Fuente: Panam Post

Por Oriana Rivas

Ford, Volvo y Mercedes-Benz decidieron en los últimos meses recortar su estimación de producción de vehículos eléctricos. Dificultades técnicas como las estaciones de carga y los altos precios demuestran que esta tecnología se llevará su tiempo hasta que su uso se vuelva común entre los conductores. Es un patrón que se está repitiendo en Estados Unidos y en otros países del mundo frente a ventas que crecen cada vez más lento.

La respuesta del mercado también desploma las expectativas del gobierno demócrata de EE. UU., promotor de una agenda verde que poco ayuda al ambiente. Además, bajo esa excusa ha gastado millones de dólares, como los 12000 millones incluidos en la Ley de Reducción de la Inflación de 2022 para que los fabricantes de automóviles adapten sus fábricas a la producción de vehículos eléctricos.

Entonces, la Administración de Joe Biden y Kamala Harris demuestra una vez más cómo promesas ambientalistas solo obedecen a intereses políticos, unos que los llevaron hasta la Casa Blanca en 2020 pero que ahora se tambalean por su improbable puesta en práctica. Consultas a expertos hechas por Daily Caller destaca que la transición a ese tipo de vehículos eléctricos puede no ser tan factible como se pensaba por varias razones: la aversión de los consumidores a los rangos de kilometraje más bajos, la falta de infraestructura de carga y los precios más altos.

Se derrumba la utopía ambientalista

Como había ordenado meses atrás, la meta de la Administración Biden-Harris era que para el año 2032, el 67 % de los vehículos nuevos que se vendan sean eléctricos. Además de “alcanzar emisiones netas cero de las operaciones federales en general para 2050, incluida una reducción de emisiones de 65 % para 2030”. Pero es una utopía. El actual mandatario demócrata tuvo que dar su brazo a torcer respecto a varios puntos en febrero pasado, cuando aún era candidato a la reelección para no perder el voto de de los sindicatos de la industria automotriz.

Por otro lado están los conductores. El 46% de los encuestados por Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research y el Energy Policy Institute de la Universidad de Chicago respondió que tenía pocas o muy pocas probabilidades de comprar un vehículo eléctrico, mientras que solo el 21 % tenía “muchas” o “extremadamente” probabilidades de hacer el cambio.

Las razones de ese 46 % sobran. Por ejemplo, la tormenta invernal que azotó a EE. UU. en enero —con temperaturas de hasta 31 grados bajo cero en algunas zonas— afectó el rendimiento de baterías de los vehículos eléctricos. Uno de los propietarios dijo desde la estación Tesla de Oak Brook, en Chicago, Illinois, que a pesar de intentarlo, la batería seguía marcando 0 %. Dos años antes una ola de calor tocó a California, las autoridades pidieron entonces no cargarlos para ahorrar energía eléctrica.

Más complicado resulta el escenario detrás de todo esto porque componentes de las baterías como el grafito y el litio son altamente contaminantes sin mencionar el degradante proceso de extracción con mano de obra esclava africana. Eso y más explicaría parcialmente por qué Ford canceló sus planes de producir un SUV eléctrico en agosto y redujo la producción de su camioneta F-150 Lightning en enero. “Estos cambios se producen después de que Ford perdiera 4.700 millones de dólares en vehículos eléctricos en 2023, lo que equivale a casi 65.000 dólares por cada vehículo eléctrico vendido”, agrega Daily Caller.

Mercedes-Benz hizo lo propio, reduciendo su objetivo de vender el 100 % de sus vehículos eléctricos para 2030 a solo el 50 %. En conclusión, la Administración Biden-Harris lidia con otro fracaso en el camino a las elecciones presidenciales y aunque la agenda verde no sea un tema tan determinante para que los electores decidan su candidato, sí es un precedente de las infundadas promesas demócratas.

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