Fuente: La Gaceta de la Iberosfera

La represión del gobierno laborista de Keir Starmer contra quienes se niegan a aceptar una nación multicultural e insegura en el Reino Unido sigue in crescendo. Tras anunciar que empezarían a sacar de las cárceles a delincuentes «leves» para descongestionarlas y poder llevar a cabo una cacería sin precedentes a los que, a través de las redes sociales o de forma presencial se manifestaron contra el asesinato de tres niños, la Justicia ha condenado a un joven de 18 años a pasar dos años y dos meses en prisión por ondear en forma de protesta una bandera de Inglaterra frente a un centro islámico.

El pasado 8 de agosto en Yorkshire Norte, el joven James Martin acudió junto a cuatro personas a las afueras de un centro islámico en Roscoe Street. Pasadas las 22.00 horas, cuando los allí presentes se encontraban rezando, vertió calificativos confrontadores como «qué momento tan estúpido para rezar, ¿no tienen nada mejor que hacer?» o «siempre estemos orgullosos de nuestra bandera».

Entonces, una patrulla que había sido desplegada porque, según la Justicia, ese día se habían programado manifestaciones violentas en redes sociales, vio al joven ondear la bandera frente al centro, por lo que se acercó y le exigió abandonar el lugar.

Según apunta ahora el juez, el joven no fue detenido en un principio, pero al ser «amenazado» con abandonar el lugar o acudir a comisaría, éste contesto: «Hagámoslo, mañana tendré el día libre en el trabajo». Entonces, le trasladaron, le cachearon y encontraron unos encendedores en su bolsillo.

Ahora, tal y como dijeron en el tribunal en el que fue condenado, el adolescente «va a perderlo todo por una noche de comportamiento estúpido». Martín, que no tiene antecedentes penales, se perderá el curso que estaba llevando a cabo en albañilería.

Una vez leída la sentencia, el juez Sean Morris, registrador de York, le dijo a Martin que había «deshonrado» la bandera que portaba, que «pertenece a todos en este país». «Esto requiere una sentencia de prisión inmediata; tiene que haber un elemento de disuasión para que otros jóvenes de 18 años, que trabajan y no tienen condenas previas, se den cuenta de que las acciones tienen consecuencias», ha concluido, dando a entender que este joven sufrirá consecuencias mayores a las merecidas que amedrenten a la sociedad.

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