Por Andrés Villota Gómez – Panampost
La percepción que se tiene sobre algo, genera las expectativas que determina la toma de decisiones. Las percepciones se forman, se quiera o no, a partir de la estética, la primera impresión que recibe el cerebro para procesar la información que, tras tomar atajos por culpa de los sesgos cognitivos, genera la percepción, sin mediar mayores análisis técnicos o evaluación racional de la información recibida.
La censura, el discurso de odio, la equidad, la igualdad, la inclusión, la corrección política, la cultura de la cancelación, la violenta acción directa, la ignorancia programada y otras aberraciones impuestas por la narrativa progresista, habían logrado alterar la percepción que se tenía sobre la estética en las primeras décadas del siglo XXI, hasta terminar naturalizando lo grotesco, lo chabacano, lo ramplón y lo desagradable que, obvio, riñe con los conceptos elementales de la estética.
La conciencia sobre la estética y lo estético, no había logrado ser pervertida, pero la violencia progresista, anuló cualquier cuestionamiento ante la evidencia, demoledora, de la exaltación de lo inmundo, de lo anti estético, hecha por los más prominentes líderes del progresismo global.
En ese ambiente anti estético pudo prosperar la carrera artística de (…) una larga lista de cantantes que no saben cantar y de músicos que jamás aprendieron a leer una partitura.
Sumado a su look decadente y sucio, de mechas pintadas de colores estridentes, harapos de alta costura, tatuajes copiados de los más temidos jefes de la Mara Salvatrucha, piercings y cirugías plásticas para cambiar su pasado genético que los avergüenza y no les permitía encajar en los cánones de esa neo estética progresista fea, desagradable, necesaria para poder triunfar en un medio que resultó exaltando lo frondio.
Los progresistas, dejaron de usar disfraces el día de Halloween y los convirtieron en la ropa que usan diariamente, acorde con el mensaje que quieren enviar y cómo quieren ser percibidos. La estética del disfraz como herramienta de la auto percepción progresista es lo que les permite asumir diferentes personalidades con base al atuendo que usen.
Marta Peralta, por ejemplo, es una congresista colombiana de ultraizquierda que se disfraza de aborigen, con unos disfraces inspirados en los trajes típicos de las mujeres wayuu del norte de Colombia, que complementa usando costosos rubores de Chanel, ridiculizando el Acheepa, el tinte natural que mezclan con agua para, la mujer wayuu, proteger su rostro del sol.
Algunos hombres se disfrazan de mujeres para que las mujeres sientan que se empoderan y las mujeres usan ropa de hombres para que sean tratadas como hombres, no cómo mujeres. Una extraña estética con la que, las mujeres, sienten que se fortalecen cada vez que los hombres disfrazados de mujeres, ocupan sus espacios y asumen sus roles.
Cuando un hombre gana una competencia deportiva femenina, gana un reinado de belleza o aparece en la portada de una revista de mujeres, las mujeres progresistas se regocijan y celebran con júbilo que los hombres las desplacen y que ellas los traten de imitar. y que a ellas las traten como si fueran hombres. La (confusión a través de la) estética del antónimo (es usada) como forma de reivindicación social.
Otras se desnudan, bailan y gritan en las calles, de forma burda y grotesca, destruyendo el concepto de estética femenina, como (si fuera) una forma de feminidad progresista, una extraña contradicción que ha tenido un efecto de rechazo en la sociedad no progresista, que no puede ser expresado libremente por las imposiciones de (lo que se ha dado en llamar) la corrección política, que dejó prosperar la antítesis de la estética femenina.
El objetivo es salir del anonimato, es pedir a gritos un poco de atención partiendo de lo vulgar y lo desagradable. Una “estética” del reconocimiento inverso. El reconocimiento a partir de lo desagradable y de lo montaraz.
El neo maltusianismo es el soporte teórico usado para limitar la procreación. La estrategia que busca diezmar la población mundial con base al discurso del terror, diciendo que la gente se va a morir de hambre porque no hay comida para tantos, que se materializa a través de la destrucción de la estética definida de cada género, destruyendo la diferencia entre lo masculino y lo femenino, paso previo al apareamiento.
Si hay alguna fisura, en el modelo antiestético, y alguna mujer se revela, siendo femenina y se viste como una mujer y es estéticamente agradable y respeta los cánones de la belleza universal, lo fácil para los progresistas, es prohibirles a los hombres mirar o hablar, porque es de machos mirar a una hembra y eso es propio del patriarcado machista heterosexual, delito tipificado en los códigos de conducta progresista global.
Algunos entienden a la estética progresista como una eugenesia discreta. Una “selección natural” en la que los progresistas se auto perciben como no aptos para prolongar su estirpe, más ahora, ante la debacle mundial de su modelo miserable, basado en el asistencialismo estatal y en el parasitismo social.
Lo ocurrido en Europa, cuna de la estética occidental, demuestra el desgaste y la decadencia de la seudo estética progresista.