Fuente: La Prensa
Por Agustina Sucri
En un mundo en el que reina cada vez más la confusión en casi todos los órdenes de la vida, no debería soprender que los casos de disforia de género -el sentir que uno pertenece al sexo opuesto al que tiene- en niños y adolescentes muestren un sideral aumento. El fenómeno no se da de manera aislada, sino que coincide con una crisis de salud mental que atraviesa este grupo etario de la población, junto con una educación sexual integral invasiva y moldeada por la ideología de género. Así lo explicó en una entrevista con La Prensa, la doctora Zelmira Bottini, médica pediatra por la Universidad de Buenos Aires, vicepresidente del Instituto para el Matrimonio y la Familia de la Universidad Católica Argentina (UCA) y profesora de la maestría de Bioética en esa misma casa de estudios.
Tras haber participado el miércoles último de la Jornada “Abordaje interdisciplinario de la disforia de género en menores”, organizado por el Instituto para el Matrimonio y la Familia de la UCA, la especialista analizó la problemática de implica este trastorno que ha sido incluido por primera vez en el DSM-5 (el manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales).
-¿Qué se entiende por disforia de género?
– La incongruencia entre el género que uno siente o expresa y el asignado. Esa es la definición que da el DSM-5, que es el manual de diagnóstico de desórdenes mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría. Ahora aparece el término en este manual, aunque antes nunca se había hablado de disforia de género.
La disforia de género está caracterizada por dos cosas: la incongruencia entre el género que uno siente y el asignado, y un malestar clínicamente significativo o un deterioro en el ámbito social, ocupacional y en otras áreas importantes del funcionamiento. Es importante tenerlo presente.
También lo que dice el DSM-5 es que para el diagnóstico en niños y niñas es necesario que exista malestar y dificultad en la realización de las actividades normales para la edad, acompañado por al menos seis y ocho características, durante al menos seis meses. No se pueden hacer diagnósticos de disforia de género en niños o adolescentes en una consulta, dos o tres. Tiene que haber un seguimiento.
Me consta, porque me han llegado familias, que piden asesoramiento, ayuda o acompañamiento, a las que se les diagnosticó en una consulta o en dos la disforia de género.
-¿Cuál es el panorama actual de la disforia de género en el país y en el mundo?,
– Se advierte un aumento significativo de la prevalencia de la disforia de género en la infancia y en la adolescencia tanto en el mundo como en la Argentina. Esto lleva ya unos años. Y cada vez se traduce en mayor prevalencia. Pero esto no es algo aislado. Coincide con una crisis de salud mental en niños y adolescentes que se da a nivel mundial. Es muy importante decirlo. Las anomalías, los desórdenes, la aparición de fenómenos sociales, nunca se dan en el vacío. Siempre hay un contexto social que ayuda a que se presente. En este caso, hay muchas cosas que contribuyen, pero yo pongo mucho el acento en el imperio del paradigma del interés superior del niño en clave de autonomía absoluta. Me parece que eso es importantísimo porque en todos los documentos oficiales se hace hincapié en esta autonomía que tienen los chicos de elegir y decidir desde edades cada vez más tempranas cuestiones muy, muy importantes y que realmente no tienen el desarrollo necesario y suficiente para hacerlo.
-¿Y esto se da pese a que los expertos en niños y adolescentes saben muy bien que no están madurativamente preparados para tomar esa clase de decisiones?
– Exactamente. Otro elemento importante del contexto social es la educación sexual integral desde la ideología de género. Que haya educación sexual integral es fantástico, pero la cosmovisión a través de la cual se dicta hace que la cosa sea bastante distinta y realmente se ha hecho una colonización con la ideología de género en ámbitos educativos.
En tercer lugar, los adultos, tanto padres como educadores, están eclipsados, se los ha corrido, están confundidos y están temerosos, entonces no abren la boca. Se los avasalla.
-¿Pero por qué tienen miedo? ¿Por las leyes actuales?
– Por muchos motivos. Uno puede ser tener miedo a las consecuencias de no cumplir determinadas leyes. Pero otro motivo es algo que se les ha repetido: “Al niño hay que dejarlo ser, hay que escuchar a los hijos”. Por supuesto hay que escuchar a los hijos, pero si el hijo en determinado momento dice que es Batman, y se quiere tirar por la ventana, no va a escuchar al hijo en eso. Todo tiene un límite.
-¿Es alta la prevalencia de disforia de género en la actualidad?
– Sí, la prevalencia en niños y adolescentes es grande. En 2018 se advirtió que en el Reino Unido había habido un aumento del 4.000% de los pedidos de cambio de sexo en niños. Esto hizo que la ministra de la Mujer pidiera que se investigara. El resultado fue el ‘Informe Cass’. Le pidieron a la pediatra Hilary Cass que estudiara las causas. Al investigar cómo se estaban haciendo en el Reino Unido los cambios de sexo, vio que no respondían a la medicina de la evidencia, que no era científicamente válido lo que se estaba haciendo. Gracias a la recomendación del informe Cass, que terminó a fines de 2022 y se publicó en 2023, aunque cobró notoriedad en mayo de 2024, en el Reino Unido se prohibieron estas cuestiones en niños y adolescentes.
-¿Se postergó la edad en que se realizan los “tratamientos” de cambio de sexo?
– Hasta el fin de la escuela, por lo menos. Y el informe también hizo que se limitaran todos los contenidos que tenían que ver con ideología de género. Esto es muy importante.
No es el único país que ha hecho esta evolución. En Noruega, Suecia, Dinamarca, también lo han hecho. En Estados Unidos hay un porcentaje muy grande, más de la mitad de los estados, que lo tienen limitado. Nosotros seguimos como a la cola del mundo, pero están empezando a cambiar los aires. No obstante, ultimamente ha aparecido un fenómeno que es la disforia de género en niñas, llamada “de aparición súbita en la adolescencia”. El 80% aparece en mujeres de entre 15 y 16 años. El 60% de esas chicas tienen al menos un diagnóstico en salud mental, es decir, tienen diagnóstico de depresión, de ansiedad, de autolesiones… algo les está pasando, porque esos síntomas están indicando algo. El 50% se aísla de su familia, y esto es muy importante, porque justamente como lo que más actúa en esto son las redes, los youtubers y demás, lo primero que hacen es aislarla de la familia.
Y también se ve un porcentaje grande, que llega al 40%, que expresan su deseo de transición en grupo. Entonces uno se encuentra con un año de un colegio en la secundaria donde hay un grupo de chicas de 2, 3, 4, chicas que no se autoperciben como les corresponde con el sexo que les fue dado. Esto se vincula muchísimo con las redes sociales.
Por eso con la pandemia, que consumieron tanto redes sociales, se agravó esta situación.
– Además, no suele haber un control por parte de los padres de qué es lo que consumen los chicos a través de las redes sociales.
– Exacto. Una señora que estaba presente en la jornada dijo algo que a mí me quedó sonando: “Nosotros inconscientemente estamos siendo cómplices de la situación de nuestros hijos”.
Por eso es tan importante trabajar con los adultos, con los educadores también, porque los docentes, los directivos de escuela, están como que no saben qué hacer, no saben dónde se tienen que parar. Y hay muchas cosas para ayudarlos.
– ¿A qué edades suele aparecer la disforia de género?
– El desarrollo de la sexualidad tiene momentos de alta vulnerabilidad, que están entre los 3 y los 5 años y en la adolescencia temprana. Adolescencia temprana es entre los 10 y los 13, o 14 años. En esos momentos hay que estar muy atentos a alguna cuestión que pueda manifestar el chico. ¿Para qué? Para ordenarlo, porque en cualquier desarrollo puede haber desvíos. Entonces uno puede llevarlo a su cauce.
– ¿Pueden ser estados de confusión?
– Así es. Es habitual o es muy frecuente que los chicos de 4 o 5 años se disfracen los varones de mujeres, las mujeres de varones. ¿Esto lo hace un disfórico? ¿Eso lo convierte en un chico que es incongruente? No. Entonces los padres tendrán que ir mostrándole que le compete a uno, que le compete al otro, pero la declamación permanente es “déjalo ser”.
– Hemos visto en los medios casos de madres que fomentan que el chico, si es un varón, termine vistiéndose de mujer permanentemente al punto que son las madres las que lo incentivan a que cambien de nombre, de DNI, a los 3 o 4 años…
– Las madres moldean a sus chicos en todos los sentidos, en el bueno y en el malo. Entonces en eso hay que ser muy cuidadosos. Por eso los estudiosos de las causas de las disforias de género, porque esto se ha estudiado, lo más importante son los factores no biológicos que tienen una influencia muy grande en el chico. ¿Y a qué llaman factores no biológicos? Al temperamento del chico. A lo mejor un chico es muy creativo, no le gustan los deportes cuerpo a cuerpo, es más sensible, es muy intuitivo. Y eso no es porque se siente mujer o se autopercibe mujer, de ninguna manera. Es una característica del chico. Y hay que tener en cuenta que la masculinidad o la feminidad se puede expresar de muy diferentes maneras. No todos los varones se expresan de la misma manera y no todas las mujeres de la misma manera.
Otro factor que se tiene muy en cuenta es la presión de los padres para actuar como el sexo opuesto durante los años críticos: la madre que está contentísima de que el chico se manifieste de otra manera.
También son importantes las dinámicas familiares: las madres sobreprotectoras, los padres lejanos, o por lo menos que no pueden establecer un buen vínculo con el chico. La psicopatología de los padres.
Además hay que tener en cuenta las experiencias vitales de los chicos. Un chico que ha sufrido abuso, un chico que ha sufrido violencia -varón o mujer-. Las mujeres son tremendamente sensibles al bullying y si han sufrido bullying de sus compañeras mujeres,
entonces les cuesta mucho identificarse con las mujeres. Y otro elemento que hoy quizás no se tiene tan en cuenta es la pornografía. El acceso a la pornografía se da desde edades cada vez más tempranas y les distorsiona la cabeza. Sobre todo si es pornografía entre personas homosexuales.
– ¿La disforia de género es permanente o transitoria?
– El DSM-5 dice que la superan en edad adulta del 70 al 97% de los varones y el 50 al 88% de las mujeres. El manual de psicología y sexualidad de la Asociación Americana de Psicología dice que la gran mayoría de niños y niñas con disforia sexual terminan aceptando su sexo al llegar a la adolescencia o a la edad adulta.
Hay un estudio de la Universidad de Toronto de un investigador llamado James Cantor que hace un análisis de 11 estudios a gran escala donde afirma que del 60 al 90% de los niños que se identifican transgénero terminan superando la confusión siempre y cuando no hayan sido sometidos a tratamientos de reasignación de sexo.
– ¿Cuál es la situación actual en el país frente a los niños que son diagnosticados con disforia de género?? ¿Cuántos de esos niños o adolescentes son enviados a hacer estos tratamientos de hormonización?
– Muchísimos. Porque en la Argentina tenemos una ley que es la ley de identidad de género del 2012 que acepta y promueve la transición. Entonces la propuesta para niños adolescentes con identidad de género incongruente con su sexo es realizar un proceso de transición para transformarse en el género vivenciado. Esta transición tiene cuatro etapas. En primer lugar, la transición social que significa adecuar el nombre, la ropa, el trato.
Y la ley de identidad de género, en su artículo 12, habla de “trato digno”. Según ese “trato digno”, con el solo pedido de un niño -no se estipula la edad- la institución educativa o los que rodean al niño tienen que llamarlo por el pronombre que dice, y tienen que adecuar su ropa, su trato.
Uno se pregunta, ¿la transición social es indiferente, es neutral, es reversible? Hay que tener en cuenta que reafirmar el deseo del chico actúa como factor perpetuador de la confusión. Porque si Rosa me dice que quiere que lo llamen Pedro y yo le empiezo a llamar Pedro de alguna manera le estoy dando la razón de que es Pedro.
Por eso es que aparece un chico que pide esto, entonces en la escuela se preguntan “¿Qué hacemos? Porque tenemos una ley que nos obliga”. Tienen que ser cautos, tienen que ver qué le está pasando exactamente al chico. Tener en cuenta la historia y qué está viviendo en la actualidad ese chico, cómo es la familia. El niño y el adolescente necesitan ser acogidos, escuchados, comprendidos, acompañados, orientados.
Cuando hay una sinergia entre la familia y los directivos y los docentes, es bastante fácil trabajar. Porque uno puede implementar distintas estrategias. Ahora, cuando la familia viene pidiendo el cambio y demás, ahí se complica un poco.
– ¿Cuál es la segunda etapa?
– El suministro de hormonas, que tiene dos partes. Una, que consiste en la inhibición de la pubertad. Se les suministra hormonas para dejar el hipotálamo en reposo, ya que es el hipotálamo el que empieza a estimular la hipófisis para que a su vez estimule a los testículos o a los ovarios, según el caso, para que produzcan hormonas sexuales. Los agonistas del hipotálamo son sustancias que bloquean el hipotálamo. Esto no es nuevo. Estas drogas surgieron en los años 70 para tratamientos médicos.
En la actualidad se propone tratamientos ante situaciones que no tienen base orgánica. ¿Y qué argumentos se emplean? Que hay que frenar la masculinización o feminización del niño.
Actualmente se propone empezar a darle hormonas del sexo que se perciba el chico cada vez más temprano. Todas las reglas internacionales dicen que hasta los 16 años no se les puede dar. Sin embargo, en un documento que sacó el Ministerio de Salud el año pasado, titulado “Inhibición e inducción puberal en niñeces y adolescencias trans, travestis y no binarias” establecen que dado que la inhibición del hipotálamo tiene consecuencias y que por otro lado, psicosocialmente se diferencia mucho de su grupo etario, es mejor comenzar a los 14 años.
– ¿Cuáles son los efectos colaterales de estos “tratamientos”?
– Los riesgos asociados a la hormonización con estrógeno son: enfermedad venosa tromboembólica, enfermedad cardiovascular, hipertensión, diabetes tipo 2… Mientras que los riesgos asociados a la hormonización con testosterona son: acné, mayor índice de masa corporal, hiperlipidemia, enfermedad cardiovascular, hipertensión, y diabetes tipo 2.
– ¿También pueden provocar infertilidad?
– Hay un capítulo de ese documento que se refiere a la evidencia sobre los efectos a largo plazo. Y uno de los los efectos a largo plazo es la infertilidad.
– ¿Qué pasa con el porcentaje de chicos que son sometidos a estos tratamientos y que después se arrepienten y quieren volver a su sexo biológico?
– Hay muchos que detransicionan y los testimonios de los que detransicionan son muy elocuentes. Porque detransicionan pero nunca pueden volver a lo original.
– Tengo entendido que hay un alto porcentaje que termina en suicidio de los que han transicionado…
– Lo importante es que estos chicos son vulnerables. Son chicos a los que les está pasando algo o que en su historia han pasado alguna cosa. Y hay que tratar de ayudarlos en las comorbididades. ¿Qué son? Son aquellas situaciones que el chico tiene en su desarrollo neurológico. Hay muchos que tienen trastorno del espectro autista. Hay que hacer una buena evaluación de salud mental. Y tratar al chico en su integridad, no únicamente en lo que tiene que ver con el género.
– ¿Hay una alta incidencia de depresión incluso en los chicos que han transicionado?
– Los adolescentes con disforia de género presentan mayores riesgos de salud mental. El nivel de depresión, ansiedad, intento de suicidio o autolesión en los transgénero es cuatro veces mayor que en los cisgénero. Eso es lo que hay que tratar. ¿Qué le está pasando a ese chico? ¿Por qué tiene depresión? ¿Por qué tiene ansiedad?
– ¿Qué es lo que pueden hacer los padres o los educadores para prevenir esta situación, si es que se puede prevenir?
– La prevención es básica. Y los padres deben tener en cuenta que los diagnósticos tempranos ayudan mucho en todos los órdenes de la vida. Si ven que algo no funciona como debería funcionar con sus hijos, que el chico no tiene la socialización esperada con el grupo de pares, que ha sufrido bullying, que tiene determinadas manifestaciones… es conveniente consultar. La cuestión es a quién consultar. Y, por supuesto, poner en marcha todo lo vinculado con el acompañamiento y que conozcan las distintas iniciativas que hay en la sociedad de acompañamiento en estos temas, porque muchas veces no saben a dónde ir o van justamente al lugar equivocado.
– ¿Qué aconseja a los padres para hacerle frente a este bombardeo de ideología de género que hay a través de todos los medios películas, series, redes sociales?
– Primero que nada, el padre, la madre o el adulto referente, incluso los docentes, tienen que tener ideas claras, tienen que formar, no tienen que repetir como loros o adoptar todo lo que les mandan. Esto es muy importante: sacarlos de su zona de confort. Porque lamentablemente se va naturalizando de tal manera que no tienen ningún problema hasta que explota la bomba. Los docentes lo mismo, porque los lugares de formación docente están colonizados por la ideología de género
Por eso lo que uno les trata de inculcar a los padres es que aprendan a escuchar a los hijos. A ver cómo lo ven ellos, cómo van elaborando su juicio.
Porque los adultos tenemos propensión a ser emisores. Hablar, hablar, hablar, hablar. Está bien hablar, pero también es importante sabe qué siente realmente este chico, qué piensa, qué confusión tiene. En el Instituto para el Matrimonio y la Familia de la UCA hay un gabinete de orientación familiar donde se reciben múltiples consultas de dinámicas familiares, de padres, de algún miembro de la familia y este tema también surge.