Por Daniela CarrascoLa Gaceta de la Iberosfera

El viernes 18 de octubre (de 2024) se cumplen cinco años del mal llamado «estallido social» chilenouna anomia insurreccional que puso en jaque la institucionalidad del país como también el tejido social. Y si bien, para ese entonces se había instalado el mito de que era necesario cambiar la Constitución para alcanzar la «dignidad», en pleno 2024 los chilenos han visto que esa promesa no llegó, mientras que la percepción ciudadana es que el país está peor que en 2019.

Así lo han demostrado durante los últimos días numerosas encuestas que sondean la percepción ciudadana sobre los sentimientos que predominan entre los chilenos al reflexionar sobre el 18-O. Frustración y rabia son los predominantes como también la sensación de retroceso.

La encuesta realizada por Black&White indica que 29% de los encuestados sostiene que el 18-O fue un movimiento manipulado políticamente desde el inicio; 12% que fue un hecho de violencia injustificable. Por otro lado, 28% cree que tuvo aspectos genuinos, pero luego fue manipulado políticamente; mientras que un 31% afirma que fue una manifestación social genuina. Este sondeo revela, además, que un 91% de los chilenos percibe que el país oscila entre los extremos políticos, y un 57% de los encuestados afirman que el aumento de la polarización se debe al gobierno del presidente Gabriel Boric.

Por otro lado, la encuestadora Cadem indica que un 68% cree que Chile está peor tras el «estallido social», instalándose la idea de que este proceso revolucionario trajo consecuencias negativas al país. Asimismo, este estudio también revela que la imagen de Gabriel Boric se ha vuelto más negativa: En noviembre de 2019, 46% de los chilenos veían a Boric (entonces diputado) de manera positiva, mientras que hoy solo lo evalúa de dicha forma un 28% de la ciudadanía. Con respecto a aquellos que le desaprueban y lo asocian a una imagen negativa, el índice aumentó de 49 puntos (en el año 2019) a 61 puntos en la actualidad.

Por su parte, la encuesta Pulso Ciudadano de Activa afirma que el 61% de los encuestados creen que el 18-O tuvo un efecto negativo para el país. Por otro lado, el sondeo de Criteria asevera que ha aumentado la percepción negativa sobre el «estallido social», ya que desde 2019 aumentó 23 puntos porcentuales, por lo cual en el presente 56% de los chilenos lo evalúan de forma negativa.

La caída del mito

A pesar de que los sondeos han develado transversalmente que el mal llamado «estallido social» implicó un gran retroceso en todos los aspectos del país —sociales, económicos, institucionales y políticos— aún el diagnóstico de la revuelta del 18-O está en disputa. Pues, es posible distinguir dos narrativas: una que involucra violencia e insurrección (octubristas), el que estaría completamente separado del malestar ciudadano que fue canalizado a través del proceso constituyente (noviembristas).

No obstante, a un lustro del 18-O no es factible comprender este reciente periodo de Chile sin la violencia.

Previo a octubre de 2019, ya se veían numerosos casos que develaron cómo la conflictividad en el país se diseminó en distintas dimensiones: los liceos emblemáticos fueron capturados por encapuchados como los «overoles blancos«; la violencia política en las aulas universitarias y el hostigamiento a quienes no comulgaran con las ideas de las izquierdas fue cada vez más generalizada; los distintos movimientos sociales de carácter estudiantil (la Revolución Pingüina de 2006; las del 2011 que demandó «fin al lucro»; y los movimientos feministas de 2018) demostraron el aumento de la polarización en la sociedad. A esto, se suman radicales estatutos de centro de estudiantes de prestigiosas universidades chilenas que se denominaban «anticapitalistas, antiespecistas, antiimperalistas», lo que demuestra cómo el tejido social chileno estaba siendo fragmentado.

El antecedente inmediato —y excusa— de este proceso revolucionario fue el aumento de $30 pesos chilenos (0,02 €) a la tarifa del transporte público, provocando evasiones masivas de estudiantes a las estaciones de metro. Estas acciones fueron creciendo en convocatoria y en nivel de violencia. Con el paso de los días, no solo los escolares protagonizaron las evasiones, generando división y conflicto en la ciudadanía, pues también lo protagonizaron adultos ajenos al mundo estudiantil.

No obstante, es imperante señalar que, con anterioridad al año 2019, en numerosas ocasiones ya se había convocado a evadir al transporte público con la misma consigna del 18-O, «Evadir, no pagar, otra forma de luchar», lema que es posible rastrearlo hasta el año 2014, como se ve en esta publicación del periódico «El Pueblo«. Este punto permite cuestionar qué tan «espontáneo» fue este denominado «estallido» y abrir espacios para reflexionar sobre la manipulación del malestar ciudadano.

La misma noche del 18 de octubre de 2019, el país vio cómo insurrectos atacaron y quemaron 25 estaciones de metro, de las cuales más de diez quedaron gravemente afectadas, cerrándose por meses a los chilenos. En total, entre octubre de 2019 y marzo de 2020, 118 de las 136 estaciones fueron atacadas y/o quemadas. A la fecha, sólo tres personas han sido condenadas por estos ataques incendiarios.

Uno de los grupos que tomó protagonismo fue la denominada «primera línea», agrupaciones de combate callejero que no temían dar su vida mientras esto hiciera caer al sistema político, siendo su símbolo el cambio de Constitución. Asimismo, las hinchadas de fútbol explicitaron su lado «antifascista», colaborando al ataque callejero y a las protestas extremadamente violentas. De igual forma, no se debe olvidar cómo consignas como «ACAB» y «1312» inundaban las calles de Chile mientras había un odio dirigido hacia policías por representar una institución a la cual, decían, se debía desmoronar.

Como si fuese poco, no se debe ignorar cómo la ultraizquierda desinformó en redes sociales y medios de comunicación tradicionales, instalando terror en la ciudadanía. Una de las mentiras diseminadas más graves fue que había un centro de torturas en la estación de metro Baquedano, en el corazón de la ciudad de Santiago. Esta acusación se comprobó como falsa y hasta el día de hoy no hay responsables. Asimismo, se dieron a conocer numerosas acusaciones fraudulentas contra carabineros que, con el paso del tiempo, se supo cómo se tergiversaron la realidad de los hechos.

Lo relatado es solo una pincelada del escenario que puso en jaque a toda la institucionalidad. Por ello, ante la amenaza de quemar completamente al país, se abrió el proceso constituyente con el Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución en noviembre de 2019. Por consiguiente, no es factible entender este proceso sociopolítico sin la insurrección desatada.

Por ello, los dos procesos constitucionales (el primero, caracterizado por la cancelación a quienes pensaran diferente al comunismo y frente amplísimo chileno, con corpóreos redactando indicaciones y performances deconstruidas; y el segundo, imposibilitado por las denominadas 12 bases constitucionales) siempre estuvieron viciados, ya que emergieron tras la amenaza de quemar y refundar el país. Incluso recordemos que la anomia buscó destituir al entonces presidente Sebastián Piñera, en sus ánimos de refundarlo todo.

El malestar pervive

A cinco años del 18-O de 2019, es posible sostener que el malestar aún existe. Pero ha empeorado con sensaciones de miedo y rabia por el estancamiento y retroceso que el país ha enfrentado desde 2019, al que se le ha sumado la grave crisis de seguridad pública, debido a carteles de narcotráfico extranjeros que han llegado a Chile y que el actual Gobierno no ha logrado detener. No obstante, con una realidad deteriorada, los chilenos ya no demandan una nueva Constitución, por lo cual se ha desmoronado el mito de que Chile necesita una nueva Carta Magna.

Así lo demostró Cadem cuando se cumplieron dos años del triunfo de la opción «Rechazo» del primer plebiscito, el pasado 4 de septiembre, con un sondeo que develó que por primera vez, desde el año 2015, hay más chilenos que están en contra de tener una nueva Constitución que aquellos que están a favor.

Sin embargo, el octubrismo no ha muerto, por tanto, en sus ánimos de diseminar caos. Pues, para el lapso del 14 al 18 de octubre, distintos colectivos insurreccionales convocaron a una «semana de agitación» para seguir «combatiendo y luchando» en plaza Baquedano.

En definitiva, la violencia y la destrucción fue el principal factor que hizo de la clase media chilena hoy mucho más vulnerable de lo que fue hace cinco años. Y en esto, el actual oficialismo tiene mucho de responsabilidad. Pues, celebraron sus símbolos y algunos de sus rostros —hoy autoridades— convocaron explícitamente a la desobediencia civil.

No obstante, para el quinto aniversario del 18-O el Gobierno de Boric se ha mantenido en silencio y no tiene en mente preparativos para este viernes. Sin embargo, no debe leerse como una señal de arrepentimiento al apoyar el octubrismo, pues se evidencia un cálculo electoral ya que el 26 y 27 de octubre hay elecciones municipales y regionales, y se prevé un gran revés para el sector del presidente izquierdista chileno.

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