Por  Joana Campos – Gateway Hispanic

La reciente postura de México en la Asamblea General de las Naciones Unidas, condenando el bloqueo de Estados Unidos a Cuba, ha reabierto el debate sobre las relaciones de México con los países de América Latina, especialmente aquellos gobernados por regímenes autoritarios.

Este evento, protagonizado por el embajador mexicano Héctor Vasconcelos y la exjefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, pone en el centro de atención no solo la solidaridad de México con Cuba, sino también las motivaciones que podrían estar detrás de este apoyo en el contexto de la política exterior mexicana.

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El bloqueo estadounidense sobre Cuba, impuesto hace más de seis décadas, ha sido objeto de múltiples críticas internacionales. Desde el inicio, las medidas restrictivas de Estados Unidos buscan asfixiar económicamente al régimen cubano, limitando sus relaciones comerciales y financieras en el ámbito internacional.

Este embargo ha tenido graves consecuencias en la isla, exacerbadas en los últimos años por crisis energéticas y carencias en el acceso a productos básicos, agravadas durante la pandemia de COVID-19, cuando incluso la ayuda humanitaria se vio entorpecida​. Pero a pesar de esta presión el régimen cubano no cede.

La postura de México, expresada por Vasconcelos, fue enfática al considerar el embargo como “injustificable e inhumano”, y subrayó que va en contra del derecho internacional.

México ha sostenido que ninguna nación debería sufrir sanciones unilaterales, argumentando que estas son contrarias a la convivencia pacífica entre los pueblos de América Latina.

Sin embargo, la participación de Claudia Sheinbaum en esta cuestión ha levantado críticas dentro de México.

La exjefa de gobierno es vista por muchos como la heredera de la política de izquierda del presidente López Obrador, lo cual abre la pregunta de si esta postura de apoyo a Cuba es una genuina muestra de solidaridad o si, en cambio, es parte de una estrategia para ganar simpatía entre los sectores de izquierda en América Latina.

Por otro lado, el gobierno cubano ha agradecido públicamente el respaldo de México. Miguel Díaz-Canel, actual presidente de Cuba, calificó el apoyo mexicano como un acto de “solidaridad y firmeza” ante lo que denominó el “bloqueo genocida” de Estados Unidos.

Este tipo de declaraciones públicas refuerza la narrativa del gobierno cubano, que suele responsabilizar al embargo de todas las dificultades económicas que enfrenta la isla, desviando la atención de sus propias fallas internas.

A pesar de esta estrategia, voces dentro de la propia sociedad cubana han criticado que el régimen no permita reformas que mejoren el nivel de vida de los cubanos, perpetuando un sistema económico obsoleto que condena a millones a la pobreza​.

La postura de México puede interpretarse como un “intento” de consolidar su papel como mediador en América Latina, pero a costa de respaldar un sistema comunista que no respeta los derechos humanos ni las libertades básicas de sus ciudadanos.

Este episodio invita a una reflexión crítica: ¿está México respaldando a Cuba por principios de solidaridad o por intereses geopolíticos? Este tipo de decisiones no solo afecta la política interna de un país, sino que también define su posición ante el resto del mundo. ¿Debería México continuar apoyando regímenes como el de Díaz-Canel, aun a costa de ser percibido como un aliado de gobiernos represivos?

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