Por Alberto Peralta – Mundo Libre Diario

En las sierras de Córdoba, Argentina, una historia de identidad y arrepentimiento sacude a la comunidad de Cosquín. L.M.C., una joven de 20 años nacida como mujer, vive un inusual proceso legal para revertir su cambio de género.

Todo comenzó en 2016, cuando L.M.C., entonces con 17 años, sorprendió a su entorno al expresar que se sentía más cómoda comportándose como un hombre. «Me siento varón», declaró a sus padres, amigos y compañeros de colegio. Sus progenitores, inicialmente escépticos, terminaron apoyando su decisión, según informa Infobae.

En 2017, L.M.C. dio un paso trascendental: cambió legalmente su nombre a L.A.C., adoptando una identidad masculina. Su título secundario ya reflejó este cambio.

Sin embargo, al cumplir la mayoría de edad, la situación dio un giro inesperado. Fuertes discusiones con sus padres llevaron a L.A.C. a abandonar el hogar familiar, instalándose en casa de una amiga. Este distanciamiento marcó el comienzo de un periodo de introspección.

«Después de mucho reflexionar, me di cuenta de que no me sentía a gusto presentándome como varón», confiesa L.A.C.. Culpó a sus padres por haber permitido el cambio de género cuando era menor, a pesar de que ellos habían seguido sus deseos. Su madre incluso pensó que era mejor que tuviera un nombre de varón al empezar la facultad, revela.

A los 20 años, tras vivir dos años como hombre, L.A.C. tomó una decisión: quería recuperar su identidad femenina y el nombre que sus padres le dieron al nacer. Sin embargo, se encontró con un obstáculo legal: la ley argentina solo permite un cambio de género en el DNI.

Ante esta situación, L.A.C. recurrió a la justicia. En el Juzgado Civil, Comercial, de Conciliación y Familia de Cosquín, expuso su caso. Argumentó que tener un documento con nombre masculino le trae complicaciones en trámites y, sobre todo, al buscar trabajo. Afirmó sentir vergüenza cada vez que tiene que explicar su situación.

El caso de L.A.C. no es un hecho aislado. La Agrupación MANADA Argentina, formada por madres de adolescentes con disforia de género, reporta que el 90,8% de los casos que estudian son de mujeres biológicas que desean ser varones.

Esta organización, creada en 2022, surge de la preocupación por el fenómeno de la disforia de género de inicio rápido (DGIR) en adolescentes. «De la noche a la mañana, chicas de 14, 15, 16 años declaran sentirse de otro sexo», explica una portavoz de MANADA.

En las escuelas argentinas, se instala una nueva tendencia. A los estudiantes se los llama por nombres «autopercibidos» y pronombres elegidos. MANADA advierte: «Esto genera problemas en menores cuya identidad está aún en formación, especialmente entre quienes sufren trastornos como TDAH, TEA, o problemas alimentarios».

El juez Carlos Fernando Machado, encargado del caso de L.A.C., emitió un fallo autorizando que L.A.C. volviera a inscribirse como L.M.C., de género femenino.

«La identidad de género se construye a partir de experiencias vividas a lo largo de los años», declaró el juez Machado. «Las percepciones subjetivas del propio género pueden diferir en función de dichas vivencias».

El magistrado enfatizó que negar la rectificación registral violaría los derechos fundamentales de la solicitante. «En la actualidad, fruto de una decisión personal, libre y razonada, la solicitante se autopercibe como mujer», señaló en su fallo.

El caso de L.M.C. abre un debate sobre la complejidad de las decisiones de identidad de género en menores de edad.

Esta historia, que se desarrolla en una pequeña localidad argentina, refleja una preocupación global sobre la rapidez con la que se están implementando estos procedimientos en adolescentes.

El debate se intensifica con la reciente declaración del Colegio Americano de Pediatras (ACP) y otros profesionales de la salud en Estados Unidos. En un documento firmado el 6 de junio, instan a detener los procedimientos transgénero en niños, calificándolos de «experimentales y perjudiciales».

La declaración enfatiza que la mayoría de los niños con incongruencias de género las resolverán naturalmente después de la pubertad. Además, señala los riesgos a largo plazo de los tratamientos de «afirmación de género», incluyendo esterilidad, problemas cardiovasculares y cáncer.

«La investigación médica basada en evidencias demuestra ahora que hay poco o ningún beneficio de cualquiera o todas las intervenciones sugeridas de ‘afirmación de género’ para adolescentes que experimentan disforia de género», afirma el documento.

En contraste, varios países europeos como Inglaterra, Suecia y Finlandia han pausado estos protocolos debido a la evidencia de daños potenciales. Sin embargo, en varios países, las principales organizaciones médicas continúan promoviendo estas intervenciones.

Este caso y el debate internacional ponen de manifiesto la necesidad de un enfoque más cauteloso, y basado en evidencias, para tratar la disforia de género en menores que ofrezca apoyo para no precipitar decisiones irreversibles.

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