Fuente: Voz Media
Por Emmanuel Alejandro Rondón
En un acto de protesta, el viernes, 9 de agosto, cientos de personas se lanzaron a las calles en la capital de Bangladesh, Dhaka, para posicionarse en contra de la violencia selecticamente dirigida a la minoría hindú del país luego, de que la ex primera ministra Sheikh Hasina renunciara y huyera del país asiático a principios de esta semana.
Hasina se fue del país en medio de una revolución estudiantil que sufrió una feroz represión en los últimos dos meses, especialmente en las últimas semanas. Si bien no hay cifras oficiales, se estima que más de 400 personas murieron durante la rebelión, muchas de ellas asesinadas por la represión de las fuerzas del orden, que fueron ordenadas a usar balas para reprimir.
La situación, que generó un clima de inestabilidad por varias semanas, terminó escalando al punto de que cientos de miles de bangladesíes salieron a protestar pidiendo la renuncia de Hasina por semanas. Eventualmente, los militares dejaron de reprimir, poniéndose del lado de los manifestantes y Hasina tuvo que huir del país, estableciéndose de momento en la India y acabando de esta manera con su mandato de 15 años plagado de escándalos de corrupción, acusaciones de supresión de la libertad de expresión y persecución contra la disidencia política.
El problema es que, luego de abrazar la libertad, algunos grupos islamistas radicales, que formaban parte de la disidencia, presuntamente iniciaron una contraofensiva contra los hindúes, que en Bangladesh apenas representan un 8% de una población de 170 millones de habitantes. Esta situación ha provocado una ola de violencia que hoy alarma a la comunidad internacional, a los miembros del gobierno de transición en Bangladesh y que está pasando en gran medida desapercibida en todo el mundo.
¿Pero cómo llegamos a este punto? Aquí la cronología:
Así se gestó la revolución en Bangladesh
En conversación con VOZ, Max Povse, profesor y miembro del Grupo de Estudios sobre Asia y América Latina de la Universidad de Buenos Aires, explicó que el movimiento estudiantil bangladesí, denominado ‘Estudiantes contra la Discriminación’, inició por una triquiñuela de la Suprema Corte del país asiático que quiso volver a imponer un sistema de cuotas de empleo en la función pública. Esta política beneficiaba especialmente a las familias de los veteranos de la guerra de independencia contra Pakistán en 1971.
Los críticos afirmaron que este sistema, en lugar de basarse en la capacidad y el mérito, solamente beneficiaba a los miembros del partido de Hasina, la Liga Awami; un partido que defiende el Estado laico y fue fundado en 1949 por Sheikh Mujibur Rahman, padre de la propia Hasina.
De esta manera, la Corte Suprema ordenó anular una decisión del 2018 del Gobierno de Hasina que había eliminado las cuotas, que siempre fueron controversiales, generando el inicio de las manifestaciones en los campus universitarios en junio, detalló Povse.
Con el tiempo, las protestas tomaron cada vez más fuerza, provocando enfrentamientos entre las fuerzas del orden y los manifestantes. Solo en julio, unas 150 personas murieron debido a las manifestaciones y la represión. En agosto, ese número se duplicó entre el domingo y el lunes, con cientos de muertos producto de la intensa respuesta de las fuerzas del orden.
Hasina, en lugar de calmar los ánimos en su momento, avivó la crispación diciendo que “aquellos que están llevando a cabo la violencia no son estudiantes, sino terroristas que buscan desestabilizar la nación”. Además, la ex primera ministra cortó repetidamente el acceso a internet en algunas partes del país e impuso un toque de queda nacional.
“Tenemos que cuidar de nosotros mismos y de nuestras futuras generaciones. Necesitamos puestos de trabajo en este país, ya estamos sufriendo por la falta de ellos”, declaró a The Independent Alam Rashid, un estudiante de Dhaka. “Hemos invitado al gobierno a mantener una conversación con nosotros en múltiples ocasiones, pero en lugar de eso [Sheikh Hasina] se ha limitado a desatar sus fuerzas policiales contra nosotros”.
Hubo un momento donde las protestas se pudieron haber calmado, el 21 de julio pasado, cuando la Corte Suprema tomó la decisión de eliminar la mayoría de las cuotas de empleo. Sin embargo, los estudiantes, a los que ya se habían unido cientos de miles de bangladesíes, aprovecharon el impulso detrás de la protesta para que sus pedidos ahora fueran generales contra Hasina. Todo escaló hasta que el pedido de renuncia fue masivo, producto de la indignación por la cruenta represión.
“Ya no son solo estudiantes, parece que personas de todos los sectores se han unido al movimiento de protesta,” dijo en julio a la BBC el Dr. Samina Luthfa, profesor asistente de sociología en la Universidad de Dhaka.
El contexto económico, de empleo y político también motivó a los manifestantes. A pesar de que Bangladesh se convirtió en una de las economías de mayor crecimiento en el mundo gracias a la exportación de ropa, la falta de empleo en el sector privado, sumada a las graves denuncias de corrupción y los fuertes incentivos para entrar en la función pública generaron un clima de inestabilidad interno considerable; con millones de jóvenes desempleados, una inflación rampante que ronda el 10% anual y una reserve de dólares cada vez menor.
¿Cómo se derrocó a Hasina y cómo quedó conformado el Gobierno de transición?
Durante el fin de semana pasado, en todo Bangladesh se registraron ataques y focos de protesta a lo largo del territorio nacional. Ya no solo había manifestaciones pacíficas, sino también incidentes de vandalismo e incendios provocados contra edificios gubernamentales, oficinas de la Liga Awami, comisarías y casas de funcionarios públicos reconocidos. Según el diario The Independent, en total se registraron enfrentamientos en 39 de los 64 distritos de todo el territorio bangladesí.
El domingo fue particularmente salvaje, siendo una de las fechas más mortíferas de las manifestaciones, con al menos 95 muertos entre manifestantes y agentes de policía. El lunes, la situación pasó a otro nivel, con la gran “Marcha a Dhaka”, convocada por los coordinadores estudiantiles de la Universidad de Dhaka.
Esta marcha fue en respuesta a la represión de las autoridades, luego de que los militares dieran un ultimátum a los estudiantes para que acaten el toque de queda. La situación provocó enfrentamientos masivos en la capital, dejando un saldo de 135 personas muertas, pero un gran éxito: la toma de la capital bangladesí. Esto obligó a que los militares pidieran a Hasina que dimitiera luego de que los altos mandos se negaran a ordenar una mayor represión.
La salida de Hasina genera un debate sobre legado y sus acciones como gobernante, relativamente ligadas a la estabilidad, el crecimiento económico y el desarrollo de infraestructura. Sin embargo, ante ese hecho contrasta la corrupción y la violación de derechos humanos, incluyendo las fuertes restricciones a la libertad de expresión y la intolerancia a la disidencia.
Ya sin Hasina, el jefe del Ejército de Bangladesh, el general Waker-uz-Zaman, asumió el control y anunció un plan poco detallado para formar un gobierno interino en el país. Días más tarde, el premio Nobel de economía, Muhammad Yunus, reconocido por sus microcréditos empresariales a personas en situación de pobreza y también perseguido político durante el régimen de Hasina, se convirtió en el jefe del gobierno interino a pedido de los líderes estudiantiles.
“Dado el sacrificio de los estudiantes, especialmente aquellos que han perdido la vida por la liberación de nuestra nación, no estoy en posición de decirles que no (…) En los próximos días, hablaré con todas las partes relevantes sobre cómo podemos trabajar juntos para reconstruir Bangladesh y cómo pueden ayudar (…) No tengo intención de buscar ningún cargo electo o designado más allá de este rol durante este período interino”.
Asimismo, también se ordenó la liberación de la ex primera ministra encarcelada Khaleda Zia, una de las líderes del opositor Partido Nacionalista de Bangladesh (BNP, por sus siglas en inglés), junto con los manifestantes estudiantiles. El BNP boicoteó las elecciones en 2014 y 2024, afirmando que no había condiciones para competir justamente mientras Hasina estuviera en el poder. Este partido siempre abogó por unas elecciones que se realizaran bajo una administración neutral de transición, una posibilidad real debido a la situación actual.
De la revolución, a la violencia contra una minoría
Al momento de publicar este artículo, la situación en Bangladesh está mucho más calmada con respecto a las primeras horas de crisis institucional luego de que Hasina huyera del país, explicó a VOZ el profesor Povse.
La llegada de Yunus, quien ha enviado constantes mensajes de calma, ha generado cierta estabilidad y consenso mientras se negocia la transición y las elecciones.
Sin embargo, tras la revolución, hubo imágenes dantescas, que fueron en gran medida ignoradas por la prensa y que también generó momentos de desinformación en redes sociales, como vídeos viejos sobre violaciones en grupo que no ocurrieron en Bangladesh en la última semana.
De acuerdo con un reportaje del diario The New York Times, miles de ciudadanos hindúes de Bangladesh, percibidos como partidarios de Hasina y la liga Awami, empezaron a sufrir una ola de violencia salvaje por parte de grupos extremistas islamitas.
“El lunes, Sheikh Hasina abandonó Bangladesh después de que una violenta represión no lograra sofocar un movimiento nacional en su contra. A medida que miles de manifestantes celebraban su destitución, comenzaron a surgir informes de ataques contra miembros del partido la Liga Awami, al que pertenece Hasina, y contra aquellos vistos como sus aliados, incluyendo la minoría hindú”, informó el NYT.
Según testimonios de medios locales y también testigos, los protestantes violentos atacaron las oficinas de la Liga Awami, las casas de sus miembros, y propiedades de hindúes, incendiando sus casas y vandalizando templos.
Prionthi Chatterjee, una estudiante hindú en Dhaka, dijo al NYT que los manifestantes violentos atacaron a su familia en su hogar en la región de Bagerhat. Su padre fue asesinado y su madre quedó con heridas en la cabeza.
“Mi padre era un profesor inocente”, dijo Chatterjee, quien afirmó que intentaron, sin suerte, pedir ayuda al ejército y a la policía.
Además de los ataques violentos personificados contra los hindúes, también se reportaron hechos vandálicos contra casas y templos hindúes en al menos cuatro distritos de Bangladesh, incluyendo aldeas cercanas a Chattogram, la segunda ciudad más poblada del país,
Rana Das Gupta, líder de una organización de minorías religiosas en Bangladesh, afirmó que los ataques contra hindúes dejaron al menos dos muertos y más de 100 heridos. Aunque estas cifras no fueron corroboradas de forma independiente por VOZ y otros medios, como Reuters, informan que hubo un muerto y más de 40 heridos.
“Algunos de los afectados pueden estar directamente involucrados en la política de la Liga Awami, pero la mayoría son hindúes comunes,” dijo Das Gupta. “Esto es definitivamente violencia comunal y dirigida”.
Povse confirmó que los hechos de violencia son reales, aunque en redes sociales también está corriendo mucha desinformación. El profesor y miembro del Grupo de Estudios sobre Asia y América Latina de la UBA además dijo a VOZ que la situación fue tan dantesca que, incluso, estudiantes que lideraron el movimiento contra Hasina “tuvieron que llamar a la paz y defender templos hindúes” ante el avance de los grupos islamitas más radicales que adversan a la Liga Awami.
Nahid Islam, uno de los líderes estudiantiles que organizó las protestas masivas, también denunció los atropellos contra los hindúes asegurando que muy probablemente se trata de ataques de personas ajenas al movimiento estudiantil.
“Los templos están siendo atacados, vandalizados y saqueados”, dijo Nahid Islam.
Ahora, luego de que cientos fueran heridos, los hindúes decidieron salir a las calles para pedir respeto y el fin de la violencia en la capital Dhaka.
El Consejo de Unidad Hindú, Budista y Cristiana de Bangladesh, que calcula que al menos 52 de los 64 distritos del país fueron afectados por la violencia comunal desde el 5 de agosto, solicitaron la ayuda de Muhammad Yunus.
“Hay una profunda aprensión, ansiedad e incertidumbre entre las minorías de todo el país,” dijo el consejo en una carta abierta este viernes.
Mientras tanto, la comunidad internacional, consciente de la situación, también ha pedido por el respeto a la minoría hindú.
En particular, el primer ministro indio Narendra Modi pidió por la “seguridad y protección” de las hindúes y otras minorías del país asiático mientras miles de hindúes bangladesíes están intentando huir a la vecina India por miedo a la violencia.
Muchos hindúes consideran que lo peor podría estar por venir, ya que consideran que un gobierno islamista radical no tendría reparo en perseguirlos, aumentando la violencia en su contra motivados por cierta sed de venganza tras el clima de los últimos meses.
“Agradecemos al gobierno interino, ¿pero cuánto tiempo pasará antes de que los radicales tomen el control?” dijo a The Independent Sheeba Pal, de 46 años, quien se dirigió a Haridaspur, india, luego de la ola de violencia registrada en la última semana.