Por Oriana Rivas – Panampost
En la región aún se siente la resaca de lo que ocurrió este miércoles en la plaza Murillo de La Paz, Bolivia. Un tanque militar tumbando las puertas de la sede del Poder Ejecutivo parecía el inicio de un presunto golpe de Estado contra el presidente Luis Arce. Así lo denunció tanto él como su antecesor, Evo Morales. Pero nunca se consumó. Por el contrario, despertó numerosas dudas que dieron paso a las sospechas de que se podía tratar de una maniobra del propio mandatario boliviano, es decir, un posible autogolpe.
De hecho, la escena de Arce discutiendo con el destituido jefe militar, Juan José Zúñiga, en la entrada del Palacio Quemado, pudo haber sido simulada. Luego de que los efectivos castrenses se replegaran y el país volvió a la calma, Zúñiga acusó al jefe de Estado de haber planeado la acción para “levantar su popularidad”.
Hay varias razones que confirmarían la hipótesis sobre el episodio que hasta el momento deja 17 detenidos, y que “se habría planificado desde mayo de la gestión en curso”, según el ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo. De manera que mientras la Organización de Estados Americanos (OEA), y gobiernos del mundo rechazaban lo que pasó, detrás solo podría haber un intento desesperado del gobierno boliviano por mantenerse en el poder.
Desplome de la popularidad de Luis Arce
Luis Arce sufre un drástico desplome de popularidad. Su gestión tiene apenas una aprobación de 18 %, de acuerdo con una evaluación de la firma Gallup hecha mayo. Es uno de los mandatarios latinoamericanos peor evaluados, y ese número contrasta con el 55 % de votos que recibió en 2020 cuando fue electo.
Su desesperación por limpiar su imagen podría ser la razón del presunto autogolpe, según Carlos Sánchez Berzaín, exministro de Gobierno de Bolivia, para quien se trató de “un montaje y un espectáculo” que aprovecha la Asamblea General que la Organización de Estados Americanos “para lograr el pronunciamiento a favor de una democracia que no existe en Bolivia”, explicó en una entrevista con el canal Red Uno.
Así, repasando la cronología de los hechos en la plaza Murillo, reafirma que lo ocurrido “no tiene ninguna característica de golpe de Estado, de levantamiento, ni siquiera de conato porque no hubo ninguna división o fuerza del Ejército que se sumara a una cosa que no era sumable porque no se pedía nada”.
Descontento por la crisis económica
Las protestas no cesan en Bolivia por varios motivos: inflación en medicamentos y alimentos, escasez de dólares, o la incertidumbre en la provisión de combustibles. Hospitales, camioneros y otros sectores del país han hecho huelgas que el gobierno de Arce no puede disipar.
Las reservas internacionales cayeron de 15.122 millones de dólares en 2014 a 1.796 millones en abril de 2024, según informes del Banco Central. En parte, por el enorme gasto que implica mantener programas sociales y el subsidio a la compra de combustibles. El contexto es tan poco favorable que haría propicio un autogolpe, escribe en X el director del Centro para una Sociedad Libre y Segura, Joseph Humire. “Más allá de la farsa, está un país que atraviesa su peor crisis económica en décadas y ha vendido su soberanía a Venezuela, Irán, Rusia, Cuba y China”, agrega. Para el experto en seguridad global, el intento de golpe de Estado vendría “por parte de un régimen socialista que ha perfeccionado el arte de la victimización”.
Fractura interna en el MAS
Luis Arce y el expresidente Evo Morales mantienen una férrea rivalidad que sumió en el caos y división al oficialista Movimiento al Socialismo (MAS). El segundo, anunció su candidatura presidencial para 2025 apartada de quien fue su delfín, acompañada además de una amenaza de “convulsión” si lo inhabilitan.
Si bien Morales se unió inicialmente a las denuncias contra el intento de golpe de Estado, pareciendo apoyar la gestión de Arce, en la realidad la enemistad entre ambos hace que el ambiente político se caldee tanto que agudiza la inestabilidad que de por sí atraviesa Bolivia. Pasadas unas horas, los seguidores del expresidente se unieron al argumento de autogolpe por parte de un gobierno “que ya no sabe cómo subir su imagen”.