Fuente: VCS radio
Cierto peregrino había viajado durante todo un día de verano por un paraje escaso de árboles o de sombra. Sintiéndose extenuado, cuando ya el sol comenzaba a caer tras un horizonte libre de nubes, de pronto vio en la extensa sabana un frondoso árbol, cuyas ramas parecían invitarlo a descansar.
Pensando que ya no podía avanzar un paso más, se acercó hasta la sombra protectora de aquel árbol y se tendió sintiendo que el follaje era como una mano fresca que le acariciaba el rostro. Como el suelo alrededor del árbol era muy duro, cerró los ojos mientras se imaginaba lo agradable que sería disponer allí de una mullida cama.
En ese momento el hombre no lo sabía, pero este solitario árbol poseía la facultad de conceder los deseos que se le vinieran a la mente a quien se acogiera a su sombra. De modo tal, que inmediatamente que tuvo dicho pensamiento, se encontró recostado en una cómoda cama, la cual invitaba al sueño y al descanso.
Animado por esta aparición milagrosa, entendiendo que aquel árbol tenía alguna cualidad mágica buena, se le ocurrió pensar en cuánto placer podría producirle una hermosa joven que le masajeara los adoloridos músculos, agotados por la caminata. Tan pronto como tuvo este deseo, vio a su lado a una bella joven cuyas manos expertas comenzaron a proporcionarle un reparador masaje.
El peregrino se dejó llevar por la deliciosa sensación de descanso, y se entregó al alivio que le producían tan misteriosas apariciones. Unos momentos después se sintió hambriento, y pensó en que lo único que le faltaba en ese momento para sentirse feliz, era un apetitoso banquete.
No bien se había imaginado los deliciosos platillos que compondrían su deseada cena, vio aparecer los más ricos manjares que había probado. Comenzó a degustarlos todos, a cuál más de bien sazonados y exóticos, mientras se sentía abrumado por su buena suerte.
Pero de pronto, estando en la cima de su dicha, le vino a la cabeza, sin quererlo, un pensamiento terrible. Siendo ya algo de noche, mientras comenzaban a escucharse lo sonidos inquietantes de los animales nocturnos, pensó alarmado:
-¿Y qué tal si en este momento me ataca un tigre?
No había terminado de formarse la imagen en su cabeza, cuando se escuchó el terrible rugido de un enorme tigre, el cual lo devoró en unos instantes.
Reflexión: Siempre debemos recordar que nuestra mente fabrica tanto los ángeles que nos protegen, como los demonios que nos destruyen.