Fuente: Mundo Libre diario

El líder chino, Xi Jinping, inauguró de manera virtual el puerto de Chancay, Perú, en una ceremonia que contó con la presencia de la presidente peruana, Dina Boluarte. Este evento coincidió con la participación de ambos líderes en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), celebrado en Lima.

Perú, el país latinoamericano con mayor influencia china según el ranking de Doublethink Lab, recibió esta monumental inversión con expectativas de transformar su infraestructura logística. El proyecto, valorado en 3.600 millones de dólares y financiado por bancos chinos, representa un ambicioso avance en la conectividad marítima del Pacífico.

El puerto, ubicado a 80 kilómetros al norte de Lima, contará inicialmente con cuatro sitios de atraque, con la posibilidad de ampliarlos a quince. Gracias a su profundidad natural, podrá recibir los buques portacontenedores más grandes del mundo y, potencialmente, embarcaciones militares.

Pero hay que tener en cuenta que los proyectos que propone Beijing esconden la denominada «trampa de la deuda china»: Beijing te da el préstamo, pero no es gratis. Las construcciones corren por cuenta de empresas chinas y solo se enfocan en los sectores que al régimen comunista le interesa.

Otra controversia es que la construcción implicó la demolición de un cerro en la costa central y la perforación de un túnel de casi dos kilómetros bajo el centro poblado de Chancay, lo que generó grietas en viviendas y obligó a la evacuación de barrios completos. A pesar de estas afectaciones, el gobierno peruano priorizó la inversión extranjera por encima de los cuestionamientos ambientales y sociales.

Control chino sobre el puerto

Poco antes de la inauguración, los peruanos se enteraron de que COSCO Shipping, una empresa estatal china, obtuvo la exclusividad para operar servicios esenciales en el puerto, lo que incluye transporte de carga y servicios técnicos. Aunque esta decisión fue impugnada inicialmente por la Autoridad Portuaria Nacional, el Congreso peruano aprobó cambios legislativos que garantizaron el monopolio a la empresa china.

COSCO, gestionada por el Partido Comunista de China, no es solo un actor económico. Sus actividades están alineadas con los intereses estratégicos de Beiing, lo que refuerza las preocupaciones sobre su influencia geopolítica en la región.

Preocupaciones de seguridad y posibles usos militares

La general Laura Richardson, comandante saliente del Comando Sur de Estados Unidos, alertó sobre el riesgo de que el puerto pueda convertirse en una base naval de avanzada para China. Señaló que la infraestructura de Chancay, diseñada para barcos de gran calado, podría facilitar operaciones militares, en línea con el uso de instalaciones «de doble propósito» que Beijing ha desarrollado en otras partes del mundo.

Un precedente similar ocurrió en el puerto de Hambantota, Sri Lanka, también financiado por China, donde atracó el buque Yuan Wang 5, presentado como una nave científica pero con capacidades avanzadas de espionaje y seguimiento de misiles.

La Franja y la Ruta: Un puerto para China, no para Perú

La construcción del puerto de Chancay evidencia la creciente influencia china en América Latina y plantea interrogantes sobre la soberanía peruana en una infraestructura clave.

A través de la ‘Iniciativa Una Franja, Una Ruta’, el régimen chino busca asegurarse sectores estratégicos clave para su propia supervivencia.

De esta forma, el régimen totalitario chino se aprovecha de la necesidad de países asfixiados financieramente. No es casualidad que muchos de sus préstamos hayan ido a países africanos, latinoamericanos y de Medio Oriente, considerados deudores de alto riesgo.

Pero el Partido Comunista no es tonto, sino que en los negocios opera con la mayor de las astucias. Justamente, al tratarse de una autocracia, los países que ceden sus represas, plantas eléctricas, canales, puertos, ferrocarriles, aeropuertos y gasoductos, los dejan en manos de un dictador, quien se rige sin ningún tipo de control o escrutinio en su lugar de origen. ¿O acaso no es de público conocimiento que todas las grandes empresas chinas, sin excepción y a pesar de lo que dicen los papeles, tienen una “pata” estatal o directamente son propiedad 100% del PCCh?

Entonces, ¿qué pasaría si el régimen decidiera ejercer el control absoluto sobre el segundo puerto más grande de Brasil (el Puerto de Paranagua), cuya administración se rige por China Merchants Ports? ¿O qué pasaría si China Gezhouba Group Co, quien maneja una enorme planta de agua en São Paulo, decide dejar sin agua a este gran centro financiero de Latinoamérica? Esta misma empresa está construyendo dos enormes represas en la Patagonia, ¿los argentinos realmente piensan que el comunismo chino viene con la benevolente intención de proporcionarles energía eléctrica barata?

Pero hay mucho más. Al tratarse de un régimen totalitario, las promesas de inversión conllevan intereses ocultos, tales como la censura y el espionaje. Algunos ejemplos de ello son las interferencias en todo el mundo a las presentaciones del espectáculo de artes visuales neoyorquino Shen Yun, la red de propaganda e infiltración comunista de los Institutos Confucio y la estrecha relación de Huawei -y su 5G- con el Ejército Popular de Liberación.

Por último, y no por ello menos importante, unirse a ‘Una Franja, Una Ruta’ implica estrecharse la mano con la dictadura más sangrienta de la historia de la humanidad. El (supuesto) beneficio que trae aparejado importar productos baratos implica ser cómplice -directa o indirectamente- de los campos de trabajo forzado (mano de obra esclava) donde se producen. Recibir el financiamiento de gigantes como ICBC o China Construction Bank Corporation puede constituir el último eslabón del lavado de dinero proveniente de las más oscuras prácticas humanas, como el tráfico de órganos de creyentes religiosos perseguidos en China.

CC – Mundo Libre

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