor beneficio para el conjunto de la sociedad”, expresó Milei ante la ovación de los miles de presentes.
A la luz de los hechos, todo parece indicar que este es el momento de la nueva derecha pero, ahondando un poco más en profundidad, en realidad estamos ante lo que parece ser inevitable: el resurgimiento de lo que alguna vez nos hizo grandes, como personas, como sociedad y como naciones. Y al igual que los que dejaron sus manos coloradas de aplaudir y sus gargantas afónicas de gritar en el Palacio de Vistalegre, esto es algo para celebrar.